¡Mis Zombis se quedan sin el paro! ¡No queda más remedio que recurrir a la "Operación Mofeta"!

(Basado en Hechos Reales. Se advierte de la dureza de las imágenes expuestas a continuación.)


http://www.google.com/buzz/api/button.js

¡Bogus Bogus gastándole una broma infame y malvada a un actor de cine de relumbrón regional!

Bogus Bogus es un cocinero espantosamente repulsivo para el paladar más exigente. Pero también es un bromista de matrícula de honor Cum Laude. Aquí teneis una demostración de su grotesco sentido del humor.



http://www.google.com/buzz/api/button.js

Es un placer acompañarte.

El relato que viene a continuación está dedicado a Costampla, del blog “Achiques y Espacios”
Al mismo tiempo, hacer la incidencia de cara a mis lectores y seguidores habituales, que la historia en cuestión es de género fantástico. No hay sangre. No hay vísceras. Nadie guisa la cabeza de un panoli por mero placer caníbal. Estamos en unas fechas muy especiales. No se trata de un cuento de navidad, pero si es una pieza llevadera, imbuida de cierto espíritu de “Bienvenido Mister Marshall” si la hubiera dirigido un servidor en vez del genial Luis García Berlanga, ja ja.
Si alguien se desilusiona por el tono del relato, mil disculpas. Os aseguro que en Escritos de Pesadilla los hechos terroríficos retornarán en cuanto Santa Claus sea tiroteado desde un rascacielos de quinientos pisos. Vamos, que casi mañana mismo…

          Siempre Lo Mismo es una metrópoli industrial. Ni es desmesurada en dimensiones de tamaño y población como Nueva York, ni escasamente valorada en la magnitud regionalista de una localidad de poco relieve a nivel nacional. La ciudad de la que os hablo, es parecida a cualquiera de tamaño medio que conozcáis. Puede que parecida en simetría a la vuestra, por ejemplo. Y eso es mala señal. Porque si os cuento que en Siempre Lo Mismo se rebelaron las Sombras Humanas, os entrará el tembleque.

                En Siempre Lo Mismo las personas mayores estaban  frecuentemente atareadas. Tenían que madrugar muy temprano para ir al trabajo. Los niños, por otra parte, tenían que levantarse no mucho después de las siete; así se aseaban, desayunaban, se vestían, colocaban los libros escolares y los cuadernos de apuntes en la mochila, salían oportunamente a la calle y esperaban en plena intemperie al autobús escolar que iba a transportarles en un periquete al colegio de sus amores.
                Todo el mundo estaba ciertamente muy ocupado en Siempre Lo Mismo.
                Los Futbolistas del equipo local tenían que acudir a las instalaciones deportivas para ponerse a las órdenes del entrenador y su correspondiente preparador físico. Sudaban la gota gorda. Debido a lo empapadas que se les quedaban las sudaderas tras los tres cuartos de hora de entrenamiento, exigían que se les revisara de inmediato el contrato firmado un mes atrás. Ahora estaban a cinco jornadas de concluir la temporada. Por mor de los representantes de los jugadores, a fin de así obtener la comisión oportuna, era norma generalizada que se les subiera los emolumentos de la ficha cada mes y medio. A las figuras, eso sí, se les incrementaba el salario semana a semana por el tema de su revalorización, aumentándoseles en la misma proporción las cláusulas de recisión, y así todo quisque contento.
                Los pintores de brocha gorda tenían que ir derechitos donde se les indicaba desde los servicios de obra pública del Ayuntamiento con el fin estético de pintar los bancos, balaustradas, farolas y papeleras de los parques públicos. No paraban de renovar el maquillaje externo del mobiliario urbano hasta haber acabado con toda la pintura barata de los botes.
                Las estanqueras permanecían acomodadas detrás del mostrador de su tienda, imprimiendo el sello a las quinielas de las personas que mantenían infinitas ilusiones en acertar los quince resultados futbolísticos del domingo en curso. Confiaban tanto en sus posibilidades de lograr el pleno, que sin recato dudaban lo más mínimo en poner a perder al celebérrimo equipo local que estaba a un pasito de codorniz de abandonar la actual categoría, ostentando el farolillo rojo camino de la Segunda División B.
                Los muchachos de la empresa “Hache Dos  O” conducían su camión cisterna por todo Siempre Lo Mismo, dispuestos a inundar las piscinas privadas. Había mucha gente pudiente que residía en casonas unifamiliares, dotadas con jardín artificial con la hierba prefabricada en Tailandia y con piscina de dimensiones cuasi olímpicas. Cuando llegaban los primeros calores del verano, querían disfrutar plenamente en esos meses, cumpliendo con el prosaico hábito de darse algún que otro chapuzón llamativo y nada espontáneo, salpicando  a los más perezosos tumbados a la bartola y degustando sus jarras llenas de espumosa cerveza de importación irlandesa.
                Los tres aviadores comerciales de Publicidades A Mansalva Sociedad Limitada recorrían a vuelo rasante el cielo de Siempre Lo Mismo. Atada a la cola de cada aparato volador, una pancarta muy larga y extensa que invitaba a los transeúntes sedientos a beber limonada sin gas de la marca Olvídate de la Ginebra.
                Había personas que no tenían la obligación moral de trabajar ni por cuenta propia o ajena. Eran los Ancianos, que ya habían ejercido suficiente en sus buenos tiempos. Ahora disfrutaban del tiempo libre e iban a las plazas y demás zonas verdes de esparcimiento a pasear por los senderos y caminos para evitar que las bisagras de sus codos y rodillas no fueran víctimas del óxido. Los que estaban para menos trotes, se conformaban con sentarse en los bancos recién pintados, charlando con ejemplar coherencia entre ellos.
                Existía diversidad de profesiones. En todas ellas, las personas adultas desempeñaban las idénticas funciones seis días a la semana. Eso los varones, porque las féminas además de trabajar,  cumplían con su farragosa función de amas de casa. En este caso la semanita entera, buf. Por otra parte, los menos afortunados,  los parados,  devoraban con la vista listados de empleos temporales en las oficinas del INEM, sellando su tarjeta de renovación trimestral, antes de embarcarse en nuevas tentativas de búsqueda laboral en las empresas sin ánimo de lucro de trabajo temporal. Todo ello de lunes a viernes.  Mientras los menores de edad tenían que aprender sus duras lecciones escolares y estudiantiles cinco días a la semana.
                Nadie parecía querer romper moldes. Perforar las murallas de la rutina más sosa y persistente que pudiera rodear el castillo menos imaginativo de la historia. En definitiva, obrar de manera distinta en su calendario vital. Disponer de otro talante en humor y carisma, carambita. Pero no existía ninguna mente despierta y valerosa que quisiera erigirse en adalid del esparcimiento por siquiera media hora diaria. A consecuencia de la indiferencia de las personas por divertirse, las sombras iniciaron los preámbulos de su Sublevación.
                Empezaron por organizar una reunión clandestina.
                Las Sombras Adultas eligieron la Plaza Mayor para acometer tal fin. La hora escogida, las Tres horas, Cinco minutos y Dos segundos de la madrugada. Quedaron a esa hora porque casi la totalidad de habitantes en mayoría de edad estaría en semejante huso horario soñando fantasiosamente con ovejitas tristonas balando sus penalidades conforme saltaban una valla en plena campiña inglesa. Las sombras que no pudieron acudir al cónclave, bien porque sus dueños trabajaban en turno nocturno, o bien porque alguno de ellos no conciliaba el sueño, permaneciendo espabilado en la cama, leyendo con gran apatía un libro de bolsillo, no iban a influir de manera determinante con su falta de asistencia. Eran minoría. De cien mil Sombras Adultas, puede afirmarse que acudieron ochenta y cinco mil.
                Las Sombras (o como prefieren definirse ellas mismas como Siluetas Penumbrosas) no tienen volumen, ni ocupan espacio material, al poder quedar proyectadas varias de ellas (en este caso una enormidad) sobre una sola y simple sombra. Es por eso que las ochenta y cinco mil unidades pudieron caber fácilmente en la Plaza Mayor de Siempre Lo Mismo.
                Una vez concentradas todas en un mismo punto, el Portavoz  de todas ellas, que no era otra que el de la Sombra Mayor (que era el Jefazo  de las sombras porque pertenecía al respetable y esforzado levantador de piedras de más de 300 kilogramos, Mikel Kilo Haundia) tomó la palabra:
                – Estimadísimas sombras femeninas y varoniles. Tampoco quisiera olvidarme de las sombritas de los chavalines, quienes no han podido acudir hoy a la cita por motivos lógicos de reposo y nocturnidad. Una sombrita tiene que descansar hasta hacerse tan grandullona como su dueño. Que entonces le llegará el turno de tener que echar el resto, incluso si ha de permanecer insomne noches enteras cuando su propietario sea un poeta en búsqueda de las musas que le inspiren. Pero en este momento de sus bisoñas vidas les corresponde permanecer unidos a sus amos en el lecho del descanso.
                “Hecho este inciso, pasemos al meollo del asunto. El motivo de la presente cita masiva de sombras no es otro que resaltar nuestro pertinaz disgusto. El comprobar que día a día nuestros dueños repiten las mismas y reiterativas actividades, no hace más que conducirnos a un estado anímico de total abatimiento. Para que no nos venza la tibieza moral del tedio supremo, nos vemos en la disyuntiva de tener que responder por fin a las preguntas que nos aturden día y noche. ¿Qué podemos hacer con nuestros propietarios? Ya que no se nos tiene en la debida consideración, ¿cómo podemos trasladarles nuestras principal preocupación, la de nuestro actual estado de ánimo? ¿Qué hemos de hacer con su parsimonia rutinaria? ¿Decirles a la cara de sopetón que nos ABURREN?
                – ¡Ohhhhh! – asintieron las sombras.
                – ¿Manifestarles claramente que deseamos que sean personas más dinámicas y espontáneas?
                – ¡Sí! ¡Eso es lo que hay que decirles! – dijo una sombra anónima.
                – ¡Si es preciso, se les zarandea! – manifestó otra, enérgica y decidida a pasar a la acción.
                – ¿Comentarles lo agradable que sería que nos entretuvieran de tarde en tarde con algún acto ocioso? ¿Sugerirles que ya es hora de pasarlo bien de una vez por todas?
                – Ya estoy harto de tenerme que despertar a la misma hora, ducharme a la misma hora, desayunar a la misma hora, acompañar a mi dueño a la estación de tren a la misma hora y tener que emularle en la inercia entre bostezos cómo agita el dichoso banderín y hace soplar el estridente silbato al paso de los ferrocarriles de vía estrecha cada mañanita y tardecita – reconoció abiertamente y sin tapujos la sombra del Jefe de Estación.
                Una vez relatada esta situación tan decadente, las demás sombras convirtieron la reunión clandestina en una especie de confesionario público al aire libre.
                Hasta que una sombra, más lista e innovadora que el resto, depositó su ocurrencia en el buzón de sugerencias.
                – ¿Por qué no nos declaramos en huelga de servicios? Abandonemos a nuestros grises dueños. Veamos cómo reaccionarán al quedarse sin sombra que les siga.
                – ¡Perfecto!
                – ¡Fabulosa y grandiosa idea la suya!
                – Recomiendo que sometamos la propuesta de la sombra de Rufino Carrascosa, empleado de correos pedestre, a votación a mano alzada – vociferó la Sombra Mayor.
                De tal modo se procedió al sufragio universal. Un sinnúmero de brazos ennegrecidos como la pez se fueron elevando en vertical por encima de las cabezuelas densas de las sombras. El resultado, una vez efectuado el recuento de votos, fue obvio e inevitable: la huelga de inobediencia penumbrosa iba a llevarse a efecto de inmediato.
                – Esperemos que una resolución tan dolorosa y agresiva en las formas, pero justa y necesaria en el fondo, prenda en las mentes poco conscientes de nuestros dueños – comentaban las sombras entre sí, conforme se disgregaban por las calles y demás vericuetos de la población, disolviéndose en un santiamén la concentración nocturna.
                La huelga podría considerarse poco legítima en las formas al no concurrir el permiso legal para su convocatoria, pero sus efectos no tardaron ni un microsegundo en apreciarse en las veinticuatro horas siguientes.
                La ciudad fue desperezándose con la indiferencia de un zorro haragán e indolente, sin la menor ganas de salir de caza por tener la gripe. La propia urbe tardó poco o nada en reconocer que no echaba de menos el transcurrir de cada día uniforme y apagado que conformaba la unidad de hojas del calendario del mes presente. La gente inició sus costumbres matinales, abandonando sus respectivos hogares para dirigirse con la sincronización y la conciencia plana de un autómata estandarizado hacia sus respectivos centros de estudio, de trabajo y de actividades diversas a lo largo de la jornada. En un principio, nadie se percataba del cambio sustancial experimentado en la cotidianidad de sus vidas. La verdad sea dicha que las nubes enladrillaban el cielo, impidiendo que la incipiente salida del astro solar tamizara sus rayos tenues y vacilantes sobre la faz de la urbe, retardando la proyección esperada de las sombras, nexo de unión con la silueta corpórea de sus amos bípedos. El alumbrado público era muy triste y desganado, por el ahorro en tiempos de crisis. Además, a esa hora tan temprana, nadie estaba para fijarse si le seguía la sombra. Un ratito más tarde, se cumplieron los pronósticos de los meteorólogos, y el sol dejó de practicar el juego del escondite, ofreciendo su bendita redondez a las once de la mañana, sin que ninguna mísera nube solitaria sobrevolara el espacio aéreo de Siempre Lo Mismo. Con el aporte luminiscente del foco resplandeciente, los primeros damnificados por la carencia de sombra propia pudieron por fin darse notoria cuenta de su paradójica ausencia. El rumor se fue propagando por el mapa tridimensional de la metrópoli como un fino reguero de pólvora a punto de estallar. Para el mediodía, un sector importante de la población de Siempre Lo Mismo conocía el extraño fenómeno fisonómico del que eran objetos directos. Nadie que fuese humano disponía de la confianza de su sombra. Ya podían ejercer de pantalla ante cualquier foco difusor de luz artificial, que la sombra no surgía prolongada en oblicuo sobre el pavimento o aplastada contra la tapia.
                – ¡Estamos sin sombra! ¡Qué desastre! ¡Qué horror! – dijo el alcalde a su teniente de alcalde. – Hay que convocar un pleno urgentísimo, con la asistencia de todos los miembros de la corporación municipal. Y hay que ordenar con toda prontitud una investigación minuciosa de los hechos al mando principal de la policía local – añadió, dotando de una poderosa inflexión a su voz de por si siempre amansada.
                El alcalde encendió el foco de su lámpara articulada situada encima del escritorio. Abrió y cerró el puño en diversas ocasiones.
                – ¿Ese gesto suyo implica alguna connotación política? – se interesó el teniente de alcalde.
                El mandamás de Siempre Lo Mismo respiró agitadamente, ofuscado.
                – ¡Yo no me cambio tan fácilmente de chaqueta, inconsciente!
                “Si hago esto es para expandir la sombra chinesca de mi mano sobre la pared.
                – Siento decírselo, señor, pero la intentona resulta infructuosa.
                – Virgencita. Estoy desolado. Para que desde la acera contraria se diga que tengo muy mala sombra – suspiró como si apagara la mecha de una vela de cera de avispones del Kilimanjaro, tornándola en chamuscada pavesa.
                El pleno transcurrió a los pocos minutos en la interioridad del amplio despacho del Alcalde. Los concejales pedían inmediatas explicaciones a la insensatez de la pérdida del derecho a poseer de la réplica de su silueta natural de carne y hueso. Los miembros del partido electo defendían el esperado y admisible desconocimiento del dirigente máximo del Ayuntamiento, mientras los ediles situados en la oposición esgrimían la propia torpeza de la alcaldía a la hora de asumir el liderazgo sobre las sombras. En esas estaban, cuando el alguacil Doroteo Borde procedió a tirar con fuerza hacia afuera de los tiradores dorados de las puertas de acceso al despacho, anunciando la presencia del cabecilla sindical del contingente de  sombras.
                Traía consigo su única demanda:
                – Propietarios nuestros. Reivindicamos mayor variedad de movimientos. Si por vuestra extrema terquedad no accedéis a concedernos cierta diversidad de poses, posturas y filigranas, nosotros, por nuestra parte, mantendremos la Huelga de Ausencia Necesaria por un período de tiempo de carácter indefinido.
                Así estaban de claras las cosas.
                Los representantes de la localidad convocaron a su vez una nutrida rueda de prensa. Ante los escasos medios locales expusieron las exigencias del Comité de Huelga de las Sombras de Siempre Lo Mismo.
                – ¿Qué medidas piensan adoptar ante el ultimátum planteado por el sindicato de sombras? – preguntó un informador de la prestigiosa prensa escrita.
                – No nos queda otra alternativa que pasar diligentemente por el aro, como si fuésemos un león sometido bajo el impulso estimulante del látigo del domador  – reconoció el Alcalde, resignado a su suerte.
                – Tampoco se nos exige la reconquista de Cuba, caracoles. Sólo que nos comportemos a la inversa de lo que somos en actitud y carácter en el día a día – señaló un edil con sonrisa risueña.
                – Tiene razón mi compañero. Sólo se nos insta a que nos desenvolvemos de manera diferente, diametralmente contrario al comportamiento social que asumimos los restantes días de la semana, del mes y del año – añadió el Concejal de Cultura y Deporte.
                El Pleno acordó por unanimidad anunciar a la ciudadanía la consiguiente resolución:
“En las siguientes veinticuatro horas, cada persona empadronada debidamente en Siempre Lo Mismo transformará sus hábitos cotidianos y procurará comportarse en consonancia con lo que le dicte la conciencia, divirtiéndose en base a ello de forma bárbara, sana y amena. Este mandato incluye a los niños de pecho.
Firmado, El Alcalde de Siempre Lo Mismo.”
                El consistorio predicó con el ejemplo, y nada más dar por concluida la tumultuosa rueda de prensa, concedió descanso vespertino a los Funcionarios. Concejales y Burócratas se desplazaron al epicentro de la plaza del Ayuntamiento, donde se pusieron a jugar a la rayuela. Al poco de empezar, recuperaron sus queridas sombras, que les acompañaron saltando de raya a raya, sacando el tejo de sitio.
                Los reporteros gráficos tomaron instantáneas, grabaron imágenes y transmitieron declaraciones ufanas, que mostraban a la población civil el beneficioso efecto del abandono de la rutina diaria.
                La gente adquirió confianza en sí misma, y sin encomendarse ni a Dios ni al Diablo, hizo esa fecha lo que más se les antojaba.
                Los miembros altamente profesionales del equipo de baloncesto semi profesional de Siempre Lo Mismo se dirigieron en autocar, acompañados del entrenador, el cuerpo técnico y la junta directiva en pleno, a las inmediaciones de la Plaza de Toros, donde el principal criador de ganado bravo de la región se encargó de soltarles en el ruedo unos ejemplares de seiscientos kilos y seis años de edad, con unos cuernos astifinos, para que pudieran practicar en sus propios huesos y carnes atléticas una proporción insignificante del arte de la tauromaquia. El ganadero, a su vez, hacía botar el balón de baloncesto firmado por todos los deportistas implicados, entreteniéndose por los tendidos de sol, subiendo y bajando escalones, exhibiendo su oronda anatomía de canto al sedentarismo ilustrado, con camiseta y pantalón corto. Las Sombras de cada uno de los participantes no tardaron en sumarse al lúdico festejo cómico taurino.
                Los escolares de Siempre Lo Mismo hicieron de todo, menos hincar los codos en los libros de estudio, recuperando la imitación en negro de su perfil infantil.
                Los barrenderos utilizaban sus escobas de brezo como imaginarias espadas de acero toledano, practicando la esgrima por cada rincón de la ciudad.
                Las hasta entonces resignadas amas de casa, salieron en tropel de sus cocinas y salitas de estar, congregándose en el anfiteatro situado al aire libre de Siempre Lo Mismo, donde asistieron complacidas a la puesta en escena de una obra teatral menor de don Miguel Mihura que les brindaba el cuerpo policial de la localidad. La representación se desarrollaba con desatino y continuos fallos de memorización, pero ahí estaba el apuntador, oculto en las profundidades claustrofóbicas  de la concha, impartiéndoles instrucciones de interpretación y repartiendo frases hechas a porrillo. Quien ahí abajo se escondía en el diminuto habitáculo del escenario no era otro que el Director del Banco Runa Que Te Ruina, un hombre desabrido y adusto en el trato personalizado con sus simples subordinados. Su lema preferido era  “Retrásese en el pago toda una tarde, que así facilitará que su casa se embargue”. Las hipotecas Crédito Vivienda constituían su bombona de oxígeno capitalista, hasta que su sombra lo abandonó esa misma mañana. El Director intuyó que era una especie de bronca Divina, así que decidió renunciar a las funciones que asumía en el banco, pasándose a promotor de Espectáculos Diversos. Una ópera aquí, un concierto de los Quince Tenores por allí…
                Las secretarias de los ejecutivos más consolidados de Siempre Lo Mismo avanzaban en piragua por el curso del sinuoso río que atravesaba el centro de la ciudad, bogando que te boga, remando a contracorriente en un estado hilarante al corrérseles el maquillaje y apelmazarles los cabellos de las costosas permanentes.
                Los mecánicos del automóvil jugaban a la pelota vasca en los frontones descubiertos a cielo abierto de cada barriada, lastimándose las manos engrasadas y negras como el betún.
                Los limpiacristales de las Alturas Mareantes viajaban en monopatín, descendiendo por las cuestas más pronunciadas y empinadas del núcleo urbano, pegándose mil y un batacazos contra las farolas públicas, los buzones de correos y los tenderetes de los vendedores ambulantes.
                Los miembros de la secta religiosa Testigos de Casimiro dejaban de recorrer las calles en busca de nuevos fieles, quedándose por una vez anclados en casita, contemplando la televisión, donde se emitía un documental muy interesante sobre la productiva crianza comercial del caracol. Todo ello en formato pagar por ver.
                Los jardineros se apuntaron a unas clases aceleradas de inglés callejero para cuando estuvieran en época de estío y se vieran forzados por las circunstancias a relacionarse con las primeras turistas dominadoras del vernáculo shakesperiano.
                Las dentistas tuvieron a bien volverse estilistas, blandiendo sus instrumentos de peluquería vanguardista sobre la pelambrera rebelde de sus dolientes pacientes, renovando su imagen a tijeretazos desmandados, a la vez que los cirujanos dieron rienda suelta a su creatividad artística, perfilando sus primeros bocetos que más tarde iban a catalogarse en cuadros tasados en seiscientos euros por reconocidos galeristas.
                Todas estas profesiones y muchas más se intercambiaron unas con otras. Conforme el gentío se lo iba pasando en grande, las sombras fueron retornando al redil. Avanzada la tarde, podía afirmarse que cada habitante de Siempre Lo Mismo presumía en consecuencia de la recuperada asociación con la sombra de turno.
                – Procuraré no volver a incurrir en el mismo error – decían los dueños cuando se les apegaba la sombra. – Que nuestra vida sea menos metódica y algo más desenvuelta. Vamos, que se salga de los cánones establecidos por la sociedad (siempre y cuando esta anarquía no me suponga el ingreso en un manicomio o como mal menor el desempleo, que mira que la cosa esta chunga, jolines).
                Las sombras eran muy agradecidas. Ejecutaban cabriolas y piruetas inverosímiles en las zonas donde incidía la proyección de la luz eléctrica.
                Con la recuperación de las sombras, se hizo de noche.
                La población de Siempre Lo Mismo estaba fatigada por los excesos de la jornada de paro laboral de las sombras, y puede señalarse que no hubo nadie que tardase más de cinco minutos en conciliar un reparador y justiciero sueño.
                Las sombras se sumieron en la oscuridad. Estaban tan excitadas por el éxito conseguido, que ninguna pudo descansar.
                Al día siguiente, nada más levantarse los propietarios, estos hallaron a las sombras durmiendo profundamente en sus lechos compartidos. Y no hubo modo humano de poder despertarlas. Revitalizarlas cara a sus funciones diarias. Las pobres proyecciones del cuerpo humano estaban rendidas por el cansancio. Ellas también adolecían de la práctica cotidiana del rito del ocio, un festejo intelectual y físico que nunca antes de la celebración del cónclave habían intentado acometer de manera tan osada y exitosa.
                Los dueños las dejaron reposar todo el santo día. Y por segunda ocasión en menos de treinta horas, hubieron de acudir a sus quehaceres sin sombra que les cubriera la espalda.
                Por Dios, que no se me malinterprete.
                Ahora no se trataba de una segunda reivindicación sindical.
                Las Sombras no estaban para protestar.
                Simplemente estaban para Roncar…


http://www.google.com/buzz/api/button.js

Vitalidad Zombi (I). (Zombie Vitality -1-).

Groncho Wyngas era un viudo granjero zombi de 65 años lleno de vitalidad. No tenía ninguna educación escolar, pero siempre disponía de buenas ideas aún a pesar de lo derretido que tenía por dentro el cerebro.

         Sus dos hijos predestinados a continuar viviendo medio podridos eran Tobías y Alejandro, de 30 y 28 años respectivamente. El primero era un holgazán de los grandes y el segundo era un pelín corto de entendederas.
         Groncho siempre tenía que estar detrás de los dos para hacerles doblar el espinazo. Si no fuera por la testarudez y el empeño del padre, tendrían que vivir de una pensión estatal de Wyoming. Y eso sería un pelín complicado de conseguir, no porque fueran zombis, si no porque tan sólo se tramitaban las solicitudes de las personas en un estado de mediana normalidad. Si se les incluyera a ellos, los siguientes que pedirían prestaciones sociales, con mucho más derecho, serían los chupasangres y los aulladores en noche de luna llena, mecachis.
         Una mañana estaba el progenitor esperando con la cosechadora herrumbrosa  en los campos fértiles a que acudiesen sus vástagos a cumplir con el deber de todos los días de la semana. Solo se presentó Alejandro.
         – ¿Dónde está tu hermano? – le preguntó de malhumor.
         – No lo sé, “pa”.
         – ¿Cómo que no lo sabes? Tú nunca sabes nada. Bastante es que me reconozcas como tu padre.
         – No sé – A Alejandro se le caían constantemente las babas por la mandíbula inferior como si fuera una gelatinosa catarata del Niágara.
         – Un día te diré que eres hijo del cura Thomas, a ver si cuela y así tenemos una boca menos que alimentar. No se daría casi ni de cuenta. Desde el pepinazo de los rusos, el muy rufián se ha rodeado de siete feligresas asquerosas, con sus respectivos hijos resucitados, fundando la Congregación De La Nueva Vida.
         – Lo que tú digas, “pa”.
         – Espérame aquí y no hagas nada hasta que traiga a rastras conmigo a tu hermano.
         – Ja, “pa”, si lo haces así, seguro que Tobías se quedará sin media pierna derecha, que ya le cuelga porque la rodilla ya no le da más de sí.
         Groncho se fue alejando empleando amplias zancadas. Estaba ligero de peso y bien cuidado, por eso aún no notaba físicamente el paso de los años. Aunque su exceso de confianza le hacía a veces de quedarse cojo al perder el pie izquierdo, teniendo que juntarlo con cola instantánea, lo que le hacía perder un tiempo lastimoso.
         Conforme se acercaba al granero, le iban llegando los sonoros ronquidos enfermizos de Tobías.
         Lo encontró tumbado encima de un manto de paja fresca.
         – ¡Levántate, gandul! Que hoy tenemos mucho que hacer – le ordenó.
         – Que te crees tú eso. Esta paja es demasiada cómoda para abandonarla – contestó su hijo abriendo medio ojo. No podía hacerlo del todo, porque corría el riesgo de que se le saliera de la cuenca.
         – Con que esas tenemos. Verás qué pronto te hago de menear el trasero de allí – Groncho se marchó de la entrada, dirigiéndose a la caseta de las herramientas.
         Tobías tenía una sonrisa beatífica dibujada en su rostro macilento. Estaba soñando que estaba cortejando a la hija de unos vecinos en una especie de playa paradisíaca, donde el sol pegaba de lo lindo, curtiendo el pellejo de Tobías. El problema radicaba en que la bella chica tendría que reconvertirse en zombi. Con un mordisquito en una de sus orejas, el contagio sería inmediato.
         Percibió unos pasos que se iban acercando.
         – Te quiero tanto, Wendy. Ahora que te he mordido, ya no habrá ninguna barrera entre nosotros que nos separe – suspiró en su sueño.
         Demonio. El sol estaba picando ya de lo lindo. Sobre todo notaba todo su calor en las posaderas. Hasta que…
         – ¡Carajo! CÓMO QUEMA.
         Tobías se levantó presto de un salto y abandonó el granero con la parte trasera de los pantalones medio humeando.
         – Así me gusta. Que respetes los deseos de tu padre – dijo complacido Groncho.
         En la mano derecha llevaba un soplete encendido.
         A grandes males, grandes remedios.
         Diez minutos después Tobías estaba sudando tinta china, echando denuestos contra su padre mientras trabajaba de sol a sol en el campo rodeado de una nube de moscas. Alejandro, su hermano, nunca le había visto dedicarse con tanto ahínco. Eso si, no comprendía el motivo por el cual se le quejaba tanto de tener el puñetero culo escocido.


http://www.google.com/buzz/api/button.js

Cómo transformamos a un simple y vulgar peluche en un engendro monstruoso en menos de dos días de dura instrucción militar.

Bueno, nuestros métodos de entrenamiento eran de lo más secretos, hasta el día de ayer, en que se nos infiltró a traición un reportero zombi de la CNN de Pekín.


http://www.google.com/buzz/api/button.js

¡Momentos de Alta Tensión en Escritos de Pesadilla!

Bueno, los lectores asiduos a nuestro pequeño rincón del terror ya son conocedores del terrible atraco que sufrimos hace dos días por parte de un caco desalmado. Cuando Pechuga de Pollo Mutante, mi fiel Guardaespaldas y Agente Implacable de Seguridad estaba a punto de cazarlo, surgió un invitado con cierta tendencia a la glotonería y se merendó tanto al ladrón de villa estrecha, como al saco que contenía el dinero con el que yo, el jefazo de esta empresa diabólica, tenía pensado pagar a mis sirvientes en los siguientes cien años.

                              La responsable del terrible desaguisado, la Masa Devoradora y Gelatinosa…

Desde ese momento de enorme desdicha, con la Reforma Laboral pegando con saña de boxeador de pesos pesados por todo el país, y por ende en mi castillo con respecto a mis empleados, se vivía una situación de alta tensión y desmoralización generalizada. Menos que tengo a la simpática y supersexy Croqueta Andarina, dispuesta a subir un poco los ánimos a la pandilla con sus lindas y graciosas ocurrencias, je-je.

(clicar en la tira cómica para verla en tamaño grande)


http://www.google.com/buzz/api/button.js

Escribiendo un relato de terror con la ayuda de mi sobrino Gurmesindo



Ejercicio literario a dúo entre mi sobrino Gurmesindo y un servidor.
Robert:              Entre escena y escena de la súper producción que estamos realizando para A Cuchillada Limpia Productions, nos tomamos un pequeño receso. Por cierto, me acompaña mi querido sobrino Gurmesindo. 
                              “¿Cómo estás chaval?
Gurmesindo:  Estoy hasta las narices de tener un tío tan plasta como tú. Ya podría estar el Freddy Krueger por aquí para animar algo el cotarro.
Robert:                Ya que estamos un pelín aburridos, podríamos divertirnos haciendo algo novedoso.
Gurmesindo:      ¿Cómo qué? ¿Dar de comer a los coyotes?
Robert:                 Un ejercicio literario. Podemos improvisar entre ambos un relato de terror. Yo escribo un párrafo, luego continúas tú, yo nuevamente y tú lo rematas al final. Así veríamos qué tipo de pieza nos sale.
Gurmesindo:       Menuda tontería. Lo hago por darte el gustazo de vez en cuando, pero que sea breve, eh, que luego quiero pasarme siete horas delante de la tele jugando con la videoconsola.
Robert:                 Muy bien. Como te he explicado, inicio yo el relato…
Robert:                La quietud de la estancia contrastaba con la tensión registrada en el rostro atribulado de Amadeus Dorf. En el suelo descansaba el cuerpo fláccido e inerte de su amada. Era Sonia Stress, ataviada con su camisón largo de seda fina. Su semblante demostraba una petrificación espantosa, como si antes de morir hubiera presenciado una escena funesta y escalofriante.
Gurmesindo:      Sin duda, querido tío, esto ocurrió porque mientras la tía buena veía la tele, un zombi hediondo de metro noventa se coló por la puerta abierta de la cocina. El dichoso zombi avanzó más lento que un caracol por el pasillo principal y se presentó ante la niña pija esta de Sonia Stress, chasqueando las mandíbulas y enseñándole el dedo índice de la única mano que tenía. La debilucha de Sonia se quedó de piedra cuando el muerto viviente se puso a hablarle con voz ronca y descoordinada:
                           – Tú tener cuerpazo para quitar el hipo. Pero yo sólo querer tu jugoso y sabroso cerebro…
                           Fue entonces cuando la tal Sonia la palmó de un patatús.
Robert:             Esto…
           ” El señor Amadeus Dorf quedó indignado al descubrir el cuerpo sin vida del ser más querido y adorable conocido por él en toda su vida. Pasada la consternación inicial, recogió la espada que adornaba una de las paredes del salón, acabando con la existencia irracional del monstruo resucitado en contra de sus creencias religiosas. Aún así se aseguró de cortarle la cabeza con un certero tajo.  Conforme la hemoglobina del no muerto impregnó las paredes y la alfombra que cubría el suelo de mármol, Amadeus se marchó del escenario cargando sobre los brazos el cuerpo de la fallecida. Precisaba de un lugar más íntimo donde poder velar por su estimada Sonia, y este no fue otro que el sótano de la vivienda.
Gurmesindo:   Ahora es cuando Amadeus está llorando a moco tendido y pillándole de sorpresa, se resquebraja el suelo del sótano. Se forma un hoyo y desde sus profundidades emerge el zombi horrendo de la primera mujer, pues el muy listillo se había casado con anterioridad. Una tía tremendamente gorda sale arrastrándose sobre las palmas de las manos. Está de mala uva, porque se había enterado que Amadeus se había prometido con ella por su pasta, para luego asesinarla con cicuta. Así que esta es la mejor ocasión para vengarse. Se echa encima del Amadeus y lo tumba contra el suelo, aprisionándole con su sobrepeso. Su cara es merecedora de participar en el concurso mundial de zombis más feos de toda la historia del cine, y el pobre Amadeus, antes de recibir el primer mordiscazo en toda la mejilla derecha, se le encoge el corazón y muere en menos de dos segundos. Fin.
Robert:            Esto, el final es algo impresionante. De lo malo, quiero decir.
Gurmesindo:   Bueno, tú sigue soñando con publicar dentro de un siglo una novela que duerma hasta a los murciélagos cuando están en pleno vuelo nocturno, que yo me voy a jugar a la play un rato. Acabo de comprarme la última versión de Residente Devil 9.


http://www.google.com/buzz/api/button.js

Un gran Eslogan para Escritos de Pesadilla

Aún es muy temprano por la mañana. Acabo de acostarme para dormir hasta la siguiente puesta del sol, y va, y llega Dominique, mi Ayuda de Cámara, para anunciarme la llegada de mi asesor para la inminente campaña de marketing directo, donde se conseguirá que Escritos de Pesadilla sea visitado hasta por niñitos beatos recién destetados. Mi mal humor es visible, pero al final me invade una euforia. Este cochinete vale el peso total de su tocino en oro…

(Clicar en la tira cómica para verla en tamaño grande)

Caso resuelto (frío extremo)

15 de diciembre de 2009.
A escasos días de la llegada del invierno, una ola de frío polar convirtió a la minúscula población de Bristick en adoradores pertinaces del consumo desmesurado de electricidad para mantener sus hogares cómodos y la mar de templados.
Duck Mock, el sheriff del pueblo, no era ningún lince en la materia detectivesca. Su propio nombre le traía de cabeza desde que recibió su propio bautizo en la iglesia de los Redentores Moribundos. Literalmente, que te tildaran de ser un “pato” del que todo el mundo pudiera mofarse, era para ponerse de los nervios*. Afortunadamente, los traumas de la infancia quedaron atrás justo en el momento de hacerse con el cargo de la autoridad máxima y única de Bristick. Y aún así, a espaldas de su figura, los ciudadanos de tan noble localidad tendían a menospreciar su labor. A fin de cuentas, era un sitio habitado por ochocientos treinta y cinco almas. Nunca sucedía nada reseñable. Ni jamás iba a acontecer semejante trance.
O así se deseaba, habiendo en cuenta la nulidad del sheriff para siquiera echar al achispado leñador Bob Wyzenski del bar de Larrigan cuando aquel llevaba tres consumiciones seguidas y sin intención de pagarlas.
Así de tranquila y anodina era Bristick con su patético sheriff.
Hasta la llegada de la ola de frío.

En un principio, el suministro de electricidad quedó cortado justo a las nueve de la noche, cuando todo bicho viviente estaba a punto de irse a la cama con las casas convenientemente caldeadas. Las quejas de los lugareños no tardaron en reflejarse en llamadas a la línea telefónica del alcalde Pat Cresto. Este quiso ponerse en contacto inmediato con el encargado de mantenimiento municipal, pero no hubo manera. Su mujer le dijo al alcalde que David Donaldson aún no había aparecido, demostrándole su suma preocupación por el hecho. Pat Cresto trató de tranquilizarla, aunque finalmente tuvo que colgar cuando la mujer empezó a increparle, llamándole inepto y ladilla de perro callejero. Como lo primordial era recuperar el suministro eléctrico, y el único empleado de mantenimiento se hallaba en paradero desconocido, el alcalde se vio en la necesidad de recurrir al sheriff. Era conocedor de la pérdida de tiempo que iba a suponer aquel gesto, pero no tenía a nadie más dispuesto a escucharle más de diez segundos seguidos antes de colgarle el teléfono.
Duck Mock era hombre soltero, de cincuenta y tres años. Aparte del nombre poco agraciado, su aspecto físico tampoco imponía mucha autoridad. De chico fue un niño enfermizo, que se pasaba la mitad del año escolar en casa, reponiéndose de catarros, gripes y todo tipo de virus que le dejaban a uno más pachucho que la salud de un explorador en plena selva virgen aquejado de fiebres palúdicas. Una vez llegado a la edad adulta, Duck seguía siendo muy proclive a ponerse malito, y de hecho, en los cinco años que llevaba ejerciendo de sheriff, llevaba acumulada una quincena de bajas por enfermedades comunes.
En esta ocasión, para buena suerte del alcalde, su sheriff estaba igual de sano que una foca adiestrada ejecutando con notable pericia su número con el balón sobre el morro en el circo de turno.
– Dock. Ya estarás al corriente del corte del suministro eléctrico. Todo el pueblo está a oscuras y sin calefacción.
– Es cierto. Ahora que lo dices, cuando estaba a punto de ponerme el pijama, se me apagó el radiador. Jolines – le cortó Duck, molesto por el tema.
– No eres el único, hijo. Ya te digo que todos los vecinos están llamándome por el teléfono, con quejas y amenazas. Encima he querido contactar con David Donaldson, que es el único que entiende de lo que hay que tocar en la central eléctrica, y me dice su mujer que no sabe dónde anda.
– David está en el lupanar de la señorita Julia. Lo sabe todo el pueblo.
– Ya, menos su esposa.
– Y mira que es guasa. El año pasado pilló la gonorrea, y la tía se pensó que era porque David no se duchaba con la frecuencia necesaria.
– Bueno, a lo que iba. Tienes que localizarlo y traerlo aquí, aunque sea a rastras. Como no vuelva la corriente en menos de una hora, las cosas pueden llegar a ponerse feas.
– Ya. Bueno. Para eso estoy yo, señor alcalde.
– Si. Se supone, Duck. Pero espero que no llegue al extremo que tenga que pedirte que me custodies la casa para evitar que el populacho me linche.
– Hombre. Eso no ocurrirá, señor Cresto. Ahora mismo me pongo el uniforme, voy a por David, lo llevo a la central eléctrica, y en media hora las casas volverán a estar calentitas. Y yo me podré poner el pijama de nuevo para irme a la cama. Que tengo un sueño, que no veas – enfatizó Duck al alcalde, completamente convencido de la sencillez de la misión.
Pat Cresto colgó el auricular con menos confianza en su sheriff que si tuviera un chihuahua como perro guardián en la entrada de su propia casa.

*****

David Donaldson estaba con la negra. Había estado instalando las luces decorativas de navidad por las calles del pueblo. Un trabajo de chinos. Y cuando por fin había pensado poder quitarse toda la tensión acumulada en el cuerpo pasando un rato divertido con alguna de las chicas de la señorita Julia, se llevó la desilusión de su vida al ver el burdel clausurado y en cuarentena por un brote de sífilis aviar. Al parecer las visitas de unos granjeros procedentes de la Feria de Gallinas y Patos de la semana pasada habían contagiado a casi todas las eficientes empleadas de la señorita Julia. Diantres, ya era mala pata.
Con las ganas que tenía de descargar sus ímpetus fogosos.
Irritado y cabreado, abandonó las inmediaciones del local, encaminándose hacia la Central Eléctrica que iluminaba al pueblo. Aparcó el coche y se dirigió al acceso. Tenía que eliminar estrés. Si no lo hacía, podría llegar a casa y darle por coger el hacha y cortarle la cabeza a su Teresa, y claro, eso no estaría bien visto.
Fue entrar en la pequeña caseta, cuando vio aquello.
Estaba a punto de enchufarse al generador central. Al menos tenía las tenazas del principio de sus extremidades cerca de los diferenciales. Porque aquellas manos eran tenazas metálicas. Jesús. No podía ser posible. Era una puñetera lata de hojalata con patas, brazos y cabezota. Una especie de robot.
– ¿Qué coño vas a hacer? – gritó David de manera imprudente.
El robot giró con dificultad la cabeza hacia la figura del humano. Sus ojos eran del tamaño de dos tortitas de maíz, carecía de orificios nasales y la que parecía ser su boca estaba torcida hacia abajo, magnificando su odio hacia la raza humana.
– Necesito energía. Estoy agotado – le contestó con voz metálica y fuera de si.
– No puedes hacerlo. Si metes tus zarpas en los diferenciales, vas a dejar al pueblo entero sin electricidad.
David Donaldson vio el hacha de incendios colgando cerca del alcance de su brazo derecho.
El robot estaba harto por la intromisión del humano, y sin darle tiempo a reaccionar, fue en pos de David y con ambas tenazas le desgajó la cabeza del tronco, con el chorro de sangre de la yugular embadurnándole el pecho.
Acto seguido retornó al generador, y sin más preámbulos, tomó posesión de toda la energía necesaria, sumiendo al pueblo en penumbras y dejando las viviendas más frías que las tumbas de los muertos.
Un poco antes de marcharse, el robot pudo percibir la cercana presencia del vehículo oficial del sheriff de Bristick.

*****

El alcalde estaba más nervioso de lo necesario. Los vecinos estaban arremolinándose ya en los alrededores de su casa, dispuestos a obligarle a salir para darles una explicación por la falta del fluido eléctrico. Enarbolaban teas encendidas y estacas, pareciendo dispuestos a propasarse con las propiedades del máximo representante de la localidad.
Estaba mordisqueándose las uñas, cuando recibió la llamada telefónica del sheriff.
– ¡Dios Santo! Ya era hora que tuviera noticias suyas. La totalidad del pueblo está harto de no tener electricidad y de pasar un frío del carajo – dijo, implorando que Duck le diera una buena nueva respecto al apagón general en Bristick.
– Para eso están las chimeneas, digo yo.
– Jesús, sheriff. Acuérdese que este invierno está prohibido cortar leña. Es el Año del Bosque, caracoles.
– Pues esta noche habrá que conceder permiso a los leñadores. Al menos con carácter excepcional.
– ¿Y eso?
– Pues que no tendremos electricidad por lo menos hasta mañana, que vendrán los de la compañía eléctrica.
– Pero tenemos a David Donaldson.
– Lo teníamos, señor alcalde.
– ¿A qué se refiere?
– David Donaldson es historia. Por lo que he podido deducir, en un acto de locura transitoria, al averiguar que el local de la señorita Julia estaba cerrado bajo ordenanza sanitaria por el brote de sífilis aviar de la semana pasada, ha perdido la cabeza y se ha suicidado en la central eléctrica, electrocutándose. Por ello nuestra localidad se ha quedado sin corriente que lo alimente.
– Me deja sin palabras.
– Y lo de perder la cabeza se lo digo en sentido literal. Se ve que la propia sobrecarga tuvo salida por su cabeza, y se la arrancó de cuajo.
– Madre santísima, Duck. Me deja sin otra alternativa que conceder las licencias a los leñadores.
– Ya le digo que será sólo por esta noche. Cuando vengan los de la compañía eléctrica, me imagino que reestablecerán la corriente en un periquete.
– Ya, pero, ¿y qué le diremos a la mujer de David?
– Bueno, eso es tarea suya. Yo sólo soy el sheriff. Bastante es que le he resuelto el caso.

*. Duck es “pato” en inglés, y Mock, “burlarse” igualmente. (N. del autor).

Soliloquio fantasmagórico

…”buenas noches”,

osado y trasnochador lector, de insomne tránsito nocturno por la médula espinal emblemática de la recurrida ensoñación onírica que habría de procurarle a usted el oportuno y merecido descanso funcional a la red operativa de interconexiones neuronales, víctimas directas del infatigable desenfreno intelectual al cual son dedicadas por mor de su tangible y voluminoso cerebro de mosquito… Su pasaje en Aerolíneas Pesadillas, un valium.
Je-je…

Perdone mi mordacidad. Me divierto sobremanera sacándole defectos a cada ser humano viviente que me dirijo.
¿Que usted se considera sumamente inteligente, a la par que incrédulo, como para creer en las presumibles manifestaciones y visitas ignotas procedentes del MÁS ALLÁ?
Mi admirado contertulio; no se deje usted arrastrar por la vanidad y el egocentrismo más patético, que pueda que llegue a ennoblecer las virtudes de un monarca déspota, o reverdecer la mano dura de inflexibilidad orlado de pragmatismo que reviste en abstracto la CARADURA – dígase deseos materiales, tráfico de influencias, prevaricación a mansalva, etc…, que a otra cosa no me refiero – de todo dirigente politiquero que pulule por los dos hemisferios del globo terráqueo, que usted sólo desempeña la función altamente insustancial de la Unidad Laboral Obrera firmemente arraigada en el proceso de productividad económica e industrial que asola al país cual tifus malayo en la salud pachucha de un intrépido explorador del National Geographic de ochenta añitos de edad madura.
¿Que se autoproclama dichoso por no formar parte de la gran cola del paro? ¿Que da saltos de alegría por su grado de ex-socio honorífico del “INEM Fútbol Club”?
Me enternece usted. Una lagrimilla espectral inicia su recorrido pernicioso por el cutis sensible de mi mejilla derecha, más veces retocada por el maquillaje que la almohada sobre la que usted reposa la nuca. Procede del rabillo del ojo, ¿entiende? Y en tanto prosigue su curso facial, su simple contacto quema como el ácido. Los síntomas sensitivos son tan evidentes…
Oh, ya sé de antemano que su profesión no tiene nada que ver con la rama de la medicina general. Ya me he enterado de buena fuente que es usted un frío, calculador, histérico y coleccionista de amagos de ataques de miocardio como todo buen corredor de bolsa que se precie.
Dejando de lado la insipidez del mundo bursátil en que usted se mueve durante la franja horaria diurna, durante el cual el que le habla prefiere permanecer en el letargo más estricto, secreto y bien medido, distinción que merece los desmedidos elogios de parte de LA FECUNDA ENTIDAD QUE RIGE EL DESTINO DEL “Homo Sapiens Sapiens”, hasta que llegada la consabida medianoche en que la razón de mi ser me impulsa a atravesar el conglomerado de hormigón armado, ladrillo sueco y escayola oriental que conforma el tejido arquitectónico de la pared más cercana al lecho que usted ocupa en este preciso instante, guarda relación directísima con el defecto que más indispone a la FECUNDA ENTIDAD que BLA, BLA, BLA…
Ya advierto que tiene un nombre de interminable grandilocuencia, pero comprenda usted, es que se trata de la FECUNDA ENTIDAD QUE blo, blo, blo; omnipresente y dueño de todo el orbe, capacitado para hacer trizas la Vía Láctea como quien pincha con una aguja un globito de feria. Por tanto me es terminantemente prohibido referirme a ÉL por su sucinto nombre de pila, y muchísimo menos hacer uso del diminutivo, una mala y vulgar costumbre que, por desgracia ustedes, los humanos de carne y hueso, reiteran y hasta trivializan en contumacia infinita, aderezando cada acto social y de reencuentro de viejas y azarosas amistades con uso de aspavientos y berridos diversos, para desgracia de las cuerdas vocales, conminadas al deterioro más prematuro.

… compréndalo; si obrara de igual modo que ustedes, consintiéndome la “boutade” de mencionar a LA FECUNDA ENTIDAD QUE blu, blu, blu, bajo el peyorativo alias de “TÍO PACORRO”, el susodicho Hacedor y Regidor del destino de todos nosotros, “aparecidos” inclusive, dejaría de pesarse apaciblemente en la báscula de sus aseos personales, ensimismado en la pérdida matutina de unos gramos de realidad adiposa que le afean el regio abdomen, y agarrando la esfera terrestre por sus dos polos, la aplastaría entre mano y mano. Una milésima de segundo de tensa espera y

¡PLAAAFFF!

los cinco continentes y sus correspondientes océanos y mares a hacer puñetas, sin olvidar en el tintero la regresión evolutiva de las especies. Desolador panorama, ¿verdad?

Ya atisbo que mi tesis ultraterrenal y sincera sobre el amago del FIN DEL MUNDO ha surtido un efecto devastador sobre su conciencia de depredador racional, defensor firme de la supervivencia de la Ballena Gris y sin embargo, haciendo curso de su ambivalencia moral, se me muestra digno amante a ultranza de las decapitaciones a galope tendido de los ánades reales de Villa Panza de la Solaneta. Me lo imagino vestido con calzones cortos de turista metropolitano visionando el desenfrenado desboque sanguinario de los jinetes, espada en ristre, al inicio de su cabalgada, contrastado por la presencia de la cabezuela del pato en estado salvaje atado por las patas al extremo saliente de un poste con aspecto patibulario de horca para cuatreros. Y resumiendo esta edificante afición ecuestre, he aquí la siguiente igualdad que todo lo resume:
BÍCEPS = ESTULTICIA = TROFEO DE IMITACIÓN DE PLATA (no de ley)

… le soy ameno,
pero a la vez impertinente.
Magnífico. Un acicate más para perseverar en el desvelo intempestivo de su psique. Eso si, le recomiendo que deje usted de darle vueltas al prolijo texto del libro acunado en su regazo. Sí, hombre, el mamotreto titulado “DE LA ENERGÍA NUCLEAR Y SUS MIL SERVICIOS (a favor y en contra de la humanidad)”, abierto por las páginas 456-457. Por cierto, no entre en disquisiciones tendenciosas sobre la radioactividad y las fisiones nucleares rusas, pues dado mi vasto nivel de autosuficiencia bibliófila, le constato que estoy harto enterado de todo cuanto se cuece en cada hoja reciclada de tan voluminoso tomo, y no por ello pretendo alentar una conferencia teórica/práctica/técnica de dudosas consecuencias secundarias para la capacidad comprensiva de su embotada y obtusa materia gris.
Espero que no se me catalogue usted como una ferviente alma sensible, dado que este nuevo e incisivo golpe bajo que le he propinado podría llegar a afectarle en el futuro de su vida rutinaria, donde la sosería de su ridícula personalidad rivaliza en defectos y desaciertos con la chulería inmensa de su ALTER EGO.
Dígame, mísero de entre míseros de fabricación en serie, ¿en cuántas ocasiones se le ha sido presentado una individua del sexo opuesto, de indudable “glamour” veinteañero y relevantes conocimientos académicos, y por toda ocurrencia dialogante que implicara la ineludible conexión química que habría de emparejarles, aquella versara sobre los maravillosos resultados de sujeción pezonera de la dichosita “wonderbra”, que dicho sea de paso, encajaba de perlas con el apreciable busto de la interlocutora en cuestión?
Yo se lo diré: UN ROTUNDO Y DECADENTE FRACASO PRE-AMATORIO.
La impericia sociológica propia de los mediocres más abyectos en la materia de las relaciones sentimentales pasajeras. ¿Que padece usted el complejo de Edipo? Pues brame en contra de la naturaleza posesiva de su anciana y depauperada madre.
INDEPENDÍZASE.
CONTRAIGA VOTOS DE EMANCIPACIÓN.
LIBÉRESE DEL CORDÓN UMBILICAL QUE PERSISTE EN SU LIGADURA CON EL ÚTERO MATERNO.
Alquile un pisito de altas prestaciones y alcurnia en la urbanización campestre más alejada de la ciudad y concierte una cita a ciegas con una papaya fresca y jugosa que le haga despertar la libido. Y de paso llévese consigo un guión de cine (rechazado en sus tiempos por Orson Wells) en la línea de “MÁTAME O MUÉRDEME, PUES SI NO TE PRODUZCO NINGÚN DESVARÍO PECAMINOSO, AL MENOS ÁSAME A LA PARRILLA COMO MERA HAMBURGUESA (que no se airee por ahí que no sirvo ni para desenroscar el tapón de una gaseosa)”.
Disculpe lo rebuscado de la frasecilla de marras, pero comprenda usted que aquí, en España, la elección del título de cada producción de cine foránea se toma de manera libre formalizada por el afán de lucro de las distribuidoras, que de ésta forma dan a entender al impresionable público que la cinta en cuestión es más truculenta que el hallazgo y posterior captura de un zafio asesino en serie en la sierra del Guadarrama. Que la referida película se titule “DEF BY TEMPTATION” en la versión original de la Troma Productions en principio no nos dice nada.
… desenmascaremos nuestras tendencias o predilecciones más atávicas relacionadas con el entorno del mundo del celuloide. A mí solían encantarme las producciones cinematográficas de exiguo presupuesto, guión escrito y corregido día a día y elenco artístico semi-desconocido, sin el boato actual de las carretillas cargadas de millones y la publicidad encubierta de las estrellas del firme de la Avenida de Hollywood. En pocas palabras, los “filmes” de serie B ó Z. De la época de posguerra. Epígrafes comerciales tales como “EL DUPLICADO QUE VINO ALLENDE EL ESPACIO EXTERIOR”, “DULCE EXCRECENCIA MARCIANA”, o “EL HOMBRE INFECTADO POR INSIDIOSOS GRANOS PURULENTOS”, se me han quedado grabados en la retentiva a golpe de talla de escalpelo cirujano.
Pero apartemos la brutalidad de la lobotomía y centrémonos en sus gustos personales. Rememore conmigo las secuencias más impactantes proyectadas en la pantalla de su cine de barrio cuando usted no era más que un tierno infante que integraba parte interesada de las sesiones de tarde. Revivamos el suspense del acto en sí. Las imágenes semiborrosas en blanco y negro, mutando sobre la blanqueada lona que hacía su vez de pantalla. Las trepidantes melodías y acordes descriptivos de las bandas sonoras. Los susurros, ahogos y gritos emergentes de las cuerdas vocales de cada uno de los protagonistas. Las onomatopeyas súbitas y reales: el chirrido resentido de las ruedas de un coche al frenar en seco al borde de una curva cerrada trazada al límite del abismo de un barranco rocoso; los estampidos ensordecedores de una arma automática al escupir sus proyectiles segadores de toda vida palpitante; la desolación de una vivienda de hacendados venidos a menos, crepitante e iluminada en plena noche, devastada por la liturgia combustible de las llamas flamígeras; el rugir descarnado del viento “Simún”, asolando la tienda de campaña de unos ingenuos excursionistas de segunda fila.
La condensación de todos estos hechos o sucesos metiéndole a usted y al resto de la clientela mocosa el miedo más puro y duro en la osamenta. No hay más que escrutarle ahora a fondo perdido. Los vestigios más perturbadores de su lacónica infancia rebrotan con la fuerza destructiva del huracán María, instaurándole las marcas y cicatrices indelebles de la desazón perpetua en la palidez ajada de su rostro alargado.
Tez demacrada. Labios exangües, con el asomo de la punta de la lengua por el intersticio que separa la raja de la boca. Manos inertes y flojas, sujetando el libro medio abierto con la ansiedad reprimida del águila real al acertar en su décima acometida sobre el desvalido cuerpecillo asustadizo de un ratoncillo de campo…
… y los ojos.
Saltones y con las pupilas alarmantemente dilatadas. Ni siquiera pestañea usted un poquito.
Espere que compruebe un dato. Veamos si al pincharle el blanco del globo ocular derecho con la punta de la plumilla dorada de su pluma estilográfica (regalo en conmemoración de su 46 cumpleaños por Edelmiro Conejo, ese empleado suyo que con tanta frecuencia la pasa la mano por el lomo, ansiando ascender como si fuera un equipo de fútbol de segunda división)…
Nada. No siente ni el menor dolor. Ni AULLA, ni REBRINCA de placer masoquista. Y persiste en sus trece de no parpadear.
Espere un segundín.

… no – no – no…

Usted está sobreactuando, ¿verdad?
Desea exponerme su disgusto por mi presencia atosigante, ¿no? Lo hace usted muy bien, de veras. Si no fuera porque nunca acepto los diagnósticos fúnebres de los médicos forenses, estaría por catalogarle como un ejemplar de lo más selecto en la MUESTRA UNIVERSAL DE LOS SERES PATITIESOS.
… venga, hombre.
Su demostración “rigor mortis” está medianamente lograda, pero por mucho que se me empeñe, no me va a hacer creer que esté clínicamente…
MUERTO.
Si es necesario, pasaré la noche entera haciéndole compañía.
A ver quién de los dos termina dando su brazo a torcer.
Así de paso proseguiré criticando su modus vivendi, socavando el desarrollo gemelo de su otro YO…
Si con toda esta energía psíquica negativa no consigo traumatizarle de por vida, LA FECUNDA ENTIDAD QUE ble, ble, ble, no tardará un rechinar de dientes en degradarme en el escalafón de los “ULTRATUMBIS NEUTRA”.
Le recuerdo la máxima de la FECUNDA ENTIDAD QUE bli, bli, bli:

“Ay del ESPÍRITU ERRANTE que no llegue a divertirse ultrajando a la FUERZA VIVA,
pues su AURA CRANEAL vagará eternamente por los vestuarios
deportivos de un equipo de la liga de balonmano de cuarta regional.
Y no digamos del INÚTIL – con mayúscula – que desgracie con
demasiada anticipación al objeto de su evasión mundanal,
pues no hay peor castigo que ser deportado a
GROENLANDIA, donde los escasos nativos son tan fríos
y evasivos en el trato paranormal, que es preferible
ser absorbido por las perniciosas intenciones de una médium archiloca,
inmersa en pleno trance espiritista, o en menor medida, canalizar
nuestras partículas ectoplasmáticas en la mente esquizofrénica
de una niña presuntamente poseída por un DIABLO ARCANO.”

… en torno a este precepto nos guiaremos…, a menos que sus ondas cerebrales hayan cesado hasta convertirse en una transmisión estática, extremo que no creo plausible…
Que se le ve el plumero, insaciable lector de obras plomizas…
Je – je

Bla – bla – bla…
Por cierto, mueva un músculo, hombre, que me está poniendo quisquilloso.

Bla – bla – bla…
Vaya vista más perdida en el vacío. Pero en fin, yo a lo mío…

Bla – bla – bla…
Esto es insoportable. Como no empiece a respirar en un periquete, le zarandeo la cama.

Bla…
No puede ser posible. Es inadmisible. Ya lleva usted tres horas más tieso que un pilote de cemento.
muévase…
realice cien flexiones…
separe los labios…
frunza el ceño…
cierre las dichosas tapas del libro…
dígame algo…
no me atormente de esta manera tan poco edificante…
va a conseguir que claudique por las bravas.

¡Ay, mamá…!

este sujeto está muertecito en el contexto más amplio de la palabra…

MUERTO DE MIEDO

ja -ja

¡Dita sea! ¿Qué hago ahora…?

“PASCUALINOOOO…”

“CONTÉSTAME, PASCUALINO-OOO”

si… ¿si, mi ESTIMADA FECUNDA ENTIDAD QUE bla, bla, bla…?

“¿TE SUENA DE ALGO EL PEÑÓN DE GIBRALTAR?”

– …

“¿ME OYES, PASCUALINO?”

Algo sí que me suena, AMO MÍO…

“PUES YA SABES CUÁL SERÁ TU LABOR A PARTIR DE AHORA.”

Ha – ¿hacerle la vida ingrata a un colono británico tal vez…?

“QUITARLES LOS PIOJOS, LIENDRES Y DEMÁS PARÁSITOS
A LA POBLADA PELAMBRERA DE LOS MONOS
AUTÓCTONOS.” 1.

¡¡ … !!

1.-) N. del A.: En Gibraltar existe una colonia de monos que hace, deshace y causa las delicias y resquemores a partes iguales de turistas y nativos.