Esencia de vampiro.

En plenas navidades, un cuentico de terror de lo más liviano, escrito bajo los efectos benignos del cava, je, je. 


Ricardo recogió una botella de cava del frigorífico. Estaba lo suficientemente fría como para  satisfacer el paladar seco e hiriente de Penélope. Atrajo consigo la atención de la mujer con el tintineo del cristal de las dos copas al entrechocar entre si.
– Aquí tienes el néctar que calmará tu sed, querida – le dijo con tono frío.
Penélope observó cómo Ricardo vertía el contenido de la botella en ambas copas. 
Le tendió una.
Estaba llena en sus tres cuartas partes.
Ella aceptó de buen grado.
Sus labios carnosos sorbieron el líquido, humedeciéndose hasta adquirir un sentimiento superficial muy cercano al erotismo.
Ricardo sintió como su corazón muerto palpitaba frenéticamente ante su propia resurrección.
Se acercó hasta su víctima, hincándole los comillos en la yugular.
Penélope gritó de manera desaforada mientras su vitalidad mutaba desde su organismo hasta la enfermiza personalidad de Ricardo.
– ¡Te quiero, Penélope! ¡Te quiero, hasta tu muerte! – bramó aquel hombre malvado.
Cuando la mujer quedó tendida sobre el sofá, sin gota de sangre en sus venas, con un corazón inmóvil que denotaba su estado inerte, Ricardo, creyéndose triunfante por unos segundos, se agitó desesperado al instante. Sintió un ardor hiriente que le hizo gritar como la bestia que era, vomitando un torrente de sangre profundamente oscura sobre las tablas de la tarima del suelo.
MIró a su víctima con desprecio y horror.
– ¡Me has matado, puta! – farfulló, antes de sucumbir a su final.
Demasiado tarde…
Descubrió con tardanza que su presa había abandonado el mundo de los vivos hacía años.
Pues era un fantasma.
Un espíritu errante, que ahora se incorporaba desde el sofá, sonriendo con satisfacción hacia aquel vampiro. Ensanchó los orificios nasales, absorbiendo la esencia de Ricardo, convirtiéndose de esta manera en una entidad cada vez más poderosa y maligna.

Ilustración Terrorífica basada en los Amigos Invisibles de la infancia…

En este caso, la ilustración y su consiguiente humor malsano es de lo más tétrico. ¿Pues qué se esperaban? Estamos en un blog donde prolifera el terror. Donde la mente del autor del mismo persigue los fantasmas que atormentaron a Poe y a Lovecraft antes de su decadencia física final como meros seres mortales…


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Sigo llamando a la puerta y tú no me abres. (I keep knocking on the door and you don´t open me).

                        Después de las imágenes de casas abandonadas, qué mejor que un breve relato de terror al respecto, je je.

                        Se percibió el golpeteo de los nudillos contra la puerta de madera. Ese hecho le extrañó mucho. El timbre de la casa funcionaba perfectamente. Estaba solo, así que tuvo que acudir él mismo a la entrada.

                Hubo una repetición en la sucesión de breves impactos contra el otro lado. Miró la hora en el reloj de pulsera.
                21: 05.
                Atisbó a través de la mirilla. La lente estaba defectuosa y no pudo ver nada. Igualmente no había luz que alumbrara el dintel.
                – ¿Diga? – preguntó con cierto nerviosismo.
                Nadie le contestó.
                Pensó que sería algún crío del vecindario que estaba haciendo una broma pesada. Recorrió el rellano hacia la cocina, donde estaba levantando una tabla del suelo de madera para depositar en el hueco una grabadora introducida dentro de una bolsita de cierre hermético. Llevaba toda la tarde y comienzo de la noche ubicando varias de ellas en sitios escogidos por su interés y posible transcendencia dentro de los muros de aquella casa abandonada y en evidente estado de deterioro.
                Un fuerte porrazo sobre la puerta de la entrada principal le hizo detenerse.
                Su vista se asentó en principio sobre la ventana de la cocina. Al igual que el resto de aberturas, estaba tapada por tablones claveteados. Incluso dos ventanas más estaban tapiadas. Eso le tranquilizaba. Saber que nadie podía colarse por ahí para cogerle desprevenido.  Por sorpresa.
                Sonó un segundo golpe fuerte y rotundo, que hizo crujir la madera pútrida de la puerta. Esta resistió el embate sin problemas, pero los efectos del sonido se trasladaron por el resto del pasillo y de la casa con el odio de un eco devastador, propiciando la sensación de la rotura de la misma.
                Dejó caer la grabadora dentro del hueco y se incorporó de pie.
                Una gota de sudor frío, casi lechosa, fluyó desde su entrecejo, recorriéndole el perfil de la nariz, deteniéndose en la punta de la misma.
                El silencio se mantuvo durante menos de dos minutos, interrumpido por otro golpetazo más potente que el anterior.
                Abandonó la cocina, manteniéndose quieto en la mitad del camino hacia la puerta principal de la casa. Sujetó el teléfono móvil con el firme deseo de comunicarse con alguno de los dos miembros del equipo de investigación que habían salido en busca de algo de comida y de café para pasar la noche en vela dentro de aquel lugar nada agradable. Primero marcó un número y seguido el otro. Con tardanza, se fijó en la pantalla que le indicaba que no había cobertura. A los pocos segundos, se quedó sin batería.
                Tiró el móvil al suelo.
                ¡POOOOM!
                Miró con fijeza más allá del recibidor, donde se acumulaba la dejadez y la suciedad de años sin que nadie mediase para impedir el decaimiento de la vivienda.
                ¡POOOM! ¡POOM! ¡POOM!
                La severidad de los golpes retumbó  por la estrechez del pasillo central de la planta baja. El estruendo de la violencia empleada sobre la puerta estaba consiguiendo finalmente que diera la sensación que fuera a desencajarse de los goznes, derrumbándose hacia adentro, alzando una cortina de polvo y llevándose en la caída jirones de seda del arte decorativo y hacendoso de las arañas tejida en el travesaño superior.
                Los poros de la piel en la espalda se dilataron, consiguiendo que transpirara un sudor gélido y repulsivo al humedecer su camiseta, haciendo que se adhiriese a la zona lumbar como si fuera una piel muerta en plena fase de muda de la misma.
                ¡POOM!
                Finalmente una voz surgió desde la parte de fuera, donde la puerta era maltratada con tamaña vileza.
                – Sigo llamando, y tú no me abres.
                ¡Era la voz de Lorena!
                Precipitó sus pasos por el recibidor hasta situarse ante la puerta. Descorrió el enorme cerrojo que se mantenía oxidado pero cuya utilidad seguía siendo de lo más eficiente para el cierre eficaz de la entrada.
                – Jolines, Lorena y María. Os habéis pasado con los golpecitos. Espero que al menos la comida y el café sean digeribles.
                Quiso añadir otra frase, pero la puerta fue golpeada nuevamente con fuerza, dándole de lleno en pleno rostro, destrozándole el tabique nasal, precipitándole de espaldas contra el suelo mugriento.
                Su visión quedó oscurecida por la brutalidad del impacto. Agitó la cabeza, tratando de enfocar con cierta claridad hacia el hueco de la puerta abierta. Percibió un sonido característico detrás de donde estaba sentado. Eran los clavos de las tablas de la tarima que estaban siendo arrancados. Las mismas tablas eran apartadas, estrellándose contra las paredes. Cuando volvió la vista, aquello invisible que estaba delante de sus ojos lo empujó hacia el fondo del suelo, hincándole con precisión en la base con los propios clavos extraídos a la madera, atravesándole los miembros y la garganta, hasta inmovilizarlo dentro de aquella especie de tumba. Quiso gritar, pero tenía la tráquea aplastada. Sus pupilas se dilataron y los ojos se le salieron casi de las órbitas al ver el arco que describió una de las tablas de la tarima antes de empotrarse contra su propio cráneo.




                Lorena se desplazó por la cocina. Encontró la grabadora en el hueco de la parte del suelo levantado por su compañero. Se dio de cuenta que no estaba en funcionamiento, y le dio a la tecla de grabación. Abandonó la estancia y recorrió la parte del pasillo que llevaba a la sala de estar. Justo en ese momento María descendía las escaleras, llegando procedente de la planta superior donde estaban los antiguos dormitorios de quienes habían residido por última vez en aquella casa abandonada.
                – Nada. Javier tampoco está arriba – dijo disgustada.
                – No es propio de él querer gastar bromas de mal gusto. Me refiero a lo de dejar la puerta de la entrada medio abierta a nuestro regreso – aclaró Lorena.
                – Ya. Y tampoco lo es marcharse sin venir a cuento. Más si fue él quien más empeño puso en lo de pasar una noche en este sitio para intentar registrar alguna psicofonía – replicó María, enfurruñada.
                Recorrieron la parte del recibidor que llevaba hacia la puerta. María reparó en los tablones de la tarima del suelo que estaban flojos.
                – Mira. Aseguraría que esta parte del suelo no estaba tan mal cuando llegamos. Las tablas están medio sueltas. Les faltan los clavos. Ha tenido que ser el entretenimiento principal de Javier mientras hemos estado de compras, porque la grabadora que dejó en la cocina estaba sin poner en marcha.
                Se le ocurrió agacharse para mirar mejor una de las tablas. Vio que era fácil de quitar, y eso hizo. Su respiración se cortó brevemente al descubrir parte del semblante destrozado de su amigo a través del hueco.
                Lorena la miró preocupada.
                – ¿Qué sucede, María?
                – ¡Dios mío! ¡Es Javier! ¡Está…! ¡Su cuerpo está enterrado bajo las tablas del suelo!
                En ese instante comenzó a sonar un suave golpeteo de nudillos contra la puerta principal.
                – ¿Oyes eso? – preguntó Lorena a María.
                Esta se incorporó muy alterada. Miró a su amiga.
                Luego lo hizo con la puerta. Estaba cerrada pero sin correr el cerrojo enorme y herrumbroso que la mantendría en su sitio.
                Los golpeteos sobre la madera cobraron nueva insistencia.
                – ¿Qué hacéis? Sigo llamando, y nunca se me abre – les llegó una voz desde el exterior.
                Lorena y María se quedaron rígidas por el tono del mismo.
                Aquella voz era la de Javier…
                Pilladas de improviso, la puerta fue abierta de golpe.
                Una ráfaga intensa de aire fétido enredó los largos cabellos de Lorena y María. Se sintieron sujetadas por el pelo por una agresiva fuerza invisible. La puerta se cerró con estrépito y el cerrojo quedó corrido. María luchaba desesperada por desasirse de los dedos imperceptibles que tironeaban de sus cabellos. Vio que Lorena estaba siendo arrastrada por el suelo, alejándose hacia la cocina.
                – ¡Lorena!
                – ¡Ayúdame, María!
                María no pudo ayudarla. Miró hacia atrás, pero no encontró nada físico y palpable que la estuviese sujetando. Con brusquedad, se sintió alzada sobre el suelo, dirigida hacia el techo, donde pendía una vieja lámpara araña. La lámpara fue arrojada con fuerza y estrépito hacia el suelo. Aquello que la mantenía a la altura del techo, fue enredándole los cabellos contra el gancho de sujeción de la lámpara. María pataleaba. Oía de lejos los gritos doloridos de Lorena. Ella quiso hacer lo propio, pero algunos de los cristales de la lámpara fueron arrancadas de la misma e introducidas en su boca hasta ahogarla. Finalmente su cuerpo  quedó colgando por su larga melena enredada al gancho del techo, conforme su vida se apagaba con el vidrio incrustado en su garganta, consiguiendo que muriese en una lenta y larga agonía por asfixia.
                En la casa vacía y abandonada prosiguieron por unos minutos más los lamentos desgarradores de Lorena. Una vez sumida esta en el descanso eterno, el lugar permaneció el resto de la noche en completo silencio, sin que volviera a percibirse más golpes de nudillos contra la puerta principal. Pues ahora no había motivo para que percutiesen, al no haber ya nadie que pudiera responder a la llamada de los mismos.


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¡El fantasma de un famoso pirata perseguido por un router inalámbrico con muy mala uva!

Cuando falla la conexión a internet, y la empresa que tenemos contratada la línea adsl no actúa con la debida rapidez y eficacia en la solución del problema, hasta el router inalámbrico se nos cabrea. Lo malo es que puede acabar pagando el pato, no el técnico de la compañía operadora cuando venga a reparar la línea, si no el primer visitante que esté de paso por nuestro castillo. En este caso, el fantasma del renombrado pirata Pedro Doblón de Oro.


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Soliloquio fantasmagórico

…”buenas noches”,

osado y trasnochador lector, de insomne tránsito nocturno por la médula espinal emblemática de la recurrida ensoñación onírica que habría de procurarle a usted el oportuno y merecido descanso funcional a la red operativa de interconexiones neuronales, víctimas directas del infatigable desenfreno intelectual al cual son dedicadas por mor de su tangible y voluminoso cerebro de mosquito… Su pasaje en Aerolíneas Pesadillas, un valium.
Je-je…

Perdone mi mordacidad. Me divierto sobremanera sacándole defectos a cada ser humano viviente que me dirijo.
¿Que usted se considera sumamente inteligente, a la par que incrédulo, como para creer en las presumibles manifestaciones y visitas ignotas procedentes del MÁS ALLÁ?
Mi admirado contertulio; no se deje usted arrastrar por la vanidad y el egocentrismo más patético, que pueda que llegue a ennoblecer las virtudes de un monarca déspota, o reverdecer la mano dura de inflexibilidad orlado de pragmatismo que reviste en abstracto la CARADURA – dígase deseos materiales, tráfico de influencias, prevaricación a mansalva, etc…, que a otra cosa no me refiero – de todo dirigente politiquero que pulule por los dos hemisferios del globo terráqueo, que usted sólo desempeña la función altamente insustancial de la Unidad Laboral Obrera firmemente arraigada en el proceso de productividad económica e industrial que asola al país cual tifus malayo en la salud pachucha de un intrépido explorador del National Geographic de ochenta añitos de edad madura.
¿Que se autoproclama dichoso por no formar parte de la gran cola del paro? ¿Que da saltos de alegría por su grado de ex-socio honorífico del “INEM Fútbol Club”?
Me enternece usted. Una lagrimilla espectral inicia su recorrido pernicioso por el cutis sensible de mi mejilla derecha, más veces retocada por el maquillaje que la almohada sobre la que usted reposa la nuca. Procede del rabillo del ojo, ¿entiende? Y en tanto prosigue su curso facial, su simple contacto quema como el ácido. Los síntomas sensitivos son tan evidentes…
Oh, ya sé de antemano que su profesión no tiene nada que ver con la rama de la medicina general. Ya me he enterado de buena fuente que es usted un frío, calculador, histérico y coleccionista de amagos de ataques de miocardio como todo buen corredor de bolsa que se precie.
Dejando de lado la insipidez del mundo bursátil en que usted se mueve durante la franja horaria diurna, durante el cual el que le habla prefiere permanecer en el letargo más estricto, secreto y bien medido, distinción que merece los desmedidos elogios de parte de LA FECUNDA ENTIDAD QUE RIGE EL DESTINO DEL “Homo Sapiens Sapiens”, hasta que llegada la consabida medianoche en que la razón de mi ser me impulsa a atravesar el conglomerado de hormigón armado, ladrillo sueco y escayola oriental que conforma el tejido arquitectónico de la pared más cercana al lecho que usted ocupa en este preciso instante, guarda relación directísima con el defecto que más indispone a la FECUNDA ENTIDAD que BLA, BLA, BLA…
Ya advierto que tiene un nombre de interminable grandilocuencia, pero comprenda usted, es que se trata de la FECUNDA ENTIDAD QUE blo, blo, blo; omnipresente y dueño de todo el orbe, capacitado para hacer trizas la Vía Láctea como quien pincha con una aguja un globito de feria. Por tanto me es terminantemente prohibido referirme a ÉL por su sucinto nombre de pila, y muchísimo menos hacer uso del diminutivo, una mala y vulgar costumbre que, por desgracia ustedes, los humanos de carne y hueso, reiteran y hasta trivializan en contumacia infinita, aderezando cada acto social y de reencuentro de viejas y azarosas amistades con uso de aspavientos y berridos diversos, para desgracia de las cuerdas vocales, conminadas al deterioro más prematuro.

… compréndalo; si obrara de igual modo que ustedes, consintiéndome la “boutade” de mencionar a LA FECUNDA ENTIDAD QUE blu, blu, blu, bajo el peyorativo alias de “TÍO PACORRO”, el susodicho Hacedor y Regidor del destino de todos nosotros, “aparecidos” inclusive, dejaría de pesarse apaciblemente en la báscula de sus aseos personales, ensimismado en la pérdida matutina de unos gramos de realidad adiposa que le afean el regio abdomen, y agarrando la esfera terrestre por sus dos polos, la aplastaría entre mano y mano. Una milésima de segundo de tensa espera y

¡PLAAAFFF!

los cinco continentes y sus correspondientes océanos y mares a hacer puñetas, sin olvidar en el tintero la regresión evolutiva de las especies. Desolador panorama, ¿verdad?

Ya atisbo que mi tesis ultraterrenal y sincera sobre el amago del FIN DEL MUNDO ha surtido un efecto devastador sobre su conciencia de depredador racional, defensor firme de la supervivencia de la Ballena Gris y sin embargo, haciendo curso de su ambivalencia moral, se me muestra digno amante a ultranza de las decapitaciones a galope tendido de los ánades reales de Villa Panza de la Solaneta. Me lo imagino vestido con calzones cortos de turista metropolitano visionando el desenfrenado desboque sanguinario de los jinetes, espada en ristre, al inicio de su cabalgada, contrastado por la presencia de la cabezuela del pato en estado salvaje atado por las patas al extremo saliente de un poste con aspecto patibulario de horca para cuatreros. Y resumiendo esta edificante afición ecuestre, he aquí la siguiente igualdad que todo lo resume:
BÍCEPS = ESTULTICIA = TROFEO DE IMITACIÓN DE PLATA (no de ley)

… le soy ameno,
pero a la vez impertinente.
Magnífico. Un acicate más para perseverar en el desvelo intempestivo de su psique. Eso si, le recomiendo que deje usted de darle vueltas al prolijo texto del libro acunado en su regazo. Sí, hombre, el mamotreto titulado “DE LA ENERGÍA NUCLEAR Y SUS MIL SERVICIOS (a favor y en contra de la humanidad)”, abierto por las páginas 456-457. Por cierto, no entre en disquisiciones tendenciosas sobre la radioactividad y las fisiones nucleares rusas, pues dado mi vasto nivel de autosuficiencia bibliófila, le constato que estoy harto enterado de todo cuanto se cuece en cada hoja reciclada de tan voluminoso tomo, y no por ello pretendo alentar una conferencia teórica/práctica/técnica de dudosas consecuencias secundarias para la capacidad comprensiva de su embotada y obtusa materia gris.
Espero que no se me catalogue usted como una ferviente alma sensible, dado que este nuevo e incisivo golpe bajo que le he propinado podría llegar a afectarle en el futuro de su vida rutinaria, donde la sosería de su ridícula personalidad rivaliza en defectos y desaciertos con la chulería inmensa de su ALTER EGO.
Dígame, mísero de entre míseros de fabricación en serie, ¿en cuántas ocasiones se le ha sido presentado una individua del sexo opuesto, de indudable “glamour” veinteañero y relevantes conocimientos académicos, y por toda ocurrencia dialogante que implicara la ineludible conexión química que habría de emparejarles, aquella versara sobre los maravillosos resultados de sujeción pezonera de la dichosita “wonderbra”, que dicho sea de paso, encajaba de perlas con el apreciable busto de la interlocutora en cuestión?
Yo se lo diré: UN ROTUNDO Y DECADENTE FRACASO PRE-AMATORIO.
La impericia sociológica propia de los mediocres más abyectos en la materia de las relaciones sentimentales pasajeras. ¿Que padece usted el complejo de Edipo? Pues brame en contra de la naturaleza posesiva de su anciana y depauperada madre.
INDEPENDÍZASE.
CONTRAIGA VOTOS DE EMANCIPACIÓN.
LIBÉRESE DEL CORDÓN UMBILICAL QUE PERSISTE EN SU LIGADURA CON EL ÚTERO MATERNO.
Alquile un pisito de altas prestaciones y alcurnia en la urbanización campestre más alejada de la ciudad y concierte una cita a ciegas con una papaya fresca y jugosa que le haga despertar la libido. Y de paso llévese consigo un guión de cine (rechazado en sus tiempos por Orson Wells) en la línea de “MÁTAME O MUÉRDEME, PUES SI NO TE PRODUZCO NINGÚN DESVARÍO PECAMINOSO, AL MENOS ÁSAME A LA PARRILLA COMO MERA HAMBURGUESA (que no se airee por ahí que no sirvo ni para desenroscar el tapón de una gaseosa)”.
Disculpe lo rebuscado de la frasecilla de marras, pero comprenda usted que aquí, en España, la elección del título de cada producción de cine foránea se toma de manera libre formalizada por el afán de lucro de las distribuidoras, que de ésta forma dan a entender al impresionable público que la cinta en cuestión es más truculenta que el hallazgo y posterior captura de un zafio asesino en serie en la sierra del Guadarrama. Que la referida película se titule “DEF BY TEMPTATION” en la versión original de la Troma Productions en principio no nos dice nada.
… desenmascaremos nuestras tendencias o predilecciones más atávicas relacionadas con el entorno del mundo del celuloide. A mí solían encantarme las producciones cinematográficas de exiguo presupuesto, guión escrito y corregido día a día y elenco artístico semi-desconocido, sin el boato actual de las carretillas cargadas de millones y la publicidad encubierta de las estrellas del firme de la Avenida de Hollywood. En pocas palabras, los “filmes” de serie B ó Z. De la época de posguerra. Epígrafes comerciales tales como “EL DUPLICADO QUE VINO ALLENDE EL ESPACIO EXTERIOR”, “DULCE EXCRECENCIA MARCIANA”, o “EL HOMBRE INFECTADO POR INSIDIOSOS GRANOS PURULENTOS”, se me han quedado grabados en la retentiva a golpe de talla de escalpelo cirujano.
Pero apartemos la brutalidad de la lobotomía y centrémonos en sus gustos personales. Rememore conmigo las secuencias más impactantes proyectadas en la pantalla de su cine de barrio cuando usted no era más que un tierno infante que integraba parte interesada de las sesiones de tarde. Revivamos el suspense del acto en sí. Las imágenes semiborrosas en blanco y negro, mutando sobre la blanqueada lona que hacía su vez de pantalla. Las trepidantes melodías y acordes descriptivos de las bandas sonoras. Los susurros, ahogos y gritos emergentes de las cuerdas vocales de cada uno de los protagonistas. Las onomatopeyas súbitas y reales: el chirrido resentido de las ruedas de un coche al frenar en seco al borde de una curva cerrada trazada al límite del abismo de un barranco rocoso; los estampidos ensordecedores de una arma automática al escupir sus proyectiles segadores de toda vida palpitante; la desolación de una vivienda de hacendados venidos a menos, crepitante e iluminada en plena noche, devastada por la liturgia combustible de las llamas flamígeras; el rugir descarnado del viento “Simún”, asolando la tienda de campaña de unos ingenuos excursionistas de segunda fila.
La condensación de todos estos hechos o sucesos metiéndole a usted y al resto de la clientela mocosa el miedo más puro y duro en la osamenta. No hay más que escrutarle ahora a fondo perdido. Los vestigios más perturbadores de su lacónica infancia rebrotan con la fuerza destructiva del huracán María, instaurándole las marcas y cicatrices indelebles de la desazón perpetua en la palidez ajada de su rostro alargado.
Tez demacrada. Labios exangües, con el asomo de la punta de la lengua por el intersticio que separa la raja de la boca. Manos inertes y flojas, sujetando el libro medio abierto con la ansiedad reprimida del águila real al acertar en su décima acometida sobre el desvalido cuerpecillo asustadizo de un ratoncillo de campo…
… y los ojos.
Saltones y con las pupilas alarmantemente dilatadas. Ni siquiera pestañea usted un poquito.
Espere que compruebe un dato. Veamos si al pincharle el blanco del globo ocular derecho con la punta de la plumilla dorada de su pluma estilográfica (regalo en conmemoración de su 46 cumpleaños por Edelmiro Conejo, ese empleado suyo que con tanta frecuencia la pasa la mano por el lomo, ansiando ascender como si fuera un equipo de fútbol de segunda división)…
Nada. No siente ni el menor dolor. Ni AULLA, ni REBRINCA de placer masoquista. Y persiste en sus trece de no parpadear.
Espere un segundín.

… no – no – no…

Usted está sobreactuando, ¿verdad?
Desea exponerme su disgusto por mi presencia atosigante, ¿no? Lo hace usted muy bien, de veras. Si no fuera porque nunca acepto los diagnósticos fúnebres de los médicos forenses, estaría por catalogarle como un ejemplar de lo más selecto en la MUESTRA UNIVERSAL DE LOS SERES PATITIESOS.
… venga, hombre.
Su demostración “rigor mortis” está medianamente lograda, pero por mucho que se me empeñe, no me va a hacer creer que esté clínicamente…
MUERTO.
Si es necesario, pasaré la noche entera haciéndole compañía.
A ver quién de los dos termina dando su brazo a torcer.
Así de paso proseguiré criticando su modus vivendi, socavando el desarrollo gemelo de su otro YO…
Si con toda esta energía psíquica negativa no consigo traumatizarle de por vida, LA FECUNDA ENTIDAD QUE ble, ble, ble, no tardará un rechinar de dientes en degradarme en el escalafón de los “ULTRATUMBIS NEUTRA”.
Le recuerdo la máxima de la FECUNDA ENTIDAD QUE bli, bli, bli:

“Ay del ESPÍRITU ERRANTE que no llegue a divertirse ultrajando a la FUERZA VIVA,
pues su AURA CRANEAL vagará eternamente por los vestuarios
deportivos de un equipo de la liga de balonmano de cuarta regional.
Y no digamos del INÚTIL – con mayúscula – que desgracie con
demasiada anticipación al objeto de su evasión mundanal,
pues no hay peor castigo que ser deportado a
GROENLANDIA, donde los escasos nativos son tan fríos
y evasivos en el trato paranormal, que es preferible
ser absorbido por las perniciosas intenciones de una médium archiloca,
inmersa en pleno trance espiritista, o en menor medida, canalizar
nuestras partículas ectoplasmáticas en la mente esquizofrénica
de una niña presuntamente poseída por un DIABLO ARCANO.”

… en torno a este precepto nos guiaremos…, a menos que sus ondas cerebrales hayan cesado hasta convertirse en una transmisión estática, extremo que no creo plausible…
Que se le ve el plumero, insaciable lector de obras plomizas…
Je – je

Bla – bla – bla…
Por cierto, mueva un músculo, hombre, que me está poniendo quisquilloso.

Bla – bla – bla…
Vaya vista más perdida en el vacío. Pero en fin, yo a lo mío…

Bla – bla – bla…
Esto es insoportable. Como no empiece a respirar en un periquete, le zarandeo la cama.

Bla…
No puede ser posible. Es inadmisible. Ya lleva usted tres horas más tieso que un pilote de cemento.
muévase…
realice cien flexiones…
separe los labios…
frunza el ceño…
cierre las dichosas tapas del libro…
dígame algo…
no me atormente de esta manera tan poco edificante…
va a conseguir que claudique por las bravas.

¡Ay, mamá…!

este sujeto está muertecito en el contexto más amplio de la palabra…

MUERTO DE MIEDO

ja -ja

¡Dita sea! ¿Qué hago ahora…?

“PASCUALINOOOO…”

“CONTÉSTAME, PASCUALINO-OOO”

si… ¿si, mi ESTIMADA FECUNDA ENTIDAD QUE bla, bla, bla…?

“¿TE SUENA DE ALGO EL PEÑÓN DE GIBRALTAR?”

– …

“¿ME OYES, PASCUALINO?”

Algo sí que me suena, AMO MÍO…

“PUES YA SABES CUÁL SERÁ TU LABOR A PARTIR DE AHORA.”

Ha – ¿hacerle la vida ingrata a un colono británico tal vez…?

“QUITARLES LOS PIOJOS, LIENDRES Y DEMÁS PARÁSITOS
A LA POBLADA PELAMBRERA DE LOS MONOS
AUTÓCTONOS.” 1.

¡¡ … !!

1.-) N. del A.: En Gibraltar existe una colonia de monos que hace, deshace y causa las delicias y resquemores a partes iguales de turistas y nativos.