Esencia de vampiro.

En plenas navidades, un cuentico de terror de lo más liviano, escrito bajo los efectos benignos del cava, je, je. 


Ricardo recogió una botella de cava del frigorífico. Estaba lo suficientemente fría como para  satisfacer el paladar seco e hiriente de Penélope. Atrajo consigo la atención de la mujer con el tintineo del cristal de las dos copas al entrechocar entre si.
– Aquí tienes el néctar que calmará tu sed, querida – le dijo con tono frío.
Penélope observó cómo Ricardo vertía el contenido de la botella en ambas copas. 
Le tendió una.
Estaba llena en sus tres cuartas partes.
Ella aceptó de buen grado.
Sus labios carnosos sorbieron el líquido, humedeciéndose hasta adquirir un sentimiento superficial muy cercano al erotismo.
Ricardo sintió como su corazón muerto palpitaba frenéticamente ante su propia resurrección.
Se acercó hasta su víctima, hincándole los comillos en la yugular.
Penélope gritó de manera desaforada mientras su vitalidad mutaba desde su organismo hasta la enfermiza personalidad de Ricardo.
– ¡Te quiero, Penélope! ¡Te quiero, hasta tu muerte! – bramó aquel hombre malvado.
Cuando la mujer quedó tendida sobre el sofá, sin gota de sangre en sus venas, con un corazón inmóvil que denotaba su estado inerte, Ricardo, creyéndose triunfante por unos segundos, se agitó desesperado al instante. Sintió un ardor hiriente que le hizo gritar como la bestia que era, vomitando un torrente de sangre profundamente oscura sobre las tablas de la tarima del suelo.
MIró a su víctima con desprecio y horror.
– ¡Me has matado, puta! – farfulló, antes de sucumbir a su final.
Demasiado tarde…
Descubrió con tardanza que su presa había abandonado el mundo de los vivos hacía años.
Pues era un fantasma.
Un espíritu errante, que ahora se incorporaba desde el sofá, sonriendo con satisfacción hacia aquel vampiro. Ensanchó los orificios nasales, absorbiendo la esencia de Ricardo, convirtiéndose de esta manera en una entidad cada vez más poderosa y maligna.

Año nuevo

A escasos momentos de la entrada en un año nuevo, no todo es aparente ilusión y felicidad. Vidas anodinas. Biografías nefastas. Crueldad manifiesta. Falta de sentimientos y emociones. Por desgracia hay seres sumergidos en la rutina. Y acostumbrados a la violencia. Qué quereis que os diga. Dorothy Collins refleja el sentimiento ambiguo de la sociedad actual, donde la muerte ajena se nos sirve a través de los noticiarios, los documentales, el cine, los videojuegos. Ante hechos como el sucedido con Dorothy, la sociedad que la rodea responde anestesiada. Una persona más. Una persona menos. Y el mundo que sigue girando en torno a su mismo eje.

31 de diciembre
23: 30
Temperatura en el exterior: – 7ºC
Pronóstico del tiempo: Continuación de fuertes nevadas en las próximas 24 horas

Localidad: Point of Faith
Población: 57000 habitantes

Año nuevo, vida nueva.

Dorothy Collins tenía 55 años. Era una vagabunda solitaria y alcoholizada. También le pegaba al crack. Sus expectativas de longevidad eran ya muy cortas.
Confinada en el interior de un cajero bancario para resguardarse del frío, su mente estaba adormecida, sin interesarse por la llegada del nuevo año. Acurrucada debajo de una manta vieja y andrajosa, con su botella de coñac medio llena al alcance de su mano cuando le diera por darse la medio vuelta sobre su costado, Dorothy veía su pasado como una pesadilla.


Adicta a las drogas desde los catorce años. Sus padres fueron unos alcohólicos contumaces. Jamás se preocuparon por su educación ni por sus andanzas. Que frecuentara malas compañías desde niña les iba al pairo. A los diecisiete años empezó a prostituirse para financiarse la dosis diaria de cocaína. Su juventud discurrió demasiado deprisa. Con veintiséis años aparentaba los cuarenta. Desde aquella edad, la cuesta abajo. Llegaría el crack y su vida como vagabunda.
Su presente. Un vivir 24 horas y luego 24 horas más y así hasta que le llegara el futuro.
Su destino.
La muerte.
En esta ocasión, la dama de la guadaña rondaba muy cerca de ella.
Eran tres pandilleros menores de edad. El menor de quince años y los otros dos, quienes eran hermanos gemelos, de 17. Estaban ya borrachos. La noche era infernal, y no había nadie por las calles nevadas del barrio. Sólo estaban ellos tres. Hijos de familias desestructuradas, en cuyos hogares no se les echaba en falta. Uno de los dos hermanos fue el primero en fijarse en la figura tumbada de la anciana.
– Mirad. Una puñetera pobretona – les dijo a los otros dos.
Se acercaron a la cristalera. A pesar de la luz interna del foco cenital del habitáculo, la mujer estaba completamente dormida.
– Qué asco. Si tengo que sacar pasta, ¿cómo voy a hacerlo con esa tipa ahí metida? – continuó el macarra.
Su hermano estaba más ebrio. Rió como un tonto.
– Vamos a matarla. La sacamos y la dejamos tirada en la nieve. Nadie va a echarla de menos.
– Ya.
El mocoso de quince años miraba arrobado a la actitud chulesca de los dos hermanos.
– Vamos a buscar algún palo- dijo uno de los gemelos.
Se adelantaron hasta alcanzar el callejón cercano.
Entraron y rebuscaron por la basura.
Al final dieron con una barra de hierro.
Sus sonrisas quedaron reflejadas entre penumbras como la sonrisa del gato invisible de Alicia en el país de las maravillas.

31 de diciembre
23: 55
Temperatura en el exterior: – 8ºC
Pronóstico del tiempo: continuación de fuertes nevadas y heladas en las próximas 24 horas.

Un agente local de Point of Faith estaba recorriendo las calles en su coche patrulla, cuando vio una figura tendida en la nieve, casi al borde de la acera cercana al cajero automático del banco.
Detuvo el vehículo y se bajó del mismo.
– Frío del carajo – musitó, contrariado por tener que comprobar aquel cuerpo tendido boca abajo.
Nada más acercarse pudo apreciar que era una mujer de edad madura. Era una vagabunda.
Estaba muerta.
Con la cabeza reventada a la altura de la nuca. Había sangre congelada sobre la nieve, y una variedad de pisadas entre la zona donde estaba tendida y el acceso al interior del cajero automático.
– Menudo final de año – se maldijo el agente.
Tendría que redactar un informe.
Papeleo en plena medianoche.
El reloj cercano de la parroquia de San José Obrero marcaba casi las doce.
Alumbró el cráneo de la fallecida.
– Maldita sea.
Fue al coche para informar del suceso por la emisora.
Era un comienzo de año nuevo cojonudo.
En su fuero interno estaba por investigar lo mínimo.
La víctima era una persona sin hogar.
Nadie la iba a echar de menos.
Haría los trámites lo más rápidamente posible para así terminar su turno, irse a su casa y celebrar el primer día del nuevo año en la cama, durmiendo como un bendito.

1 de enero
01:00 de la madrugada
Pronóstico del tiempo: Nevadas persistentes y heladas fuertes en las siguientes 24 horas

El cadáver de Dorothy Collins fue levantado de la escena del crimen bajo la supervisión del Inspector de homicidios local y el médico forense.
El clima era sumamente desapacible y la hora no invitaba a dilatar el proceso más allá de lo necesario.
Cuando el cuerpo de la mujer fue depositado en la parte trasera de la ambulancia, los allí presentes se despidieron con gestos de mano y deseándose un buen inicio de año.

Felices navidades

En primer lugar, desearos unas felices fiestas a mis seguidores de pesadillas.
A partir de ahora, mi deseo es encabezar cada nuevo relato con una pequeña entradilla estilo Stephen King, ja ja.
Esta misma tarde se me ha ocurrido este relato corto, más de intriga, que no de terror, pero ambientado en las fechas festivas en las cuales nos encontramos.
Evidentemente, para el principal protagonista, Nicholas, su celebración por su parte pende de un hilo.
Esperemos que consiga salir del atolladero en que anda metido y que igualmente pueda disfrutar de las navidades en paz y armonía…

Nicholas tenía un ojo negro, el labio superior partido y el resto del cuerpo hecho polvo por la cantidad de patadas que le propinaron. Estaba hecho un verdadero guiñapo. Para sostenerlo de pie delante del usurero al que le debía veinte mil dólares tuvo que valerse de la ayuda de los propios gregarios del villano.
– Vamos a ver, Nicholas – le habló aquella mala bestia, con el cigarro puro entre los labios al estilo gangster. – No pensarás que la paliza que te han dado mis esbirros va a satisfacer la enorme cantidad de dinero que me adeudas.
– Yo… Le juro que si usted me concede más tiempo. Tengo contactos… Si me dejara apostar de nuevo en el canódromo dos o tres noches seguidas…- susurró Nicholas con la lengua atrofiada. Escupió un diente suelto que pendía de las encías.
– Y una leche. El tiempo se te ha acabado.
– Se lo ruego. Tengo mujer y dos hijas pequeñas…
– Ya. Y encima hoy es la víspera de la nochebuena. El espíritu de la navidad impera en todo el mundo, bla, bla, bla.
– Yo.
– ¡Cállate, inútil! Si vuelves a mencionar una sola sílaba más, seré yo mismo quien te remate con un tiro en la sien.
Su mirada era de una fiera enfurecida. Un tigre salvaje al que un estúpido cazador había errado en su única oportunidad de vencerlo con su escopeta. El mafioso se entretuvo en andar por la antesala de la lóbrega y abandonada casa situada en el extrarradio de la ciudad. De repente se detuvo. Miró a uno de sus hombres.
– Laszlo. Ya va siendo hora de que cambies de coche.
– Hombre, es un Ford de quince años.
– ¿Cuánta gasolina le queda en el depósito?
– No mucha. Cuatro litros, más o menos. Pensaba ir luego a la estación de servicio de Trentino Gorza.
Miró nuevamente a Nicholas. Esbozó una sonrisa amigable.
– Te voy a dar una oportunidad, Nicholas.
– Haré lo que usted mande, señor.
– Perfecto.
Se volvió hacia el matón con el que había entablado conversación segundos antes.
– Laszlo, dale las llaves de tu coche a nuestro amigo Nicholas.
– Lo que digas, jefe.
Laszlo se las puso entre ambas manos de Nicholas.
– Mira. Haremos lo siguiente. Un apaño para arreglar en parte tu desaguisado. Si lo haces bien, te concederé una semana más de tiempo. Se que no servirá de nada, pero al menos podrías así pasar las últimas navidades con tu familia. Es lo menos que se puede hacer por respeto a tus allegados más íntimos.
“Pero para hacerte merecedor de este plazo adicional de tiempo, has de conseguir una cosa. Mantener a raya a Laszlo al volante de mi coche.
– No lo entiendo… Cómo dice…- balbuceó Nicholas, hecho un manojo de nervios.
– Manejarás el coche de Laszlo. El en cambio utilizará mi descapotable. Ya lo has oído antes. El Ford tiene unos cuantos años y poca gasolina en el depósito. Pero no pido que corras para ganar una carrera. Simplemente te exijo que aprietes a fondo el acelerador, y que el tiempo que te dure la gasolina, no dejes que Laszlo te adelante. Si lo consigues, te concedo la prórroga. Si al contrario, Laszlo te adelanta, eres historia en menos de sesenta segundos. Y te aseguro que seré yo mismo el que te condene al infierno, joder.
“Vamos a empezar con la competición. Que esto se está dilatando más de la cuenta. Dentro de una hora tengo una reunión importante con uno de mis socios…
Los secuaces del mafioso obligaron a Nicholas a salir de la casa para encaminarse hacia donde estaban aparcados los vehículos…

Nicholas atisbaba la carretera delante de él con su único ojo en buenas condiciones. Sus dedos apretaban con firmeza el cubre volantes, y su pie derecho hacia lo propio con el pedal del acelerador. El motor del vehículo que conducía rugía al límite de sus posibilidades. Estaba conduciendo a 170 por hora. Pegado al costado derecho de la carrocería del Ford estaba el descapotable Morrison. El secuaz del mafioso estaba menos ansioso que Nicholas. Le estaba concediendo un pequeño intervalo de esperanza. Dentro de unos segundos le iba a dar un fuerte impulso con el fin de adelantarle y así dar por terminado con la absurda ocurrencia de su jefe.
Fue entonces cuando un venado surgió de la arboleda desde el lado de la cuneta derecha de la carretera comarcal. Laszlo hizo lo posible por esquivarlo, pero no pudo evitar el impacto. El cuerpo del animal golpeó el parabrisas, cuarteándolo, haciendo imposible que Laszlo viera más la carretera por la que estaba transitando. Sus manos perdieron por unas milésimas de segundo todo contacto con el volante, mientras los airbags se abrían, desconcertándole por completo. El descapotable perdió todo control sobre sus cuatro ruedas, y enfiló la cuneta, saliéndose de la carretera, abordando el tupido bosque hasta estamparse de lleno contra un tronco. Laszlo murió en el acto.
Mientras, Nicholas siguió conduciendo sin mirar hacia atrás, hasta que agotó la poca gasolina que le quedaba.
Unos pocos minutos más tarde le alcanzó el mafioso con otro de los coches de sus ayudantes.
Se bajó con rostro circunspecto y se dirigió hacia el lado del conductor del Ford. Le hizo una indicación a Nicholas que bajara la ventanilla del coche.
– Espero que aproveches la semana que te doy de plazo añadido. Si no consigues la cantidad que me debes, te juro que vas a sufrir lo indecible antes de irte al hoyo. Laszlo es una pérdida irrecuperable.
“Por cierto. Saluda a tu familia de mi parte.
“Que pases unas felices navidades.
“ Y que Santa Claus te traiga un cheque de veinte mil dólares.