Una presencia insignificante.
Era una tienda de una franquicia conocida de alimentos. De medio tamaño, con doce empleados y una encargada. Desde hacía meses sucedían hechos extraños. Cierta mercancía que se movía de un estante a otro. Botes que caían. Luces que parpadeaban sin motivo de caída de tensión en el entramado eléctrico. Chirridos. El sonido de pisadas donde no había nadie. Zonas donde la temperatura decrecía varios grados con el resto del establecimiento.
El personal del local, jefa incluida, estaban sumamente inquietos. Se diría que asustados, con varias bajas médicas por ansiedad.
Se revisó la tienda con una médium y un caniche que captaba impregnaciones del pasado.
En este caso no se tardó mucho en determinar que había una entidad, un espíritu, que al morir, permanecía en este plano, sin seguir el camino hacia la luz.
No estaba decidido en hacerlo.
Finalmente era el espíritu del anterior dueño, un ser presuntuoso, de metro y medio de estatura.
Se le comunicó que era insignificante, así que mejor que siguiera adelante.
Eso hizo, no sin antes recalcar que media metro sesenta, no metro y medio.