Audio relato de misterio, humor y supervillano: "El supervillano Mega Muerte." Más una ¿psicofonía?

http://www.ivoox.com/player_ej_8013936_4_1.html?c1=0a0501 Justo al final del relato, cuando se dice que el protagonista frecuentaba el psiquiátrico Darkmind, se cuela una voz femenina que susurra “que va”. http://www.ivoox.com/player_ej_8014784_4_1.html?c1=080402

¡Nuestro Superhéroe Más Peculiar! ¡SUPER ZOMBI!

Se llamaba Eulogio Espárrago Triguero. Era un pamplonica de pro, al que las injusticias sociales le repateaban el hígado cada vez que acompañaba un pincho de pimiento con una copa de pacharán casero.
Una noche, mientras navegaba por internet, descubrió que existían superhéroes de carne y hueso. En principio eran yanquis chalados que emulaban con pocos medios y nulos superpoderes a los héroes más famosos del cómic. Más tarde, la tendencia también se extendió por Europa y el resto del mundo. Eulogio averiguó que en la Vieja Iruña no había nadie que intentara luchar contra el crimen organizado al margen de la ley, así que decidió convertirse en un superhéroe. Adquirió un disfraz con mallas y capa en un todo a un euro. Su nombre artístico iba a ser el de Mega Eulogio, “El del Espárrago Sano y Tierno”.
Pero algo iba a salirle mal. 
En una de sus primeras rondas nocturnas por el Casco Viejo, se topó en un callejón con un llamativo barril que contenía leche caducada desde hacía dos meses. Se ve que un deshonesto propietario de alguno de los locales de hostelería había dejado abandonado el contenido del barril en esa zona donde nunca llegaba la brigada de limpieza.
Mega Eulogio husmeó dentro del barril…
A los pocos segundos se sintió indispuesto, para cinco minutos más tarde transformarse en un zombi.
A partir de ese instante, acababa de nacer un superhéroe de verdad:
¡SÚPER ZOMBI!

Super Zombi vela por los ciudadanos de Pamplona desde lo más alto de los rascacielos del centro de la ciudad. Desde ahí otea el horizonte, en busca de malvados que importunan a las personas honestas sin venir a cuento.

Si acaso alzáis la cabeza, y atisbáis una silueta recortada contra el cielo en lo alto de un edificio del Segundo Ensanche, ¡no hay que temer lo peor! No es ningún suicida que decide acortar su vida por la eliminación del equipo de su amores, Osasuna, a pies de un equipo de segunda B en la primera ronda de la Copa del Rey.
¡Es el más ejemplar de los superhéroes! ¡Es Super Zombi! Su presencia en la azotea del rascacielos más interminable en altura de Pamplona se debe a que acaba de reparar en la terrible amenaza de un malvado villano quinientos pisos más abajo.
¡Mirad! Nuestro benefactor vuela en caída libre, decidido a solventar tan delicadísima situación.

Setecientos metros más abajo, un malvado ser está haciendo la vida imposible a los clientes y resto de transeúntes que pasan por delante de la entrada del Supermercado “El Hipopótamo Bailón”. Se trata de un falso pedigüeño, de nombre Porfirio Egunetxea. De siempre ha sido un sujeto apegado a la vagancia más descarada. Está soltero. Tiene treinta años, y como mucho, desea abandonar la casa que comparte con sus padres cuando tenga cincuenta años. Porfirio tiene una vida laboral total de dos horas y media por cuenta de una empresa de trabajo temporal, ejercidas en el año 2002. Desde entonces vive del cuento, además de intentar recaudar dinero estafando a los clientes del supermercado con su falsa identidad de mendigo.
Porfirio no contaba con la espectacular intervención de Super Zombi. En escasos diez segundos, nuestro ejemplar salvador mordisqueó cincuenta veces en diversas zonas blandas al descarado Porfirio, consiguiendo que desistiera de pedir más limosnas para el resto de su sosa existencia.
Porfirio terminó por rendirse ante Super Zombi. Desde ese día, se convirtió en una especie de animador cultural…


¡Recordad esto, ciudadanos y ciudadanas de la Vieja Pamplona! ¡Nuestra calidad de vida se la debemos a Super Zombi!


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El supervillano Mega Muerte. (Supervillain Mega Death).

– Tienes que decírmelo, Barny.
“Es verdad…  Espera a que primero pulse el interruptor del micrófono. De otra forma me es imposible oírte.
– ¡Escoria! ¡Eso es lo que eres! ¡No te voy a decir ni una leche!
– Eso siempre sucede al principio. Vamos a ver. Te enfrentas con el supervillano Mega Muerte.
Te tengo encerrado en una cápsula sellada a cal y canto. Tienes un suministro de oxígeno para media hora escasa. Yo tengo el control absoluto de la situación. Si confiesas lo que espero oír de ti, te dejaré oxígeno para las suficientes horas que necesite el superhéroe Tony Roca Pétrea en rescatarte. Si te niegas, no solo dejarás de tener ración extra de oxígeno, si no que yo mismo te la recortaré, asfixiándote en menos de dos minutos si me da la gana.
– ¿Superhéroe? ¿Al rescate? ¡Estás loco! ¡Deja de apretar, joder!
– No cejaré en mi empeño hasta que me digas el lugar y la hora exacta de la entrega de las armas de largo alcance. El mafiosillo de tu jefe tiene una reunión de negocios con un general de un ejército de una república bananera. Pasta a cambio de armas. Mucho dinero. Muchas armas.
– ¿Mi… jefe? No… Aire… Suéltame… Me estás ahogando. Cabronazo…
– Se que más temprano que tarde me lo vas a facilitar todo. Ahora mismo te quedan tres minutos de oxígeno puro. No es que proceda de las montañas suizas, pero sirve para mantenerte vivo.
– ¡Chalado! ¡Te lo diré…! ¡Te lo diré…!
– El lugar y la hora.
– Todo… ¡Y luego que te den, por mamonazo!
Era un polígono industrial abandonado a las afueras de Chicago. Antonino “Il Bello” estaba aguardando la llegada del comprador. La nave donde iba a llevarse el acuerdo pertenecía a uno de sus hombres de confianza. El mafioso estaba numerosamente acompañado por sus esbirros, aunque notaba la ausencia de Barny O´Gere.
Faltaba un cuarto de hora para la cita. Antonino tenía la costumbre de llegar siempre con mucha antelación a las citas. En ese instante desde una esquina cercana vieron acercarse a un desconocido. Estaba protegido por las penumbras, pues las farolas de esa zona estaban destrozadas a pedradas.
– Qué coño.
Ordenó a dos de sus hombres que fueran a ver de qué se trataba. Justo en ese instante el visitante salió a una parte más iluminada.
Los dos secuaces de Antonino se detuvieron al instante al verle. Se miraron el uno al otro, atónitos. No tardaron en troncharse de risa.
El recién llegado vestía un ridículo disfraz de superhéroe. Llevaba mallas anaranjadas, un jersey de lycra verde y botas militares. El rostro estaba recubierto de maquillaje amarillento y sobre la cabeza llevaba un casco de protección para las obras.
Antonino lo señaló con el índice, remarcando la presencia de aquella desternillante y dantesca figura a diez metros escasos de donde se encontraba. Todos sus pistoleros a sueldo se echaron a reír con ganas.
– Pero, bueno. ¿Quién eres tú?  – le preguntó con guasa.
– Señores. Soy Mega Muerte. Y vengo a quedarme con todo. Las armas y el dinero de la transacción – contestó con fuerza y vigor el hombre disfrazado.
– Pero vamos a ver. Apréndete bien tu papel, chaval. Si eres un superhéroe, vendrás a detenernos, para entregarnos a la pasma. Si te quedas con el dinero y las armas, estarás saltándote las normas de tus colegas  Superman, Batman, El hombre araña, etc.… Vamos, que tienes un código ético que cumplir, ja, ja.
– No soy ningún héroe. Soy lo contrario. Un supervillano. Por eso os voy a mandar a todos al mismísimo infierno, para así quedarme con el dinero y las armas.
“Así que rezad lo que sepáis, que dentro de unos segundos cada uno de vuestros cuerpos quedarán diseminados por el suelo por el efecto devastador de estas granadas múltiples que llevo en las manos.
Antonino cesó de reír nada más apreciar que Mega Muerte les lanzaba las granadas…
Dos de ellas dieron de lleno en los dos hombres cercanos al supervillano. Otras tres más fueron lanzadas en dirección al lugar donde se encontraba Antonino  “Il Bello” con el resto de la banda de maleantes.
– ¡La puta!
Su reacción de autoprotección fue instintiva.
Entonces…
– ¡Será tonto de culo! Son globos hinchados de agua – despotricó uno de los dos hombres próximos a Mega Muerte.
Él y su compañero habían sido blancos fáciles, y estaban mojados de la cabeza a los pies.
Los otros tres globos habían errado en la diana, estallando a los pies de Antonino y de algunos de sus secuaces.
– ¡Gilipollas de tío! ¡Llenad de plomo a ese payaso! – bramó Antonino.
Mega Muerte estaba sorprendido por el fracaso de su ataque con las mortíferas granadas, y cuando quiso echar mano de la pistola desintegradora, los dos pistoleros situados justo enfrente de él descargaron sendos cargadores en su cuerpo, acribillándole a tiros, cayendo a plomo sobre el frío asfalto de la nave industrial, formándose un amplio charco de sangre en su derredor.
Antonino “Il Bello” estaba histérico perdido. El militar de la república corazonista de no sé dónde estaba a punto de llegar.
– ¡Quitad ese espantajo de mi vista! ¡Y daos prisa, por Dios! ¡Cómo se joda todo por su culpa, soy capaz de cortarme las venas!
El cadáver de Mega Muerte fue retirado hacia una zanja que bordeaba uno de los laterales de la nave.
Antonino buscó la cigarrera para fumarse un puro.
– Signore, disculpe…
Era uno de sus vasallos. Se volvió, tratando de contenerse.
– Dígame, Julio.
– Tengo la explicación de por qué no está con nosotros Barny.
“Su cuerpo ha sido localizado ahogado en la bañera del cuarto de baño de su propia casa.  La casera tuvo tiempo de poder ver como salía corriendo del piso un tío igual de disfrazado que este que acabamos de mandar al otro barrio.
“Lo gracioso es que este elemento debe de ser el hermano de Barny.
“Ya sabe. El que suele estar entrando y saliendo del psiquiátrico Darkmind…


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