Por curiosidad, decidieron abrirla, más que nada para averiguar si acaso había algún tubérculo aprovechable para algún guiso casero, y para su horror y devastación mental, descubrieron que alojaba los restos de un cuerpo humano, evidentemente ya sin vida. Tras diversos mareos producidos por la fuerte impresión, pudieron dar aviso al cuartel de la policía local del terrible hecho. No tardó en acudir la dotación pertinente (en realidad, en el pueblo disponen de dos defensores del cumplimiento de la ley, con un único coche patrulla).
serie B
La sacudida del alma. Capítulo Cuatro.
– Mira que rajarse esos dos traidores – dijo el individuo de menor estatura.
(Continuará…)
La sacudida del alma. Capítulo Tres.
(continuará…)
La sacudida del alma. Capítulo Dos.
LA SACUDIDA DEL ALMA. A Cuchillada Limpia Productions S.L. 2010
Presupuesto destinado a la escena:45 dólares.
Detalle destacable: La cerveza fue sustituída por un brebaje de alambique del señor Wilcox, cedido de manera gratuita a cambio de su participación como extra. La resaca fue de aúpa, y tardamos dos días en reanudar el rodaje.
Capítulo 2.
COSAS DE CHICOS.
El bar de Carnago Limb concitaba la presencia etílica de la juventud dada la propia edad temprana del dueño (23 años).
En una mesa alejada de las principales ventanas que daban al exterior, estaban reunidos Jackels, Carnago Limb, Willo y Townsed, degustando jarra tras jarra de cerveza de tres cuartos de litro. El tema de la conversación era la escandalera montada por aquel viejo loco que interrumpió la solemne homilía del párroco.
– ¡Jolines, tío! Si os hubierais fijado en el semblante que puso mi padre nada más escucharle. Estaba de una mala leche. Nada más llegar a casa, tuvo que irse al baño a hacer de vientre, del mal cuerpo que se le quedó – Townsed se bebió toda la cerveza que le quedaba en la jarra de un largo trago.
– A esta gentuza procedente de las ciudades hay que machacarla bajo las ruedas de un tractor, joder. Sólo estorban, y perturban el perfecto equilibrio de paz y armonía que tenemos en Marrow.
– ¡Simplemente son albóndigas hechas con carne podrida! Eso es lo que son los putos forasteros – Carnago Limb ya se encontraba medianamente borracho antes de que se abriese el bar a la clientela.
– Lo malo es que encima el tipejo ande suelto aún por el pueblo.
– Es que ni tendría que andar atado como el Houdinni ese de los cojones – Willo, al decir esto, eructó con exceso. – ¿De dónde demontre habrá salido?
– ¡Del infierno, ja-ja! El mismo Satanás lo habrá soltado para amargar nuestra idílica existencia – enfatizó Jackels sin perder de vista el trasero duro y apretado en sus ajustados pantalones vaqueros desteñidos de la camarera Lucy conforme esta iba de aquí para allá atendiendo las mesas.
Carnago Limb se rascó la punta de la nariz salpicada de puntos negros y se puso en pie tambaleante. Los cuatro ya estaban para dormir la mona.
– ¿Qué haces? – preguntó Willo, mirándole desde su silla.
– He pensado algo. ¿Y si le hacemos una buena cabronada a ese vejestorio?
– ¡Vete a saber por dónde andará ahora! – suspiró Townsed.
– Pues yo le veo bien cerca… – Carnago Limb les señaló hacia la barra.
Sin que se hubiesen dado de cuenta, el anciano había entrado y tomado asiento en uno de los siete taburetes de la barra del bar.
(continuará…)
La sacudida del alma. Capítulo Uno.
Bueno, estimados/as lectores. Escritos de pesadilla afronta hoy un nuevo reto, que veremos si llega a buen puerto. La cosa en apariencia es bien sencilla de llevar a la práctica. Otra cosa es el resultado final, ja ja.
Se trata de crear un relato “en riguroso directo”. Vamos, agregar un capítulo diario hasta conformar una loca historia estilo película de terror grotesco de Serie “B”. Ya tuvimos una pequeña incursión con dos relatos cortos en ese estilo.
Ahora se trata de estructurar una historia algo más larga, con el estilazo de un director de cine terrible, de esos que su nombre de firma artística no aparecerá ni en la lápida de su tumba. Iniciando el experimento. Toma primera…
LA SACUDIDA DEL ALMA. A Cuchillada Limpia Productions S.L. 2010
Presupuesto destinado a la escena: 65 dólares.
Detalle destacable: La mayoría de los fieles desafinaban mala cosa y se tuvo que recurrir como gasto no previsto en el presupuesto inicial 5 dólares en tapones para los oídos del equipo técnico de filmación.
Capítulo 1.
LA DIVINA LOCURA
La iglesia del Santo Sepulcro albergaba, como todos los domingos, a los fanáticos fieles en busca del descanso espiritual necesario en el séptimo día en que el Señor Todopoderoso guardó una más que merecida fiesta. En Marrow se oficiaba una única misa dominical dado el nivel de población del asentamiento, al cual se la llamaba con una inmerecida pomposidad de Misa Mayor de la Salvación Semanal. Los componentes del coro de la iglesia, compuesto en su integridad por los niños más revoltosos de la escuela mixta de Saint Vincent “El Oteador”, quien había sido un santo de buena estatura, y en su juventud de marinero un fracasado emulador de Rodrigo de Triana (no descubrió ninguna isla desconocida, si no los mareos que le proporcionaban los bandazos del navío en alta mar, y eso en calma chicha), elevaban sus cánticos acompañados por los sones discordantes y terribles que emergían del órgano electrónico gentilmente cedido por el insigne señor Roberts, dueño de la tienda “Stradivarius”, a la devota congregación.
El padre Bamond era quien celebraba ese día la sagrada liturgia. Con el padre Torrado, eran los dos oficiantes que tenían que atender a las parroquias de la zona, cinco pueblos de menos de quinientos habitantes cada uno de ellos. Tenía sus buenos setenta años, medía un metro cincuenta y pesaba más de cien kilos, signo inequívoco de su vida mesurada y sin derroches. Qué más daba si le encantaba la bollería industrial y los chuletones de la tasca de Limb. Como era habitual en él, su elocuencia le perdía en el apartado del sermón, de una duración jamás inferior a la media hora, un hábito demasiado engorroso para los fieles más jovenzuelos, cuyo principal afán era de que se terminara la misa para acudir a la cancha de baloncesto del colegio donde Saint Vincent cosecharía su derrota dominical ante el rival de turno. Dada la longitud de la verborrea del párroco, los chicos se veían abocados a tener que conformarse con la segunda parte del partido.
En un momento del glorioso sermón, el sacerdote carraspeó y alzó su mirada por encima de las lentes de las gafas: la iglesia no estaba llena del todo pues aún se hallaban algunos bancos vacíos. Sin venir a cuento, lanzó unos cuantos parabienes a la fertilidad múltiple y a la inutilidad del uso del preservativo y la ingesta de píldoras del día después.
Fue en ese instante cuando pudo percibirse la apertura de la puerta de acceso al templo. Una cantidad numerosa de cabezas medio adormiladas por el discurso del padre Bamond fueron giradas para observar quién había cometido la osadía de la tardanza. Se trataba de un anciano de una edad próxima a la del propio párroco, con la cabeza pelada por la alopecia congénita o por el paso del tiempo, váyase a saber, de estatura ordinaria y espalda encorvada. El recién llegado les miraba a todos ellos muy fijamente.
El padre Bamond tosió a posta para que todos prestaran atención a su tierna homilía, cuando el visitante empezó a prorrumpir en una sarta de gritos:
– ¡MANSOS! ¡OVEJAS SIN CENCERRO! Eso es lo que sois todos.
“¡Dejad de escuchar a ese embaucador de una vez!
El padre Bamond aproximó su gentil vocecilla al micrófono para recriminar la atención del anciano:
– El ciudadano americano tiene derecho a la libertad de expresión, pero en este caso, señor, si lo hace usted en lo alto de un monte, se lo agradeceríamos toda la comunidad cristiana de Marrow, créame.
El hombre de edad avanzada hizo caso omiso a su sugerencia. Lo señaló con un dedo índice retorcido, y escupiendo saliva, enfatizó con voz cavernosa:
– ¡CERDO! Eso es lo que eres. Un cerdo y con mucho tocino. Te aseguro que tu destino final es el matadero. Y entonces, todos comeremos de tu carne… La carne del infiel.
Nada más escucharse estos denuestos, los presentes empezaron a abuchearle con fiereza, obligando al padre Bamond a pedir muestra de respeto hacia la vivienda del Señor:
– ¡Saquen a ese vejestorio chiflado de este sagrado lugar!
– ¡No sigas envenenado las mentes de esta estúpida gente! – continuó con descaro el visitante inoportuno. – Y para que lo sepas, si alguien tiene poderes, ese soy yo.
“Puedes considerarme el sucesor de Dios.
– ¡Blasfemo! ¡A patadas! ¡Que no permanezca ni un segundo más aquí dentro!
Nada más oír la orden del cura, cinco hombres fornidos sujetaron al anciano y lo obligaron a salir de la iglesia aún a pesar de que ofreciera una tenaz y digna resistencia para la debilidad física que en principio aparentaba.
(continuará…)
Un engaño lobuno (Wolf trick)
Harper lo vio desde lejos. Ocurrió en uno de los senderos del parque. Una mujer de unos cuarenta años, con la pierna derecha inmovilizada por una férula, se ayudaba en el caminar apoyándose en un par de muletas. De repente, surgió un ciclista que iba a demasiada velocidad para estar circulando entre transeúntes. Se arrimó demasiado a la señora, tirándola sobre la hierba adyacente. Se escucharon gemidos de dolor. El ciclista también estaba tirado y gritaba mala cosa. Harper era de momento el único testigo por la hora ya tan tardía y se acercó a la pareja llevado por su deber cívico.
– ¡Ay! ¡Ay! Me he dislocado el hombro – se quejaba el deportista, sentado sobre el bordillo que delimitaba la hierba del camino de tierra.
– ¡Dios mío! Se me ha debido de volver a romper la pierna – lloraba desconsolada la mujer, tumbada en el suelo y con las manos colocadas sobre la férula.
Harper estaba preocupado. ¿A quién de los dos debía de atender primero?
– Lo mío es menos grave. Además yo he sido el responsable del accidente.
“Trate de calmar a la pobre mujer – le sugirió el ciclista.
Harper se puso de cuclillas frente a la mujer tendida en el duro suelo.
La mujer le sonrió, mostrándole una dentadura afilada. A la vez, escuchó petrificado un aullido lobuno a sus espaldas. Cuando alzó el rostro, y se fijó en la luna llena emergiendo desde detrás de una nube deforme, supo que aquellos dos eran licántropos en busca de su ración alimenticia.
Habían empleado un truco para embaucar a un humano.
Y de qué manera este les había resultado tan convincente, como para transformar a Harper en un bocado de lo más apetitoso…