Un engaño lobuno (Wolf trick)

Harper lo vio desde lejos. Ocurrió en uno de los senderos del parque. Una mujer de unos cuarenta años, con la pierna derecha inmovilizada por una férula, se ayudaba en el caminar apoyándose en un par de muletas. De repente, surgió un ciclista que iba a demasiada velocidad para estar circulando entre transeúntes. Se arrimó demasiado a la señora, tirándola sobre la hierba adyacente. Se escucharon gemidos de dolor. El ciclista también estaba tirado y gritaba mala cosa. Harper era de momento el único testigo por la hora ya tan tardía y se acercó a la pareja llevado por su deber cívico.

– ¡Ay! ¡Ay! Me he dislocado el hombro – se quejaba el deportista, sentado sobre el bordillo que delimitaba la hierba del camino de tierra.
– ¡Dios mío! Se me ha debido de volver a romper la pierna – lloraba desconsolada la mujer, tumbada en el suelo y con las manos colocadas sobre la férula.
Harper estaba preocupado. ¿A quién de los dos debía de atender primero?
– Lo mío es menos grave. Además yo he sido el responsable del accidente.
“Trate de calmar a la pobre mujer – le sugirió el ciclista.
Harper se puso de cuclillas frente a la mujer tendida en el duro suelo.
La mujer le sonrió, mostrándole una dentadura afilada. A la vez, escuchó petrificado un aullido lobuno a sus espaldas. Cuando alzó el rostro, y se fijó en la luna llena emergiendo desde detrás de una nube deforme, supo que aquellos dos eran licántropos en busca de su ración alimenticia.
Habían empleado un truco para embaucar a un humano.
Y de qué manera este les había resultado tan convincente, como para transformar a Harper en un bocado de lo más apetitoso…


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