La sacudida del alma. Capítulo Dos.

LA SACUDIDA DEL ALMA. A Cuchillada Limpia Productions S.L. 2010

Presupuesto destinado a la escena:45 dólares.
Detalle destacable: La cerveza fue sustituída por un brebaje de alambique del señor Wilcox, cedido de manera gratuita a cambio de su participación como extra. La resaca fue de aúpa, y tardamos dos días en reanudar el rodaje.


Capítulo 2.


COSAS DE CHICOS.

El bar de Carnago Limb concitaba la presencia etílica de la juventud dada la propia edad temprana del dueño (23 años).
En una mesa alejada de las principales ventanas que daban al exterior, estaban reunidos Jackels, Carnago Limb, Willo y Townsed, degustando jarra tras jarra de cerveza de tres cuartos de litro. El tema de la conversación era la escandalera montada por aquel viejo loco que interrumpió la solemne homilía del párroco.
– ¡Jolines, tío! Si os hubierais fijado en el semblante que puso mi padre nada más escucharle. Estaba de una mala leche. Nada más llegar a casa, tuvo que irse al baño a hacer de vientre, del mal cuerpo que se le quedó – Townsed se bebió toda la cerveza que le quedaba en la jarra de un largo trago.
– A esta gentuza procedente de las ciudades hay que machacarla bajo las ruedas de un tractor, joder. Sólo estorban, y perturban el perfecto equilibrio de paz y armonía que tenemos en Marrow.
– ¡Simplemente son albóndigas hechas con carne podrida! Eso es lo que son los putos forasteros – Carnago Limb ya se encontraba medianamente borracho antes de que se abriese el bar a la clientela.
– Lo malo es que encima el tipejo ande suelto aún por el pueblo.
– Es que ni tendría que andar atado como el Houdinni ese de los cojones – Willo, al decir esto, eructó con exceso. – ¿De dónde demontre habrá salido?
– ¡Del infierno, ja-ja! El mismo Satanás lo habrá soltado para amargar nuestra idílica existencia – enfatizó Jackels sin perder de vista el trasero duro y apretado en sus ajustados pantalones vaqueros desteñidos de la camarera Lucy conforme esta iba de aquí para allá atendiendo las mesas.
Carnago Limb se rascó la punta de la nariz salpicada de puntos negros y se puso en pie tambaleante. Los cuatro ya estaban para dormir la mona.
– ¿Qué haces? – preguntó Willo, mirándole desde su silla.
– He pensado algo. ¿Y si le hacemos una buena cabronada a ese vejestorio?
– ¡Vete a saber por dónde andará ahora! – suspiró Townsed.
– Pues yo le veo bien cerca… – Carnago Limb les señaló hacia la barra.
Sin que se hubiesen dado de cuenta, el anciano había entrado y tomado asiento en uno de los siete taburetes de la barra del bar.
(continuará…)


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