Compañeros de trabajo.

Recuperación de un antiguo relato de Escritos. Ligeramente retocado, y reconvertido en un homenaje al cine barato de terror de los psicópatas de serie “B” de la actualidad.

En ningún momento pudo consentirlo. Aquella persona era maravillosa, y no se merecía que por culpa de un vil malnacido cobarde su vida privada pudiera quedar destrozada en los sueños de una América corrupta y pútrida.

Lo esperó a la salida. Era un joven de veintiocho años. Estatura inferior a la media. Cabellos cortos rubios pajizos. Aparentaba cierta inocencia, como si fuera incapaz de romper un vaso de cristal. Bastardo. Si supiera ya lo que estaba sucediendo desde la distancia de su propio hogar en las horas más recientes de ese mismo jodido día, no sonreiría ni siquiera al abordarle.
– ¿Arthur Desmoines? – le preguntó cuando este estaba acercándose a su Ford Focus gris metalizado por el lado de la puerta del conductor.
Arthur se detuvo y lo miró con curiosidad.
– ¿Quiere algo? ¿De qué me conoce? No me suena su cara.
– Pues debería.
– Va a ser que no.
– Seguro que le suena el nombre de Albert Lawrence Douglas.
Fue citar el nombre y aquel joven perdió su jovialidad inicial en un instante.
– Bueno. Es compañero de trabajo.
– Eso ya lo sé. Ahora haga el favor de acompañarme hasta mi furgoneta. La tengo estacionada en esa esquina, donde no nos molestará nadie.
Arthur gesticuló con firmeza con la mano derecha.
– Oiga, si es familiar del chaval, sepa que se dirige a la persona equivocada. Además salgo de un turno de catorce horas. Estoy muerto y con ganas de llegar a casa para cenar.
– Donde estará su mujer. Una jovencita tierna y adorable. Sobre todo cuando grita al ser amenazada por un cuchillo apretado sin ninguna ligereza contra su garganta…
Sin mediar más palabra, le mostró una mini grabadora y la puso en marcha.
Una voz angustiada femenina surgió del aparato:
“¡Arthur! ¡Por favor! ¡Tienes que hacer todo lo que te diga este hombre…! ¡Noo! ¡Otra marca en el brazo, no! ¡Por favor, Arthur! ¡Si no lo haces,  me va a marcar todo el cuerpo…! ¡No! ¡Suéltame la pierna…!”
Apagó la grabadora. Observó la perplejidad reflejada en el rostro imberbe de aquel desgraciado.
– ¡Laura! ¡Hijo de puta! ¿Qué le estás haciendo? ¿O qué le has hecho?
– Acompáñeme hasta el vehículo. Ahí tengo un equipo montado donde podrá observar en directo el estado de su esposa. Quiero que sepa que si no me obedece, no sólo morirá ella, si no que igualmente lo hará usted. Y después iré a por sus padres. Mi inclemencia con su familia será total.
Se guardó la grabadora en un bolsillo y la sustituyó por una pistola Glock con silenciador.
¡Loco! ¡Eres un maldito perturbado!
– Eche a caminar conmigo.
Arthur se vio forzado a dirigirse hacia un furgón de reparto de carrocería oscura, estilo azul eléctrico.
No dejó de apuntarlo con el arma. Sintió un olor acre similar a la orina. Como ya suponía, aquel muchacho era una gallina. Sólo se servía de su propio servilismo para intentar medrar en el escalafón de la empresa donde trabajaba, perjudicando a sus propios compañeros de trabajo. Le tendió las llaves y le hizo una indicación de que abriera las puertas traseras del vehículo y luego subiera a su interior.
– ¿Tienes a Laura aquí dentro, canalla?
– Digamos que tan sólo en espíritu. Su cuerpo está donde corresponde.
– ¿Cómo?
Arthur abrió las puertas y vio que la parte trasera de carga del furgón estaba ocupado por un equipo de audio y video, como si fuera una unidad móvil de televisión con monitores.
– Yo entraré después de usted – le dijo a Arthur, señalándole los dos taburetes ubicados frente al panel de las cámaras.
Cuando lo hizo, cerró las puertas. El joven ya se había sentado y él lo hizo a su lado, hincándole la boca del cañón en las costillas de su costado derecho.
– Voy a serle breve, Arthur. Su compañero Albert está a punto de ser despedido por una falsa acusación. Ustedes son vigilantes de seguridad, y dentro del reglamento de régimen interno, en lo que respecta a las sanciones, hay diversas faltas muy graves que pueden conllevar el despido fulminante por parte de la empresa. Una de estas infracciones es el consumo de bebidas alcohólicas y cualquier tipo de estupefacientes durante el servicio.
Se detuvo unos segundos en la explicación. Miró al joven sin pestañear. Este accedió a contarle lo sucedido hace unos días durante su turno de trabajo compartido con Albert Lawrence Douglas.
– Vale, Albert fue pillado bastante bebido. Su estado era lamentable. El inspector lo hizo constar en el parte diario y luego fue sancionado. También es cierto que puede incluso ser despedido, pero ese no es mi problema.
– Se equivoca, Arthur. Ese es su principal problema, y el que mortifica a su mujer.
Pulsó un mando y las tres pantallas de los monitores se llenaron con la presencia de Laura. Estaba vestida simplemente con su ropa interior, introducida en una bañera con agua, inmovilizada a los asideros con cadenas. Miraba al objetivo de la cámara con el terror impregnando las pupilas de sus ojos.
Arthur se quiso incorporar, pero la punta de la pistola estaba apretada de firme contra su costado.
– Siéntese, por favor. No tengo ganas de apretar el gatillo, al menos por el momento.
– ¡Cabrón! ¿Qué pinta mi Laura en esa puta bañera? Dios, encima los brazos, la cara… ¡Te has ensañado con ella! La has dejado marcada de por vida con cicatrices, hijo de puta.
– Más o menos en la misma medida en que de momento su compañero Albert Lawrence Douglas está sufriendo los rigores de una sanción injusta e inmerecida.
Arthur se acomodó sobre el taburete, afrontando la mirada fría y sin escrúpulos de aquel hombre.
– Continuemos con la historia. En este caso con sinceridades. Arthur, tanto por parte de Albert, como de muchos más de sus compañeros de trabajo, reconocen que es usted un trepador que vendería a su propia madre con tal de conseguirse los favores de sus superiores. Además anhelas un día ser inspector. Y qué mejor manera de hacerlo, que cumplir con los deseos de uno de tus superiores, quien mantiene discrepancias con Albert por la negativa continuada de este a trabajar en sus días libres cuando hay bajas en el equipo por enfermedad. Le dijiste que podrías echarle una mano quitando de encima a Albert, así que en un turno que ambos coincidisteis, te inventaste que estuvo trabajando en precarias condiciones bajo los efectos del alcohol. Era tu palabra contra la de él, pero lo suficiente para que el inspector lo sancionara mientras salga adelante el recurso planteado por Albert. Con la gravedad que esto puede tardar un tiempo. El suficiente para mermar la moral de su compañero, pues hasta que no llegue la fecha del juicio laboral, no puede trabajar en ninguna otra empresa de seguridad por la grave condicionante del despido. Seguro que las referencias que pidan a sus superiores serán negativas. Y hoy en día, sin ingresos, uno lo pasa rematadamente mal.
– ¡Yo no falseé el informe!
– Entonces si no lo falseaste, tu mujer morirá.
“ Arthur. En el instante que yo lo ordene, la persona que tengo a cargo de tu esposa saldrá en escena portando un pequeño electrodoméstico. Puede ser una tostadora, una radio, etc… El caso es que estará enchufado, y en cuanto entre en contacto con el agua, Laura perecerá electrocutada delante de tus propios ojos. Luego yo te pegaré un par de tiros, y Albert será vengado de una forma ligeramente agresiva.
Arthur se quiso incorporar en actitud implorante.
– ¡No! ¡Suelta a mi Laura! ¿Qué quieres de mí?
– Que seas sincero. Ahora mismo redactarás un nuevo informe donde reconoces la falsedad de los hechos – le tendió una hoja. – Dentro de unas escasas horas,  en cuanto abran las oficinas de la empresa de seguridad donde trabajáis ambos, acudirás raudo y solícito y ante un mando neutral, le reconocerás que mentiste acusando falsamente a Albert. En cuanto Albert se reincorpore al trabajo, volverás a ver a tu mujer. Te doy un plazo de veinticuatro horas. Si Albert Lawrence Douglas no está trabajando para entonces, y a la vez no eres despedido como te mereces, no sabrás nunca más del paradero de Laura. Puede que incluso decida también acabar con tus padres…
Conforme decía esto último, pulsó el mando y en una cámara se pudo observar a dos personas atadas de manos y pies y con los rostros ocultados bajo sendas capuchas negras. Estaban sentadas en dos sillas de madera.
Arrimó los labios a un micrófono.
– Muévete para que te vea Arthur – dijo con voz impersonal.
Una sombra se fue acercando a las dos personas inmovilizadas portando un hacha…


Pasaron las horas, y con ellas, el plazo. Conforme se esperaba, Arthur Desmoines reconoció su falsa acusación contra Albert Lawrence Douglas . El primero fue despedido, mientras el segundo recuperaba su trabajo y su estabilidad emocional.
Albert terminó su primer turno tras varios días de paro forzoso. En cuanto regresó a casa, se tumbó en el sofá del salón y se puso a ver las grabaciones prestadas por su amigo de mentirijillas.
Sonriendo, hizo subir el volumen del televisor con el mando a distancia, recreándose en los gritos de Laura Desmoines conforme era torturada por el filo de una navaja…
– Estuviste genial – se dijo, satisfecho.
Efectivamente. Encima el muy gilipollas se creyó que todo sucedía en riguroso directo – se contestó a sí mismo.
– Así es. Siempre dije que Arthur, aparte de ser un puñetero lameculos, de inteligencia anda muy justito. Mira que no fijarse que en la grabación de sus supuestos padres, estos no eran más que dos simples maniquíes…
Albert se restregó los párpados.
Aquel idiota ignoraba que tenía dos personalidades… Además de ciertos conocimientos de maquillaje y ventriloquia, que le hicieron pasar por un perfecto psicópata.
Esto último ya estaba a punto de implantarse en su mente. De hecho, si Arthur no hubiera accedido a sus deseos, no hubiera dudado en ningún instante en haber acabado tanto con él, como con su otrora bella mujer…


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Empleado Incompetente Merecidamente Despedido de Escritos de Pesadilla. (V)

Bueno, una semana más, un despido que se avecina. En este caso voy a recurrir a la ayuda inestimable de mi sobrinete Gurmesindo.
Gurmesindo: ¡Qué bien, estimado tío! ¡Mola mogollón eso de poner alguien en la calle!

Robert El Maléfico: Pues nada, niño. Aquí tienes el listado de todos los empleados de Escritos. Escoge uno al buen tun tun, y ya está, nos habremos librado de un inútil para el resto de nuestra interminable existencia.
Gurmesindo: ¡Ya está! Bogus Bogus. Que de cocinero tiene lo que yo de delantero centro en el Fútbol Club Barcelona.
Robert El Maléfico: Te recalco, Gumersindo, que hay unos sirvientes inamovibles. Intocables. Así que no te empeñes en querer deshacerte de ellos porque te caigan gordo.
Gurmesindo: Jolines. ¿Ni siquiera Croqueta Andarina, que es tan cursi y torpe? Si no currela en todo el día.Simplemente está corriendo de aquí para allí a lo tonto, con la excusa de estar preparándose para las Olimpiadas.
Robert El Maléfico: Croqueta no se toca. Y lo mismo con respecto a Dominique, Harry, Pechuga de Pollo Mutante y un servidor.
Gurmesindo: Me lo pones muy difícil. Veamos. Creo que voy a elegir a este tontaina. Un tal Elisendo Cara de Huevo. Trabaja cuidando la granja. Desde que él está, todo se encuentra patas arriba. Los cerdos están limpios y relucientes, eso si, más delgados que una mujer adicta al aeróbic. El pajar repleto de colchones abandonados que recoge por allí, en lugar de amontonar la paja, argumentando que así se duerme mejor cuando le toca la siesta. Luego está lo de sus estornudos. Es alérgico al heno, y no para de dejar empapados al resto del personal con sus enormes mocos viscosos. Y lo que clama al cielo es el calzado que utiliza. Unas botas militares superpesadas, con clavos incorporados en las suelas. Son buenas para andar por terreno embarrado, pero cuando lo hace por las inmediaciones del castillo, y pisa sin querer a más de un invitado de honor que tenemos en ese momento, reclamación que recibimos al instante e indemnización gorda que nos corresponde tener que dar a la persona lesionada por su pisotón.
Robert El Maléfico: Entonces, ¿tu resolución final acerca del mencionado Elisendo?
Gurmesindo: Que se vaya a hacer puñetas lo más lejos posible de donde estamos. JA JA JA.



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Empleado Incompetente Merecidamente Despedido de Escritos de Pesadilla. (IV)

Nueva semana, y nueva víctima propiciatoria para el despido fulminante por parte de un servidor.


¡Cito al despacho del Jefazo de Escritos de Pesadilla, a la momia nacionalizada egipcia (pero de origen australiana) Patatotek Garbanzok VI! 


¡Aligere el paso, por Dios! ¡Ya le vale lo de arrastrar los pies de manera tan lenta y lastimosa!
A ver, señor Garbanzok, ¿algo que alegar en contra de su despido?
(momia): Aggg…. Sindicato… Interponer reclamación…. Demanda… Conciliación… Acuerdo amistoso…
Bien, bien. Haga usted todo lo que le venga en gana a partir de ahora. Reconozco que me va a suponer un alivio desprenderme de sus patéticos servicios.
(momia): Ugggg… Firmar finiquito… “no conforme”… Abogado sindical… Denuncia… Pasta gansa… Derecho al paro… Descanso Eterno…
Eso mismo, repose su cuerpo y parte del alma durante sus meses de parado.
¡Y ahora salga de mi despacho! ¡Y con más garbo, carajo!
(momia): Oggg… Jefe sinvergüenza… Venganza… Maldición… Morir pronto…
Ya, a mí me vas a venir con esas. Las amenazas me las como entre pan y pan como si fuera un bocadillo de chorizo de Pamplona.
Bueno, por fin se ha largado el inútil este.
Por cierto, falta mi risa sardónica y despiadada tras haberle echado de la empresa…

JA JA JA JA



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Empleado Incompetente Merecidamente Despedido de Escritos de Pesadilla. (III)

La maquinaria de fulminar a los empleados más ineficaces de Escritos está en pleno funcionamiento. Más tras la firma de la ya famosa y gozosa Reforma Laboral.
¡VIVA!
¡SE PUEDE DESPEDIR A MANSALVA, Y A BAJO COSTE PARA EL EMPRESARIO!
¡Y SE FOMENTA EL TRABAJO BASURA!
En el caso que me corresponde abordar ahora mismo, condeno a Obdulio Todalavidaski Solteroski, de 235 años, a ser expulsado de mi hacienda y mis tierras para el resto de su risible existencia. Motivos de la rescisión del contrato de manera unilateral por el jefazo, Robert “El Maléfico”:

– Que ejerciendo las funciones de jardinero real, en los 85 últimos años ha dejado de regar mi colección de cactus predilectos desde el segundo día en que fuera contratado, recibiendo las oportunas quejas del delegado de los cactus, Pincho Mucho.
– Que alimentaba a las plantas carnívoras gigantes con hojas de lechuga putrefacta y cacahuetes rancios, causando bajas innecesarias en las dos salidas de emergencia donde están plantadas, que es por donde huyen los visitantes más cobardes y son convenientemente devorados por sus enormes fauces.
– Que en vez de utilizar las podaderas para recortar los setos agrestes del laberinto, prefería utilizar una tijeras de manicura, recuerdo de su mamá cuando era peluquera.
– Que la limpieza de los senderos y recogida de la hojarasca lo hacía cuando le daba la gana, alegando artritis en la joroba al tener que doblar el espinazo.
– Que su conducción cuando manejaba el cortacésped era peligroso para los huéspedes de Escritos, causando la mortandad de un siete por ciento de ellos en los últimos quince años.
– Que su torpe mente le hacía confundir los insecticidas con los sprays moldeadores de cabello, consiguiendo asfixiar a la hiedra venenosa que cubre gran parte de la fachada principal del castillo.

Por lo tanto, disponiendo de un período de prueba de 105 años, sin necesidad de preaviso, informo a don Obdulio Todalavidaski Solteroski, del final de su relación contractual con Escritos de Pesadilla.

JA JA JA
¡A EXHIBIR LA JOROBA EN OTRA PARTE! ¡TOMA YA!


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Empleado Incompetente Merecidamente Despedido de Escritos de Pesadilla. (II)

¡Ja, JA, JAAA…!
Como jefazo de Escritos de Pesadilla, le estoy cogiendo el gustillo a esto de despedir a los sirvientes más inútiles. Me ahorro dinero y disgustos a partes iguales.
Ahora le toca el turno a uno de mis camareros más abominables: Teodorico Furgindo, más conocido por el sobrenombre de “Cara de Plastilina”. Cuando lo contraté hace siglo y medio, prometía mucho. Tenía a todos los críos y ancianos de la región asustados hasta el tuétano, pero con el paso de las décadas, se ha vuelto demasiado flemático y cortés. ¡Ya no aterroriza a nadie! ¡Ni siquiera a una paloma blanca de la paz! Está todo el día muy triste y melancólico, acordándose de la muchísimas ex novias espantadas por su aspecto una vez se mostraba cual era al salir desde detrás del biombo desde el cual se les presentaba en su primera cita a ciegas y de las muchas veces que le he rebajado el sueldo. Más bien se limita a atender la barra, aconsejando a los clientes que beban coca cola sin cafeína en vez de licores y cubatas, mientras a los fumadores les obsequiaba con parches de tabaco. Por este motivo, viendo su constante desmotivación a causar el mal ajeno, se le destituye del cargo.
¡Adiós, muchacho! ¡Que te contrate el fantasma errante de Al Capone, JA JA JA!




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Empleado Incompetente Merecidamente Despedido de Escritos de Pesadilla. (I)

¡Ya estoy harto! ¡Mis trabajadores se están acomodando! Tienen un sueldazo impresionante de un euro y medio al mes y aún así la productividad del blog está casi por los suelos. No me queda otra alternativa nefanda que tomar cartas en el asunto. Visto el chollo de la nueva Reforma Laboral, he decidido darles un escarmiento. Voy a echar a la calle a los más ineficaces, pagándoles la ridícula indemnización correspondiente por sus muchísimos años de servicios, ja ja. Soy Robert “El Maléfico”. Seguro que después de despedir a unos cuantos, el resto se esforzará más por permanecer en la empresa. Además, hay mucho monstruo y tío feo en la cola del paro, anhelando encontrar un hueco libre dentro del espectáculo del terror y del miedo más pavoroso. Un poco de maquillaje y ya tengo el sustituto del primer damnificado: El zombi del jugador de golf,  Eric La Point.
Ya lo sabes, Eric:

¡A GANARSE LOS GARBANZOS EN OTRO LADO, JA JA JA!



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