Cómo incentivar a un pacífico hipopótamo robado del zoológico a cometer una masacre en plena plaza pública.

Después de la bromita hecha a los dos primos de Pechuga con la falsa exhibición de la película de los “300”, servidor se encontraba algo achispado por el litro de sangría ingerido. Me sentía en una nube. Hacía mucho tiempo que no cometía una tropelía terrible. Yo, que por algo me llamo Robert, “El Maléfico”. Así que urdí por mi cuenta un plan de lo más maquiavélico. En realidad era bastante sencillo de llevar a cabo. Tenía que acceder a la jaula del hipopótamo, que estaba encerrado injustamente en el zoo y conducirlo con mesura hacia la cercanía de la plaza pública del pueblo. Era buena hora. Casi las doce del mediodía. La plaza estaba muy transitada. Hacía buena temperatura, los políticos estaban de mitin, los trabajadores manifestándose en huelga y el resto parecía ir a su bola.
Así que puse el hierro de marcar ganado bravo al fuego, hasta que se pusiera al rojo vivo. Una sonrisa terrible afloraba a mi rostro cadavérico, mientras el hipopótamo me ofrecía sus cuartos traseros con toda la inocencia del mundo, ignorando el tremendo dolor que estaba a punto de padecer, je, je.

Una vez el hierro candente, me precipité dentro de un barril de cerveza, dejándome asomar lo justo para marcarle el trasero al hipopótamo. Consumada la gamberrada, podría ocultarme con facilidad, a la vez que el enfurecido animal saldría propulsado derechito hacia la plaza principal del pueblo. Así que eso es lo que hice, dejarle al pobre bicho marcado con la E de Escritos.
Lo que sucedió a continuación fue de lo más atroz y sangriento jamás acontecido en la localidad de Buena Suerte La Grande, que así se llama el lugar a donde me dirigí para realizar semejante trastada.
Con mi teléfono móvil de última generación conseguí inmortalizar el desastre ocasionado por la ira descontrolada del hipopótamo. Para muestra, las tres fotos que dejo para el final del reportaje, je, je. Y por cierto, no tengo ningún remordimiento por lo hecho. Es más, los habitantes del pueblo deberían de estar agradecidos por haber aparecido en los telediarios de medio mundo. JA, JA, JA.


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Misterios por resolver en Escritos de Pesadilla: "¿Cómo diablos consiguieron despertar al oso pardo y que luego se dirigiera a la Asociación de Obesos Insaciables?".

Robert, “El Maléfico”: Bueno. El primer capítulo de la nueva serie “gore”, “Misiones Sangrientas”, ha sido un exitazo total. Cuota de pantalla del 97%. El minuto más visto tuvo lugar en el instante que las mascotas dejan el local de la Asociación de Obesos Insaciables hecho un asquito. Se calcula que cien millones de televidentes a nivel mundial vieron esos sesenta segundos de oro sin pestañear, hipnotizados ante la sangre, vísceras y adiposidades de los clientes esparcidos por las paredes y los suelos del gimnasio y del spa.
En espera del segundo capítulo, hubo un dilema entre los espectadores pasivos que asistieron desde la distancia de sus aparatos de plasma con TDT incorporado: ¿Cómo conseguimos encauzar al temible Oso Pardo del Parque Yellowstone hacia el lugar indicado? Mejor dicho, ¿cómo se las arregló mi empleado Harry para que tal cosa sucediera?

Recordemos que el citado oso estaba hibernando apaciblemente en su osera, roncando con notable poderío pulmonar.
La respuesta la tiene Harry:
Harry: Bueno, jefe. La realidad es que ya dimos la respuesta a esa cuestión en el propio episodio, cuando presentamos al Oso Pardo.
Robert, “El Maléfico”: Es cierto. Ya se mencionó lo del cactus. Pero la gente se muere por saber cómo te las arreglaste para sacarlo de su fase de hibernación sin lastimarte.
Harry: Ah. Nada del otro mundo. El cactus lo mandé por mensajería express, con entrega directa al destinatario. Ja, ja.

Robert, “El Maléfico”: Como se suele decir en el argot del boxeo, fue un directo al estómago. Ahora queda saber el motivo por el cual el oso relacionó el cactus con los miembros decadentes de la Asociación de los Obesos Insaciables.
Harry: Bueno. Digamos que el regalo iba acompañado de una tarjeta de felicitación…
Robert, “El Maléfico”: Gracias, Harry, por satisfacer la curiosidad de nuestros seguidores.
Harry: Ha sido un placer, jefe. Además estoy super contento por la excelente acogida de esta primera misión sangrienta. 
Robert, “El Maléfico”: Como colofón final, la escena más divertida donde el oso pardo se lo pasa pipa con el Presidente de la Asociación de Obesos Insaciables, ja ja.


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