Un vampiro contemporáneo

Acabamos de estrenar el año nuevo. Demosle la bienvenida al 2010. Dadas las fechas, he decidido publicar este relato de vampiros que discurre en pleno mes de enero. Lo escribí justo el 5 de enero del año 2009. Con el riego sanguíneo de mi cerebro adulterado por los efectos nocivos del cava, se me ocurrió la gracia de pergeñar un relato vampírico, donde se manifestase mi álter ego. Como verán, un setenta por ciento está basado en el lamentable estado mental en que me encontraba frente al ordenador. El resto es pura ficción. Por dios. Que soy muy tímido y jamás tramaría ninguna acción innoble contra la vecinita guapa del piso superior. Vecinita, que por supuesto, tan solo existe en mi imaginación, porque el que vive encima es más feo que un primate en vías de extinción.

Es de noche. Me encuentro con la mente embotada. Estamos a cinco de enero. Mientras la mayoría de la ciudadanía está en el centro de la ciudad asistiendo con los hijos al desfile de la cabalgata de reyes, yo estoy aquí sentado frente a la pantalla plana de mi ordenador, con una botella de cava al lado de mi silla giratoria. Ya me he bebido tres cuartas partes de su contenido. Estoy razonablemente ebrio. Y me enorgullezco de ello. Estoy solo. Nadie me acompaña en mi encierro virtual. El piso está frío y abandonado. No tengo la calefacción encendida. ¿Para qué la necesito, si mi organismo está igual de frío que la cámara del congelador del frigorífico? Continuó mirando a la pantalla del monitor. Estoy navegando por Internet. Buscando alguna amistad cercana en un portal de contactos en la cual estoy debidamente registrado como lord Fortuna. Da igual que sea de Pamplona. Mi alias tiene que ser anglosajón en homenaje a Bram Stoker, el autor de Drácula. Aunque bien visto, de haberme conocido hubiera tenido que cambiar el nombre del título de la novela.
Arrimé la copa de cristal de bohemia a mis finos labios incoloros y sorbí un poco más de cava. Era delicioso. Me sentía ingrávido, liviano. Se me antojó levitar un rato por mi habitación en posición horizontal. Fue maravilloso. Hasta que un aviso del antivirus instalado en mi equipo me informó de un intruso que deseaba aprovecharse de la señal inalámbrica de mi línea adsl. Mediante el wifi de su más que probable ordenador portátil estaba intentando servirse de mi línea para navegar de manera gratuita, ralentizando a la vez las megas de mi propio ordenador en su conexión a la red de redes. Agucé mis sentidos de percepción extrasensorial. No tardé en averiguar vida en el piso superior al mío. Era gracioso. A su manera, el inquilino de ese piso estaba ejerciendo de vampiro, nutriéndose de mi línea de adsl para así poder cotillear por páginas infames de Internet. Decidí salirme del ordenador y apagué el router antes de abandonar mis gélidas dependencias, encaminándome por el tramo de escaleras a la planta superior. Me situé frente a la puerta del piso donde residía el tunante que se aprovechaba de mi conexión valorada en setenta euros mensuales. Pulsé el timbre, impaciente. Quien me abrió fue una hermosa estudiante universitaria de unos veintiún años. Melena rubia castaña recogida en una cola de caballo. Alta. Esbelta. Atlética. Una delicia para la vista. Pero mi visión estaba muy borrosa por los efluvios del alcohol ingerido durante toda la tarde. La miré con descaro. Lucía unos pantalones vaqueros negros ceñidos y un top que le dejaba los hombros al descubierto.
– Hola. ¿Qué se le ofrece? – se interesó la bella joven.
“Tu precioso cuello”, pensé por unas décimas de segundos.
– Me imagino que ahora tendrás problemas para navegar por Internet- dije con cierto sarcasmo en mi voz.
– No sé a qué se refiere- dijo la chica a la defensiva.
– No soy estúpido. Sé que tienes un portátil que estaba interfiriendo en mi línea adsl inalámbrica. Soy vecino tuyo y acabo de descubrir que te servías de ella para navegar por la red sin pagar un duro. Mi equipo se resentía por tu intromisión. Ahora he apagado el router. Echemos un vistazo a tu ordenador. A ver si ahora consigue conectarse.
Mis palabras fueron alzándose sobre la muchacha como una ola sobre la cabeza suicida de un surfista australiano. Estaba pletórico. Las burbujas del espléndido cava recién ingerido me cosquilleaban el estómago aparte de la entrepierna. Ya lo tenía todo claro. La excusa de la intrusión en mi línea adsl me iba a servir para alimentarme de manera sencilla con la deliciosa sangre de esa joven humana. Es más, antes de nutrirme de ella, tenía pensado formar un sólo cuerpo con el de la joven, en una unión carnal de lo más pecaminosa. El cava me había puesto sumamente cachondo.
Entré en el piso, cerrando la puerta con suavidad. Controlé mentalmente a la estudiante universitaria como el domador que controla los movimientos del león amaestrado bajo la tiranía de su látigo. Fuimos hacia su dormitorio. Y una vez allí, la hice mía con un ardor desmedido, haciéndola de alternar los gemidos con los aullidos de dolor. Tras media hora de intensa pasión, bebí de su sangre hasta dejarla reseca y quebradiza como una momia de mil años de antigüedad.
Medio aletargado por los efectos de la bebida y de la fresca sangre recorriendo la ramificación de mis venas hasta incrementar los latidos de mi poderoso corazón inmortal, me incorporé y recogí la forma decaída de la joven, llevándomela conmigo hasta el sótano del antiguo inmueble. La caldera estaba encendida, y todo lo que tuve que hacer era depositar los restos de mi víctima en el interior del núcleo candente. Una vez concluida la operación, regresé a mi domicilio, donde aún me aguardaba una cuarta parte de cava por consumir y por restablecer la conexión del router con el ordenador. Daba por seguro que nunca más iba a volver a tener problemas con interferencias ajenas.
Solté una risa demencial.
Era un regalo del cielo ser un No Muerto.
Un Vampiro.
Y brindé por ello con la última copa de cava.

El vampiro de Astreza

El presente es también un relato de vampiros. Es muy breve, y el primero que escribí acerca de esta temática. Le tengo un cariño muy especial y por eso he decidido rescatarlo del fondo de mi blog, je je. Ya estaba cogiendo telarañas. Espero que a los lectores que aún no lo habían leído, les guste. Eso si, al final del relato, les pido un minuto de silencio para el infortunado Davide Casanni.

Estaba anocheciendo. Davide Casanni estaba observando el declinar del sol en la lejanía de la línea marcada por el horizonte apostado de pie al lado del hueco de la ventana de la torre de la mansión de la familia Tadesco Fratinni. Le quedaba una única solución. La de arrojarse al vacío. La puerta de la habitación estaba cerrada bajo llave y muy pronto iban a acudir en su búsqueda los integrantes del clan familiar. Estaban dispuestos a clavarle una estaca en el corazón, a meterle dientes de ajos en la boca y a cortarle la cabeza con una hoz.
Davide se alejó de la ventana. Tenía los brazos inmovilizados a la espalda por unos grilletes. Estaba desesperado. Se les había metido en la cabeza que él era el vampiro de la región de Astreza, una bestia infame que había asesinado ya a más de siete lugareños en las últimas tres semanas. Todo coincidía en el tiempo de su llegada a la zona. Luego estaban los colmillos que le asomaban en el maxilar superior de la dentadura. Ligeramente afilados por una ocurrencia de juventud cuando se quiso hacer de notar en la universidad de Verona. Algo que ahora mismo lamentaba haber hecho. Estaba estigmatizado como el vampiro, y no había forma de convencerles de lo contrario. Estaba indignado con la situación creada. El asesino, que no vampiro, estaría en ese mismo instante vagando libre por la región, siguiendo a su próxima víctima, y él, un simple tratante de ganado estaba condenado a ser eliminado de una forma tan cruel y sin sentido.
De nuevo atisbó a través de la ventana. La altura era de más de veinte metros. No había nada que pudiera amortiguar su caída brutal. Estaba espantado. Escuchó voces acercándose a la puerta. Eran varios. Los miembros varones de la familia con algunos de sus lacayos. Estaban sumamente exaltados. Le estaban vilipendiando con sus insultos antes de irrumpir en la estancia.
Una llave giró en la cerradura. La puerta inició su apertura.
Davide miró hacia la entrada.
Vio una hoz.
Vio la ristra de ajos.
Vio la estaca…

Su cuerpo cayó defenestrado desde lo alto de la torre, impactando contra el suelo y perdiendo todo contacto con la vida.
Desde los ventanales de la torre de piedra fueron asomando rostros en pleno alborozo. Aunque no habían sido ellos quienes habían acabado con el sanguinario vampiro, estaban felices. Ya solo quedaba bajar a por el cadáver, arrancarle la cabeza y quemar el resto de su cuerpo hasta reducirlo a cenizas.
La amenaza del vampiro había concluido.

Mientras, a varios kilómetros de distancia, en una gruta oscura y siniestra una bestia sanguinaria extraía las entrañas de su más reciente víctima. Su locura no tenía límites. Él si que era el auténtico vampiro de Astreza. Hundió el rostro en la carne humana, deleitándose con el sabor de la sangre.