Felices navidades

En primer lugar, desearos unas felices fiestas a mis seguidores de pesadillas.
A partir de ahora, mi deseo es encabezar cada nuevo relato con una pequeña entradilla estilo Stephen King, ja ja.
Esta misma tarde se me ha ocurrido este relato corto, más de intriga, que no de terror, pero ambientado en las fechas festivas en las cuales nos encontramos.
Evidentemente, para el principal protagonista, Nicholas, su celebración por su parte pende de un hilo.
Esperemos que consiga salir del atolladero en que anda metido y que igualmente pueda disfrutar de las navidades en paz y armonía…

Nicholas tenía un ojo negro, el labio superior partido y el resto del cuerpo hecho polvo por la cantidad de patadas que le propinaron. Estaba hecho un verdadero guiñapo. Para sostenerlo de pie delante del usurero al que le debía veinte mil dólares tuvo que valerse de la ayuda de los propios gregarios del villano.
– Vamos a ver, Nicholas – le habló aquella mala bestia, con el cigarro puro entre los labios al estilo gangster. – No pensarás que la paliza que te han dado mis esbirros va a satisfacer la enorme cantidad de dinero que me adeudas.
– Yo… Le juro que si usted me concede más tiempo. Tengo contactos… Si me dejara apostar de nuevo en el canódromo dos o tres noches seguidas…- susurró Nicholas con la lengua atrofiada. Escupió un diente suelto que pendía de las encías.
– Y una leche. El tiempo se te ha acabado.
– Se lo ruego. Tengo mujer y dos hijas pequeñas…
– Ya. Y encima hoy es la víspera de la nochebuena. El espíritu de la navidad impera en todo el mundo, bla, bla, bla.
– Yo.
– ¡Cállate, inútil! Si vuelves a mencionar una sola sílaba más, seré yo mismo quien te remate con un tiro en la sien.
Su mirada era de una fiera enfurecida. Un tigre salvaje al que un estúpido cazador había errado en su única oportunidad de vencerlo con su escopeta. El mafioso se entretuvo en andar por la antesala de la lóbrega y abandonada casa situada en el extrarradio de la ciudad. De repente se detuvo. Miró a uno de sus hombres.
– Laszlo. Ya va siendo hora de que cambies de coche.
– Hombre, es un Ford de quince años.
– ¿Cuánta gasolina le queda en el depósito?
– No mucha. Cuatro litros, más o menos. Pensaba ir luego a la estación de servicio de Trentino Gorza.
Miró nuevamente a Nicholas. Esbozó una sonrisa amigable.
– Te voy a dar una oportunidad, Nicholas.
– Haré lo que usted mande, señor.
– Perfecto.
Se volvió hacia el matón con el que había entablado conversación segundos antes.
– Laszlo, dale las llaves de tu coche a nuestro amigo Nicholas.
– Lo que digas, jefe.
Laszlo se las puso entre ambas manos de Nicholas.
– Mira. Haremos lo siguiente. Un apaño para arreglar en parte tu desaguisado. Si lo haces bien, te concederé una semana más de tiempo. Se que no servirá de nada, pero al menos podrías así pasar las últimas navidades con tu familia. Es lo menos que se puede hacer por respeto a tus allegados más íntimos.
“Pero para hacerte merecedor de este plazo adicional de tiempo, has de conseguir una cosa. Mantener a raya a Laszlo al volante de mi coche.
– No lo entiendo… Cómo dice…- balbuceó Nicholas, hecho un manojo de nervios.
– Manejarás el coche de Laszlo. El en cambio utilizará mi descapotable. Ya lo has oído antes. El Ford tiene unos cuantos años y poca gasolina en el depósito. Pero no pido que corras para ganar una carrera. Simplemente te exijo que aprietes a fondo el acelerador, y que el tiempo que te dure la gasolina, no dejes que Laszlo te adelante. Si lo consigues, te concedo la prórroga. Si al contrario, Laszlo te adelanta, eres historia en menos de sesenta segundos. Y te aseguro que seré yo mismo el que te condene al infierno, joder.
“Vamos a empezar con la competición. Que esto se está dilatando más de la cuenta. Dentro de una hora tengo una reunión importante con uno de mis socios…
Los secuaces del mafioso obligaron a Nicholas a salir de la casa para encaminarse hacia donde estaban aparcados los vehículos…

Nicholas atisbaba la carretera delante de él con su único ojo en buenas condiciones. Sus dedos apretaban con firmeza el cubre volantes, y su pie derecho hacia lo propio con el pedal del acelerador. El motor del vehículo que conducía rugía al límite de sus posibilidades. Estaba conduciendo a 170 por hora. Pegado al costado derecho de la carrocería del Ford estaba el descapotable Morrison. El secuaz del mafioso estaba menos ansioso que Nicholas. Le estaba concediendo un pequeño intervalo de esperanza. Dentro de unos segundos le iba a dar un fuerte impulso con el fin de adelantarle y así dar por terminado con la absurda ocurrencia de su jefe.
Fue entonces cuando un venado surgió de la arboleda desde el lado de la cuneta derecha de la carretera comarcal. Laszlo hizo lo posible por esquivarlo, pero no pudo evitar el impacto. El cuerpo del animal golpeó el parabrisas, cuarteándolo, haciendo imposible que Laszlo viera más la carretera por la que estaba transitando. Sus manos perdieron por unas milésimas de segundo todo contacto con el volante, mientras los airbags se abrían, desconcertándole por completo. El descapotable perdió todo control sobre sus cuatro ruedas, y enfiló la cuneta, saliéndose de la carretera, abordando el tupido bosque hasta estamparse de lleno contra un tronco. Laszlo murió en el acto.
Mientras, Nicholas siguió conduciendo sin mirar hacia atrás, hasta que agotó la poca gasolina que le quedaba.
Unos pocos minutos más tarde le alcanzó el mafioso con otro de los coches de sus ayudantes.
Se bajó con rostro circunspecto y se dirigió hacia el lado del conductor del Ford. Le hizo una indicación a Nicholas que bajara la ventanilla del coche.
– Espero que aproveches la semana que te doy de plazo añadido. Si no consigues la cantidad que me debes, te juro que vas a sufrir lo indecible antes de irte al hoyo. Laszlo es una pérdida irrecuperable.
“Por cierto. Saluda a tu familia de mi parte.
“Que pases unas felices navidades.
“ Y que Santa Claus te traiga un cheque de veinte mil dólares.

7 comentarios en “Felices navidades

  1. Tienes toda la razón, Nikkita. Desde luego, estas son las clásicas personas malvadas que luego aún van por esas fechas sonriendo y deseándote felices fiestas como si nada. Esperemos que en el futuro, sobretodo al mafioso, le atropelle un hipopótamo fugado de un zoo, ja ja. Un fuerte abrazo, Nikkita. Nos vemos.

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