Injusticia Celestial. (Heavenly Injustice).

¿Finales felices en Escritos de Pesadilla? JA JA JA. Ni en sueños. De muestra, un botón.

        Era una vergüenza. Esto de estar desempleado forzaba a tener que aceptar cualquier tipo de empleo aún a sabiendas que sería por pocos días y con unas condiciones de salario y de trabajo deplorable para la autoestima personal del empleado de turno.
        Se llamaba Donny Tronco. Tenía treinta y cinco años. Sus estudios eran básicos. Estaba soltero y llevaba sin tener un trabajo en los últimos dos años y medio. Vivía casi de la caridad y de las ayudas del Estado de Georgia. Cuando menos se lo esperaba, le surgió una oferta. Era por un simple fin de semana. El sueldo no estaba mal. Cien dólares por ocho horas diarias. El problema llegó por las características del trabajo. Tenía que promocionar bollería industrial de una marca conocida americana, disfrazado de donut gigante. Era un donut glaseado y decorado con fideos de chocolate de diversos colores vivos.
         En fin. Tragó saliva y firmó el contrato. Todo fuera por la pasta.
         Con mucha dignidad se enfundó la vestimenta indecorosa.
         Nada más empezar, fue el hazmerreír de la clientela. No solamente los niños le apuntaban con el dedo entre carcajadas, sino hasta los adultos se mofaban de manera descarada delante de sus narices. Le decían que le faltaba su novia. Una chica disfrazada de taza de café.
         Donny apretaba los dientes y continuaba ofreciendo la repostería a la clientela del supermercado.
         Entonces sucedió la hecatombe.
         Un joven acababa de robar un plátano del expositor de la frutería. Un hecho reprobable de por sí. Pero aparte de zampárselo con toda su caradura dentro de la sala de ventas, al pasar al lado de Donny, arrojó la piel al suelo con toda la mala intención del mundo. Donny estaba enfrascado en lo suyo, sin fijarse en la piel de plátano, hasta que la pisó de lleno, perdiendo el equilibrio y saliendo rodando literalmente por el pasillo central.
         – ¡Socorro! – gritaba Donny, cada vez adquiriendo mayor velocidad, afrontando las puertas automáticas de la entrada.
         Quiso su mala suerte que en ese preciso instante estuvieran abiertas de par en par, y el pobre hombre, disfrazado de Donut gigante, salió dando vueltas sobre sí mismo al exterior del parking, donde fue atropellado por un furgón blindado de seguridad de recogida de fondos bancarios y de las recaudaciones de los centros comerciales del condado.
         En ese instante quedó acabada la carrera profesional de Donny Tronco, despanzurrada bajo las diez toneladas del vehículo cual hormiga imprudente pisoteada por la pata de un elefante en fase de celo.
         Cuando minutos más tarde, tras haber recorrido el túnel con la luz al final del mismo, se encontró con San Pedro, este lo miró con el ceño fruncido, impidiéndole el paso al otro lado de la puerta del Cielo.
         – Aquí no puedes pasar, hijo mío. En esta empresa sólo se aceptan contratos de larga duración y fidelidad extrema hacia la misma. Dirígete hacia esa salida de emergencia, que te llevará tras día y medio de descenso por las escaleras hasta la zona de mantenimiento de las enormes salas de las calderas. Los trabajadores poco válidos suelen ser ahí aceptados sin mayor demora ni reparos- le dijo con voz solemne y firme.
         Donny inició la bajada por los interminables tramos de escalones de la escalera con cierta renuencia y ritmo cansino, asimilando el aumento de la temperatura y la cercanía de los lamentos sin fin de los empleados del infierno conforme iba descendiendo por la misma.
Estaba claro que ni en la otra vida iba a librarse de los empleos precarios.
         


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