Encerrado

Nuevamente, desde Escritos recuperamos un relato que pasó desapercibido como otros tantos en la primera etapa del blog, durante cuyo primer año de existencia simplemente se publicaban los relatos y se hizo bien poco por intentar dar a conocer este rinconcito del espanto al gran público. 

La voz se le repetía día tras día. Inundada de odio y de resentimiento. Machacona. Cruel. Incesante.

– Sucia criatura.
Los pasos se fueron volviendo menos hábiles con el discurrir del tiempo. De los días. Los meses. Los años. Siempre terminaban arrastrándose ante la puerta cerrada bajo llave.
– Aquí te traigo tu asquerosa cena. No te mereces mejor cosa, criatura sucia y miserable.
Una llave giraba en la tija de la cerradura. La puerta quedaba abierta el mínimo tiempo necesario para que algo fuese depositado sobre el escalón superior, el primero visto desde la parte de arriba. El último atisbado entre penumbras constantes desde abajo. La hoja de la puerta quedaba encajada en el marco y la llave volvía a dejarle encerrado hasta nueva orden. Los pasos reanudaron su arrastre lento y cansino, alejándose poco a poco del otro lado de la puerta.
– Que te aproveche, desgraciado. Ojala que de una vez te atragantes hasta morir. Criatura desagradecida y perezosa. Así descansaré en paz. Harto me tienes de tener que dispensarte tantos cuidados a lo largo de tu infame existencia.
La voz menguaba en intensidad conforme se iba distanciando de su lugar de encierro.
Sin mayor demora se precipitó a gatas escaleras arriba hasta quedar ante la puerta de su calvario interminable. Sobre el primer escalón había depositada una bandeja burda y abombada, con su triste contenido: un mendrugo duro de pan de hace dos días, un bol de leche caducada con costras blanquecinas flotando en su superficie y un plátano más que maduro. Su boca babeaba ante su cena. Con hambre canina fue devorando todo en menos de dos minutos. Cuando todo quedó almacenado en su pequeño estómago dispuesto para afrontar la digestión, cogió la bandeja vacía y la lanzó a lo lejos hacia el fondo del sótano. Los pasos se fueron acercando con lentitud supina ante la puerta. Sin duda que había percibido el estrépito producido por la bandeja al chocar contra el frío suelo de hormigón. La voz le llegó tan iracunda, que retornó al refugio de las sombras gateando con una habilidad asombrosa. Hacía tiempo que no se trasladaba de forma erguida.
– ¿Qué acabas de hacer, hijo de Satanás? Bastardo. Me quieres estropear otra bandeja. ¿No sabes que cuestan su dinero? Maldito seas. Porque ya no tengo edad para ello, si no te daba con el látigo como solía en mis buenos tiempos. Sucia y asquerosa criatura mal parida.
La llave giró en el hueco de la cerradura. La puerta fue tirada hacia afuera por el impulso de una mano aferrada en torno al pomo redondeado de superficie metalizada. El haz de una linterna quedó proyectado sobre el primer tramo de escalones.
– Desgraciado. No haces más que convertir mi existencia en un infierno. Maldito. Me falta el látigo, pero tengo el bastón. Y como no te muestres enseguida, cuando de contigo vas a sufrir la de Dios.
La figura era muy frágil. Tenía una edad muy avanzada. Se volvió sobre sí mismo para asegurar el cierre de la puerta con la llave que siempre portaba en uno de los bolsillos de sus pantalones desgastados de pana. Fue descendiendo las escaleras que conducían al interior del sótano enfocando los rincones a oscuras, tratando de dar con la cosa que estaba buscando.
Estuvo quieto y agazapado en su refugio. La oscuridad perpetua era su principal aliada en situaciones como esa. Seguro que acabaría olvidándole y se marcharía. La voz se alejaría, la puerta se cerraría y él volvería a vivir su vida de cautiverio con el alivio de no haber recibido ningún tipo de castigo físico. La realidad es que hacía mucho tiempo que no había sufrido dolor por parte del dueño de la voz. Simplemente seguía recibiendo sus reproches malsonantes.
Pero en esta ocasión le descubrió. Se quedó ciego por la potencia de la luz que desprendía el foco de la linterna. La voz se alegró de haberle hallado. Estaba escondido en la zona más recóndita del sótano, en un hueco entre la vieja caldera y un baúl de cuero semipodrido por la humedad reinante en la opresiva estancia.
– Así que aquí es dónde te escondías, hijo de perra. Maldita fue tu madre. Si no la hubiera conocido, jamás te hubiera tenido a mi cargo.
Se apoyaba en un bastón de empuñadora de marfil. Su mano quedó alzada, presta a golpearle en un flanco con el tacón de apoyo del bastón. Dispuesto a hacerle daño como antaño.
Le golpeó dos, tres veces. Seguidas. Pero con escasa fuerza. Se tuvo que contener por el cansancio. Su respiración era entrecortada. Jadeaba. Rompió a toser.
– Criatura… asquerosa… Ojala nunca me hubiera tirado a tu madre… Encima la muy zorra tuvo que morir cuando te parió… Pero te enseñaré modales… Espera a que recupere el resuello… Hoy vas a recibir la paliza de tu vida… Hasta puede que tenga suerte y te mate…
Esa voz… Qué débil sonaba… Y los golpes eran golpes sin ton ni son… No le hacían sentir el menor de los daños… Algo le decía que era el momento apropiado… de hacerse respetar… Eran tantos años viviendo encerrado de por vida en aquel sótano. Adelantó su mano derecha, que más parecía una zarpa inhumana llena de venas y con unas uñas de veinte centímetros de largo enrolladas sobre sí mismas. La mano alcanzó el rostro envejecido situado a escasa distancia de él. No fue un puñetazo. Casi una simple caricia, pero el dueño de la voz maldiciente era un ser tan debilitado por la edad, que terminó cayendo sobre su cuerpo.
– No… ¿Qué me haces, desgraciado?
Una vez lo tuvo encima, lo abrazó con fuerzas. Su rostro quedó situado enfrente de sus mandíbulas. El olor… Olía a carne fresca. Y el hambre le dominaba desde incontables años. Probó su mejilla derecha, arrancándosela de un tirón con los dientes apretados y engarzados sobre la piel aflojada del anciano. Este soltó un alarido de dolor. Luchó por desasirse del abrazo de su agresor. Todo esfuerzo fue en vano. Su avanzada edad jugaba en su contra, y la
– Criatura asquerosa…
se ensañó con la otra mejilla hasta dejar el hueso del pómulo a la vista.
– ¡NOOO! ¡Hijo mío! ¿Qué me haces…? – suplicó su padre a punto de sucumbir ante la llamada de su cercana muerte.
Pero su propio hijo que llevaba toda la vida encerrado en aquél sótano por la mezquina y demencial personalidad de su padre obvió su última súplica, hundiendo una dentellada en la yugular hasta arrancarle la vida de un tirón.
El cuerpo que ahora sujetaba entre sus brazos era lo más parecido a una marioneta sin hilos. Al cabo de unos pocos minutos, el tiempo que le llevó saciar en parte su apetito, se apartó de los restos del cuerpo de su padre y se acomodó entre las cortinas más oscuras del sótano, al resguardo del alcance de la tenue luz proyectada por la linterna tirada sobre el suelo a medio metro escaso del cadáver.
La pilas duraron un tiempo hasta agotarse, y cuando esto sucedió, pudo sentirse tranquilo de nuevo, atrapado entre sus amigas, las sombras del sótano.
Su hogar de toda la vida.


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12 comentarios en “Encerrado

  1. …que buen relato Robert. Al final entendí por qué desde un principio no acabó con la vida de ésta criatura encerrada -era su hijo-. Apoteósico final…y menuda venganza¡ Saludos y buena semana.Robert

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  2. Gran historia, no se como pudo pasar desapercibida en su momento :)Muestra uno de los peores rasgos de la humanidad vuelto en su contra.Y es que el hombre es el padre de sus propios demonios.Suerte y hasta la proxima 😉

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  3. Hay un vigor extraordinario en todos tus relatos amigo mío, tu mejor cualidad sin lugar a dudas es tu eficaz manejo del sentido del ritmo y una secuenciación casi cinematográfica.Este relato en concreto me ha sabido a frescura, a fluidez narrativa y a fuerza expresiva, muy bueno Robert.

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  4. Hola, Anrafera. Je, je, aparte de venganza, eran las ganas de comer del pobre chaval, que llevaba un montón de tiempo a un régimen de lo más espartano. Y eso que la carne del padre ya estaba bastante tiesa,ja ja.Un fuerte abrazo. 🙂

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  5. Hola, DDmx. Bueno, es uno de los relatos que le tengo un cierto apego. Es de la primera época, cuando el blog era un contenedor de relatos y me concentré publicándolos en foros literarios que fueron un fiasco y una pérdida de tiempo.Como siempre, es un placer haber transmitido algo de mieditis con la historia. Un fuerte abrazo. 🙂

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  6. Hola, GreyMan. Escritos lleva dos años de existencia, el primero con blogspot lo pasé subiendo los relatos que escribía sin más y no recibía visitas por no saber moverlo debidamente. Cuando adquirí el dominio en enero del año pasado y me apunté a directorios de nivel como cincolinks, boosterblog, bitácoras, blogazos, etc, es cuando empezó el interés por las historias. Pero claro, la gente tiende a leer lo que recién posteas. Por eso hace unos meses coloqué todos los enlaces de los relatos en las pestañas para que pudieran ser leídos. Últimamente los lectores ya están entrando ahí y leyendo todos los relatos disponibles.Recibe un fuerte abrazo, y gracias por el comentario tan halagüeño. 🙂

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  7. Hola, Jose Antonio. La pena es que no podamos tener encerrados en un sótano inmenso a la gente pérfida que puebla el planeta. Porque entre rufianes, golfos, políticos vividores, delincuentes, asesinos…A veces parece que el infierno existe de hecho en un mundo paralelo a la de las buenas gentes.Recibe un abrazo, compi. 🙂

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  8. Hola, Nerea. La criatura, que es una persona encerrada por años, está tan habituada a su mundo de sombras, que ni se le ocurre querer salir. Además,antes de bajar, su padre ha cerrado la puerta bajo llave desde adentro, y lo más probable es que el pobre chico ni sepa cómo se usa una cerradura.Recibe un fuerte abrazo y un besete vampiresco. 🙂

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  9. Hola, Flamingo. Este relato forma parte de mi primera etapa de historias terroríficas. Como ya he explicado a los compis, todos ellos han pasado desapercibidos en su momento de publicación porque en el primer año de Escritos no tenía público, je je. Ahora que el lugar está creciendo poco a poco, los iré colgando de nuevo para que sean más conocidos. Además así los pulo, porque siempre queda algún párrafo mejorable, etc…Un abrazo y como siempre, el eterno agradecimiento por tus comentarios tan positivos. 🙂

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