El hombre sin brazos. (Armless man).

El tío Toole tiene cincuenta y tres años. Es bastante peculiar. Habla demasiado, y según nuestros padres, debe de beber mucho. No trabaja y vive solo en una casa algo alejada del pueblo.
Casi siempre viste la misma ropa. O así nos lo parece cuando viene de visita. Nada más llegar, le pregunta a nuestro padre si puede acercarse al mueble bar.
Las veces en que viene, es para quedarse a cenar. No debe de tener casi ni dinero. Alguna vez nuestra madre lo ha abrazado, pensando los dos que estaban solos, y se han puesto a llorar. Mamá no querría tener un hermano pobre. Debe de sentir lástima por el tío Toole. Y pena. Infinita pena.
Nuestro padre se lo pasa bien con él. Se ponen a hablar de cosas de mayores, de temas poco interesantes para mi hermana y yo. A veces acompaña al tío Toole con una cerveza. Y se ríen mientras juegan al póker.
Normalmente, después de cenar, nuestros padres nos mandan despedirnos del tío Toole antes de irnos a la cama.
Llegado ese momento, el tío Toole se ofrece a acompañarnos hasta nuestro dormitorio.

– Allí me despediré de ellos con un montonazo de besos mantecosos y abrazos pegajosos infantiles – solía decir, mirando de refilón a nuestra madre mientras nos llevaba al cuarto.
Una vez en el dormitorio, con mi hermana y yo bien arropados dentro de las camas, el tío Toole se pellizcaba la nariz granujienta que tenía y nos miraba con aspecto algo de pillo.
– ¿Antes de iros a dormir, puedo contaros la leyenda del hombre sin brazos? – siempre quería meternos miedo antes de irse con nuestros padres para continuar con la partida del póker.
– ¡No! ¡Eso tiene que dar mucho miedo! – imploraba mi hermana, subiéndose la manta hasta cubrirse la barbilla.
– Sigue, tío Toole. Yo soy muy valiente. Puedo escucharla y luego dormir de un tirón, sin pesadillas que me desvelen – le animaba, con ganas de oír una nueva historieta horripilante.
El tío Toole se acomodaba sobre el borde de mi cama para iniciar la narración:
– Bueno. Había un hombre muy malicioso, que siempre molestaba a las personas buenas. Es más, les hacía mucho daño. Por cada pueblo que pasaba, al poco de irse se echaba en falta a algún niño.
– Qué miedo. Se llevaba a los niños – gimoteaba mi hermana, temblando bajo la sábana como si hiciera frío en la habitación.
– Ya empezamos con los lamentos de Katy.
– Eso era, Katy. El hombre secuestraba a los niños de los pueblos para hacer cosas muy malas con ellos. Y aquellos niños desaparecían para siempre. Jamás eran encontrados con el paso de las semanas, los meses y casi los años.
“Pues bien. Este malhechor, llegó un día a una pequeña aldea. Allí también había niños. Estuvo un par de días curioseando por la zona, hasta que decidió quedarse con un chiquillo. Le ofreció unos caramelos para ganarse su confianza y lo demás vino seguido.
“Estuvo cargando con el pequeño durante un largo tramo. Lo tenía metido en un saco, y quería alcanzar un bosque cercano para ahí jugar un poco con él antes de decidir dónde esconderlo para siempre.
– ¡Yo no aguanto más esa historia! ¡Me tapo las orejas con las manos y me cubro con la manta! Cuando el tío se marche, me avisas.
– Esta Katy… Tápate los oídos y la boca para no interrumpir más – le dije, concentrando todo mi interés en la historia que estaba contándome el tío Toole.
– Sigo, pues, hijo.  Este demonio de hombre alcanzó el bosque, y en cuanto encontró un pequeño claro iluminado por la luz de la luna que se colaba por entre las ramas de los árboles cercanos, soltó la lid que mantenía cerrado el saco.
“- Sal, mocoso. Que quiero jugar un rato contigo.”,  le dijo con brutalidad al niño metido dentro del saco.
Este fue saliendo y sin decir nada, se quedó quieto a su lado, de pie, sin quitarle el ojo de encima a su captor.
El hombre le puso la mano encima y lo zarandeó para ver lo resistente que era. El crío ni se quejó ante aquel primer maltrato. Esto le llamó bastante la atención al villano, y medio agachándose para ponerse a la altura del pequeño, le dijo sonriendo con ruindad:
“- Te gusta hacerte el duro. ¡Mejor para mí! ¡Así aguantarás todo el daño que te voy a hacer durante más tiempo que los anteriores pequeñajos que he tenido a mi merced!”.
Los ojos del niño no se movían para nada. Estaban fijos en el rostro del hombre malvado.
Cuando este se iba a incorporar, la voz infantil le habló por primera vez desde que lo había raptado en la cercanía de la aldea:
“- Se te acabaron tus hazañas, malnacido.”
“- Cómo dices, enano malhablado.”
“- Yo te digo que no vas a tocarme siquiera, porque se te van a pudrir los brazos y se te caerán al suelo como ramas quebradizas de un árbol de este bosque mismo en el que nos encontramos.”
Aquel bellaco soltó una carcajada, incrédula.
Justo acabar de mofarse, notó una sensación rara en las axilas. Empezó siendo como un cosquilleo, hasta transformarse en una molestia que acabaría en un dolor del todo insoportable.
“- ¡Me quema! ¡Cómo quema!” – gritó de dolor, llevándose sendas manos a los sobacos, por debajo de la chaqueta.
Nada más colocarlas en aquellas partes del cuerpo, los dos brazos se desprendieron del mismo, terminando de caer al suelo, mientras la sangre salía a borbotones de las axilas del pobre desgraciado.
El secuestrador, casi moribundo, arrodillado y con la espalda apoyada contra el tronco de un árbol, miró por última vez al niño que le había soltado tan terrible maldición. Para su completo horror, pudo comprobar que no era ningún niño, sino un brujo que había adoptado la forma infantil. Aquel brujo, en vista de la cantidad de niños desaparecidos en los últimos meses por la región, ofreció sus servicios al comité de alcaldes, asegurándoles que conseguiría poner fin a tanta desgracia.
Así fue, Katy y Brandon. Una vez que el hombre malvado se quedó sin brazos, fue encontrado muerto al día siguiente. Al brujo se le dio una abundante recompensa y nunca jamás volvieron a desaparecer más niños en la zona.
– Jo, qué fuerte.  – exclamé yo, una vez concluida la historia.
El tío Toole se puso de pie. Katy bajó la parte superior de la sábana.
– ¡Qué bueno! Ya se terminó la horrible historia. Ahora ya podemos dormir en paz- mencionó, sumamente contenta por el hecho.
El tío Toole nos miró a los dos desde su altura.
– Aquí no concluye del todo la historia. Ya sabéis  que a veces puede haber alguien que quiera repetir las perversas hazañas de un asesino.
Nada más decirlo, vimos horrorizados cómo se quitaba los brazos, dejándolos caer en el suelo.
Gritamos como locos. Nos salimos de la cama, huyendo del tío Toole como si este fuera el mismo demonio.
Mientras nuestros padres intentaban calmarnos en la sala, llegó el tío Toole. Ya llevaba un brazo puesto mientras estaba empezando a ajustarse el segundo en la axila derecha.
Cuando lo vimos a la luz de la lámpara, nos echamos a reír.
El tío Toole perdió los brazos en la segunda guerra mundial por la onda expansiva de una granada alemana, y ahora se servía de brazos ortopédicos.
Así era el tío Toole. Metiéndonos con gusto el miedo hasta los huesos.

Entrevistas con personajes conocidos del mundo del terror.

Entrevista de Pechuga de Pollo Mutante con el aterrador Monstruo de Hamsterein.





Pechuga de Pollo Mutante: ¡Malas y desagradables noches tanto a los chicos como a las chicas que visitan este lugar tan frío y desangelado! Ya le tengo dicho al jefazo que gaste algo más en calefacción, pero siempre me replica que bastante tenemos con el calorcito que emana de la lumbre de un cirio de cera de avispón, digo abeja, que aún estoy recuperándome de la picadura del otro día.

A lo que voy. Corresponde una nueva entrevista con un ser horrendo y terrorífico. En esta ocasión toca hacer la presentación de nuestro invitado. Señoras y señores, el muy conocido Monstruo del Doctor Hamsterein.

Monstruo de Hamsterein: Hola coleguita. Mejor me llamas Leandro Cogollo, que nací en un pueblecito muy cercano a las Bardenas Reales, en Navarra.
Pechuga de Pollo Mutante: Menuda noticia me das, nene. Según mis informes, debiste de nacer en lugares distintos. Porque el tal doctor Hamsterein, al que le debes la fama, utilizó varios cuerpos para unir diversas partes de ellos hasta formar una única unidad. Posteriormente te enchufó a varias baterías de coche del tipo Seta Panda, hasta crear vida en tu amorfa y fea anatomía mal zurcida.
Monstruo de Hamsterein: ¡Calma, tronco! No nací en varios lugares a la vez. Eso es una mentira cochina. Antes hay que contrastar los datos, eh. Mejor sería decir que fui recogido de diversas tumbas de un único cementerio. Y ese cementerio está  ubicado en el citado pueblecito donde tan orgulloso me siento, además navarrico hasta la médula.
Pechuga de Pollo Mutante: Aclarado el malentendido, prosigamos con la entrevista. Estuviste viviendo a cuerpo de rey a costa del doctor Hamsterein durante treinta años, hasta que los lugareños asaltaron el chalet adosado donde vivíais, linchando al pobre científico mientras tú te dabas a la fuga montado en una bicicleta infantil.
Monstruo de Hamsterein: Así fue la cosa. Muy chunga. Mal rollo me da recordarlo. Mi pobre papá colgado de la antena parabólica. Con la cara amoratada y los ojos salidos. Y que no se me olvide mencionar que se le quedó la lengua fuera como si les estuviera faltando al respeto a la concurrencia. Así era papá, un bromista hasta en la muerte.
Pechuga de Pollo Mutante: Por cierto. ¿Podrías aclararnos el motivo del odio que os profesaba el vecindario?
Monstruo de Hamsterein: Bueno. Llevábamos cinco años sin pagar los gastos de la Comunidad de Vecinos. Mira que les decíamos que estábamos a dos velas, pero no nos creían. Pensaban que ganábamos un pastón metiendo horas extras de vigilantes en un Centro Comercial. 

Pechuga de Pollo Mutante: Después de fugarte…
Monstruo de Hamsterein: Me fui derechito a Orio. Ahí me embarqué en un barco pesquero como aprendiz y ahora, pasados unos años de duro aprendizaje, me he convertido en un marinero de tomo y lomo.
Para que veas, te he traído un obsequio. Un pedazo atún de los mares del Sur. Todo para ti.
Pechuga de Pollo Mutante: ¡Oh, no! Odio el pescado. Me produce alergia. Malestar estomacal.  Quedo muy agradecido, pero mejor que se lo ofrezcas al cocinero Bogus Bogus.
Monstruo de Hamsterein: ¡Qué cocinero ni qué leches! Esto hay que comérselo al estilo japonés. En estado crudo. Ya verás lo bueno que está. Venga, abre esa boquita de piñón que tienes…
Pechuga de Pollo Mutante: ¡No! ¿Pero qué hace, desgraciado? NO ME ABRA LA BOCA A LO BESTIA, PEDAZO DE BURRO.
Monstruo de Hamsterein: Así, así. Mastícalo a conciencia. Te costará un poco, porque es una buena pieza de cinco kilos.
Pechuga de Pollo Mutante: ¡bufff…! ¡ñam-ñam! ¡gronfa-gronfa! ¡uy…! ¡burp…!

Minutos más tarde, una vez finalizada la entrevista:

Pechuga de Pollo Mutante: ¡Ay, ay! ¡Qué malito estoy y lo mucho que me quejo! No puede ser. Maldito atunazo el que me ha regalado el ceporro ese de Hamsterein, que me ha hecho de zampar hasta la cabeza, las aletas y las tripas…
Bogus Bogus: ¡Hombre! ¡Pechuga! Hoy estás de suerte. Por fin me he decidido a cocinar un plato muy especial. FILETAZOS DE ATÚN A LA PLANCHA.
Pechuga de Pollo Mutante: ¡QUEEEEEE…!

Pechuga de Pollo Mutante: ¿Pero a dónde vas, Bogus Bogus? Mira que te estoy sugiriendo un plato para la cena de esta noche: PIRAÑA SUPERMUTANTE DEL RÍO TANGANIKA RELLENO DE COCINERO BOCAZAS.
Bogus Bogus: ¡Nooo! ¡Ya te vale, Pechuga! Que ese pez debe de estar podrido. No me sirve. Te juro que no me sirve para la cocinaaaaa….


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