La sacudida del alma. Capítulo Siete.

LA SACUDIDA DEL ALMA. A Cuchillada Limpia Productions S.L. 2010
Presupuesto dedicado a la escena:10 dólares.
Detalle destacable: Tuvimos cinco minutos para realizar la escena en una única toma porque enseguida llegaron las dos mujeres de la limpieza para dejar impecable el bar de cara al día siguiente. Quisimos convencerlas para poder repetir, porque uno de los actores se comió un moco y eso quedaba un poco mal, pero nos dijeron que ellas tenían un horario y que no les pagaban por estar un cuarto de hora más limpiando. La realidad es que estaban algo molestas, y nos lo dijeron todo enarbolando los palos de sus escobas de manera bastante amenazante…

Capítulo 7

EL ANILLO
                – ¡Por las lágrimas del pecador! Si parece oro puro – Carnago Limb sujetaba entre dos dedos un anillo. El estuche estaba sobre la mesa, con la tapa abierta.
                – Tiene una especie de inscripción tallada por la parte interior – Jackels le señalaba tres signos numéricos que había en esa parte del anillo. – Son números de la suerte, eh, Carnago.
                Carnago Limb miró bien el anillo por esa parte y corroboró lo que le decía Jackels. La joya tenía inscritos tres seises en cursiva, uno seguido del otro.
                – Menudos admiradores secretos que tienes, carajo. Y tú sin decir ni media palabra.
                – Te juro por la salud de mi madre que no tengo ni repajolera idea de quién me lo ha podido regalar.
                Jackels oprimió con fuerza su hombro derecho.
                – Por cierto, no tendrás el valor de ponértelo en el dedo correspondiente, ¿verdad?
                – ¿A qué viene esa pregunta?
                – Hombre, Carnago. Un hombre con un anillo resultón en el dedo y que no esté casado… Todos los tíos del pueblo si te ven lucirlo comprenderán tu escaso éxito con las tías, joder.
                – Tú y tus mamarrachadas. Si los de la ciudad llevan hasta algo parecido a un taparrabos, así que no me vengas con opiniones más propias de un mocoso de tres años – dicho esto, intentó ajustarse el anillo en el dedo corazón de la mano derecha, pero le fue imposible hacerlo debido al diámetro estrecho de la joya.
                – Ja-ja. Si resulta que no te entra de lo gordo que tienes el dedo – se mofó Jackels con verdaderas ganas.
                – Un segundo. Ya verás – el anillo lo acomodó en el meñique. – Mira que bien me queda.  Parezco un ricachón de esos que aparecen en las películas de la tele.
                – Yo diría que con él vas a demostrar que careces de cierta hombría, ja-ja – aseveró Jackels, agachándose a tiempo para esquivar el cenicero que le lanzaba Carnago a la cabeza.
(Continuará…)


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