La sacudida del alma. Capítulo Seis.

LA SACUDIDA DEL ALMA. A Cuchillada Limpia Productions S.L. 2010
Presupuesto destinado a la escena: 115 dólares.
Detalle destacable: En principio, se quería que fueran trillizos, en vez de simples hermanos gemelos, pero desgraciadamente la fuga de un hipopótamo salvaje en pleno desfile del circo Popov por las calles principales del pueblo, terminó arrollando al tercero, mandándolo al otro barrio. Se celebró un sentido funeral y con gran profesionalidad, sus dos hermanos continuaron adelante con la escena. Lo único bueno es que cara al presupuesto, nos ahorramos un sueldo…

Capítulo 6.


GEMELOS

A fecha 15 de diciembre (que era miércoles) Carnago Limb estaba charlando sin parar como una cinta magnetofónica rallada con Jackels, quien prácticamente era ya su único amigo, puesto que ambos mantuvieron una fuerte discusión con Townsed y Willo el día posterior al asesinato acontecido en el callejón del “Enano Saltarín”, cuando dos hombres entraron empujando la puerta de acceso con tal ímpetu que estuvo a punto de desencajarse por el gozne superior de la escuadra que la mantenía en sintonía con el quicio. Las características externas de sus facciones más su posterior acento remarcarían su procedencia extranjera. Se presuponía que eran hermanos, y más concretamente, gemelos, dada su similitud a dos gotas de agua. Medirían el metro setenta y cinco, ojos verdes y ataviados con sendos trajes de chaqueta de color marrón claro y abrigados, en este caso uno con un chubasquero azul marino deportivo y el otro con una gabardina verde oscura, siendo esto lo único que diferenciaba el uno del otro. Sin ni siquiera emplear una mera indicación verbal entre ellos, decidieron tomar asiento en dos sillas en la mesa más cercana a la puerta que conducía a la cocina del bar-restaurante. El de la gabardina miró en derredor del local. Sus ojos se fijaron finalmente en Carnago Limb y Jackels.
– ¿Quién de los dos es el dueño de este pestilente antro? – preguntó con voz estridente y áspera.
Carnago Limb se estiró como la pértiga del saltador al acometer el impulso al otro lado del listón, dirigiéndose hacia detrás de la barra. Cogió un vaso sucio y lo depositó en el fondo del fregadero, que estaba atascado con agua espumosa turbia. Estaba indignado por la mezquina denominación dada por el foráneo al negocio que le servía para vivir decentemente sin tener que recurrir a la ayuda económica de sus padres.
– Hombre. Dos tíos tan inteligentes como ustedes habrán observado mi reacción ante el adjetivo dado a mi querido bar-restaurante. Así que por decirlo, yo soy el jodido dueño del mismo, ¿entendido? – impulsó un escupitajo justo en el centro de un cenicero situado sobre el mostrador. – Ya que se ponen así, también dirán lo que quieren, eh.
– No vamos a pedir ninguna consumición.
“Mejor dicho, en vez de pedir, venimos a dar. Digamos que tenemos un pequeño presente para usted, señor Limb – el forastero del chubasquero señaló con un dedo hacia una cajita de joyería de pequeño tamaño que había sido depositada encima de la mesa.
Carnago se quedó mudo por unos segundos. En un principio desconfiaba de lo que pudiera contener aquella caja.
– Ja. Así que eso es para mí. Vaya, debo de ser muy importante para alguien – dijo soltando una carcajada nerviosa. Buscó con la mirada el respaldo de Jackels. Este le devolvió una sonrisa de tonto, como diciendo, “coño, eres mala hierba pero debe de haberla aún mayor para que te den un regalito”.
– En efecto. Esto le corresponde en propiedad a partir de ahora, señor Limb – el de la gabardina verde suspiró, sin poder ocultar su desagrado al tener que relacionarse aunque fuera por unos escasos minutos con un personaje de esa calaña como lo era Carnago Limb.
Carnago se apoyó sobre el mostrador, mirando ya con deleite el premio al “Mérito Desconocido”.
– ¿Se puede saber de parte de quién viene esa cosa? – preguntó, guiñando el ojo derecho.
El gemelo del chubasquero azul marino entrecerró los ojos, deseando matarle simplemente con la mirada.
– Procede de parte de alguien que presumiblemente le conoce a usted demasiado bien – tras decir esto, le hizo una señal descarada a su hermano con la cabeza. – Le dejamos, señor Limb. Espero que disfrute del regalo.
Carnago Limb salió de detrás de la barra del bar corriendo a trancas y barrancas eludiendo mesas y sillas para acercarse hacia los dos misteriosos visitantes antes de que se fueran dejándole con la palabra en la boca. Su amigo Jackels los miraba a los tres como si formaran parte de un episodio de Barrio Sésamo.
(Veo a Epi y Blas, y ahora se suma el monstruo de las galletas, ji ji)
– ¡Oigan! – les llamó Carnago. – ¡Antes de que se vayan!
“Ustedes dos no son de la zona, ¿verdad?
– Esa es una curiosidad estúpida, señor Limb. Es preferible que no tomemos su estulticia en cuenta de cara al futuro. Es lo más recomendable, tanto para usted y sus amigos, si es que se hace merecedor de tenerlos, como para nosotros – dijo el hermano gemelo del chubasquero.
Al finalizar de decir esta brusquedad, los dos salieron por la puerta al exterior, donde unos copos de considerable grosor empezaban a caer preconizando una buena nevada nocturna.
(Continuará…)


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