El soldado del mal

¡Harry! ¡Ven aquí! ¡Es una orden!
– Acudo gruñendo a lo bestia, jefe.
Pues alégrate. Acaba de llamarme el Presidente del Gobierno. Nos felicita por haber dejado hecho una pena a Hello Kitty!
– Vaya. Sinceramente no me lo esperaba.
El Presidente está feliz porque el incidente, de destacado relieve nacional e internacional, le viene de perlas para así disimular algo la crisis del país.
– hum… Mejor que me nombrara vicepresidente cuarto.
¿Para introducir mejoras que nos saquen de este aprieto?
– No. Para así vivir del cuento…

Estaba sólo. Nadie podría interferir en su destino alejado de todo rito natural y lógico entre los mortales más racionales.
Encerrado en su apartamento por espacio de semana y media.
Sin apenas alimentarse
(aunque no le hacía falta)
Abandonado de todo aseo
(no tenía sentido purificarse)
Sin comunicarse con sus familiares y conjunto de conocidos
(ya no los necesitaba)
Manteniéndose apartado de las noticias diarias acontecidas en su ciudad, en su región, en su país, en su continente, en el resto del mundo…
(todo aquello era terrenal, superficial y de escasa relevancia para su mente plagada de múltiples pensamientos perversos)
Escuchaba voces interiores.
Percibía visiones abyectas.
Las dimensiones del cuarto en donde se hallaba recluido se distorsionaban en cualquier momento del día.
Todo en si era una letanía de odio, dolor, rabia, sufrimiento, y si, a veces se conseguía el éxtasis…
Hasta que llegó su hora.
La de servir a su señor.


Era un martes. Las ocho y media de la mañana. La ciudad estaba pletórica de vida. Personas ejerciendo sus quehaceres laborales. Jóvenes prestos en acudir a sus lugares de estudios. Las fuerzas públicas llevando el control y la seguridad en las principales calles. Nada hacía suponer que podía hacerse añicos la rutina diaria en una de sus avenidas más céntricas. Esta estaba concurrida de tráfico y de transeúntes caminando por las aceras y atravesando los pasos de cebra. En un principio, nadie se fijó en aquel extraño joven, vestido con ropa andrajosa y con evidente muestras de escasa higiene personal. En una ciudad de semejante tamaño, era del todo natural que hubiera gente extravagante pululando por ahí, siendo rechazada y evitada como una piedra situada en el camino de una comunidad de hormigas.
Ni siquiera cuando alzó su rostro al cielo y prorrumpió en gritos, la gente más cercana le dedicó la más mínima atención.
Hasta que mostró dos enormes cuchillos de cocina. Su mirada estaba del todo extraviada.
– ¡Somos muchos! – vociferó. – ¡Muchos en uno! ¡Y unidos, creamos la destrucción!
– ¡Cuidado! ¡Está loco! – se escuchó a un hombre vestido de ejecutivo.
Lo vieron avanzar en tumbos entre el gentío. Las personas se apartaban a su paso, verdaderamente preocupadas de que aquel individuo pudiera hacer algún tipo de agresión física con los cuchillos.
Pero este hizo caso omiso de quienes le rodeaban. Anduvo hasta el bordillo de la acera, observando por segundos ensimismado el tráfico que circulaba a gran velocidad y sin interrupción por ese tramo de avenida.
– ¡Yo soy uno de innumerables soldados! ¡Vengo a cumplir con la misión que se me ha encomendado!!
Enardecido por el tono demencial de su propia voz, y ante el horror de los presentes, llevó un cuchillo ante su ojo derecho y se lo clavó en el globo ocular hasta reventarlo.
– ¡Dios mío! – gritó una mujer, cerca de desmayarse nada más verlo.
El joven no experimentó dolor ninguno
(pues ellos también controlaban su sistema nervioso)
Con frenesí, volvió a autolesionarse, hincándose el segundo cuchillo en el otro ojo, y sin inmutarse, dio varios pasos al frente…
Los numerosos testigos no podían dar crédito a lo que estaban viendo. Aquel demente se situó en medio del tráfico, con los brazos alzados y hablando en voz alta en medio de los bocinazos de los vehículos que trataban de eludir atropellarlo.
– ¡Soy un soldado del mal! – chilló, desgañitándose.
Estaba ciego.
Pero intuía el autobús urbano que se precipitaba hacia su presencia. Estaba repleto de viajeros. El rostro del conductor reflejaba su impotencia. Quiso realizar una maniobra brusca para no darle de lleno, y en su giro, invadió dos carriles contrarios, donde un enorme camión de mudanzas venía en la dirección opuesta. El choque fue tremendo, y aquel soldado del mal apreció el éxito de su misión al escuchar los lamentos y los lloros de las personas agonizando antes de que los dos vehículos estallaran en llamas, consumiéndolos sin que se pudiera hacer nada por rescatarlos del amasijo de hierros.
Seguidamente de este hecho, un coche no pudo evitar llevárselo a él mismo por delante, cercenando su propia vida.
Aunque en verdad que hacía muchos días que ya no dominaba su cuerpo.
Y todo desde que su mente fuese infestada por un nido de víboras, cuyas lenguas siseaban sin cesar dentro de sí mismo, hasta poseerlo al completo, convirtiéndole en una punta de lanza del ejército de los caídos…


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9 comentarios en “El soldado del mal

  1. Je, je. Hola, el oído. El caso es que el relato me surgió en la madrugada pasada. No podía conciliar el sueño, y me puse al pc a la una y media. Lo escribí y me fui a dormir entre pesadillas a las tres, y para las seis ya tenía que estar arriba para el currelo. Así que hoy ando medio zombie, y eso aún habiendo echado un siesta a ronquido limpio. Un saludo de los gordos.

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  2. Epa, Anrafera. Desde luego, el personaje es tremebundo. Es mi otro punto de vista en lo referente a las posesiones. Intentado salir un poco de la rutina. Si con los vampiros está sirviendo ultimamente con la autora de Crepúsculo, los demás también tenemos derecho a crear distintos argumentos de los ya manidos, estilo exorcista, etc…Un fuerte saludo, y como tú dices, mejor que no surja un ejército del mal, si no aviados vamos, ja ja.

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  3. Hola, Thundergirl! En cuanto pueda, me paso y no solo te leo ese, si no alguno más. Últimamente estoy bastante atareado, y os tengo descuidados a los coleguitas. A ver si me pongo al día poco a poco con vuestras webs y vuestros blogs ultrachachis. Un besote. Y te leo.

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  4. Querido Robert: Me has hecho recordar que Edipo (Obra de teatro) no me preguntes de quién, se pincha los ojos con las alfileres que sujetaban el vestido de su madre, arrancándoselos. ¡Muy crudo!, pero real, y también lo de las víboras que te meten en la cabeza y te convierten en un robot de la guerra. . .Pues bien Robert, ante tamaña historia no me resta más que pedirte que pases por mi Blog, en esta Entrada que dejé algo para ti. Un saludo escalofiante de mi otro lado de la personalidad. . .Fortuna http://tiempoyfortuna.blogspot.com/2010/05/el-primero.html

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  5. SEGURO NO ES UN PLAJIO DE GOBIERNO DE UN TAL CHAVEZ , ES QUE ES MUY PARECIDO A LA VIDA REAL DE LA VENEZUELA SUCIALISTA , , DE HUGORILON CHAVETA , DA COMO MIEDO LA COSA

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