Música trance

Desde la oscuridad húmeda y maloliente de mi ilustre guarida, dedico el siguiente relato a los fenomenales compañeros de Latinmixstereo, suecos chiflados por la música de su país (cosa lógica) y admiradores de los ritmos latinos bailones. Llevan la voz cantante en el control de una emisora de música combinando ambos idiomas, lo que tiene un mérito enorme. Además de todo esto, me han brindado un detalle muy bonito dedicándome un vídeo musical acompañado de una fotografía de los encierros de Pamplona. Motivo más que suficiente para que un trozo de Göteborg forme parte de este relato en la presencia del personaje principal, aunque luego el final está en la línea de mis pesadillas nocturnas, ja ja. ¡Va por vosotros, mis queridos amigos suecos!


El sonido era repetitivo y machacón para los sentidos. Incitaba al baile. Al desenfreno. Al consumo de bebidas alcohólicas. Incitaba al uso de las drogas denominadas blandas.
Convertía a la gente congregada en la sala de fiestas en personas desinhibidas. El frenesí era sinónimo de locura colectiva. El hedor de los sudores corporales embriagaba el ambiente cerrado del local.

Lutero era sueco. Estaba presente en el Reino Unido para un período de un año de una beca Erasmus en la universidad de Birmingham. Tenía veinte años. Era todo lo contrario del típico joven nórdico atlético. Le encantaba la comida basura y la cerveza. Tenía sobrepeso, pero disponía de cierto intelecto como para haberse hecho merecedor de la ayuda económica de la beca para costearse esa parte de la singladura de sus estudios en el extranjero.
Era muy abierto. Su carácter bromista y cierta empatía consiguieron que en apenas un mes estuviese plenamente integrado en la sociedad juvenil anglosajona del campus. Su inglés era bastante decente y comprensivo. Así que no era de extrañar que aparte de los estudios, adquiriera ciertos vicios de la sociedad británica.
El principal era que podía encontrarse de todo. Desde creencias muy aperturistas a una cerrazón de ideas muy conservadoras.
Lo que jamás pudo pensar que también iba a conocer la faceta del terror.

Aquella música le estaba hipnotizando de alguna forma. Llevaba horas siguiendo el ritmo de la mayoría. Estaba exhausto. Su camisa de algodón bañado en sudor. Todos sus cabellos apelmazados. Necesitaba un descanso. Abandonar la gran masa compuesta por cuerpos alocados y nada dóciles arrumbados por la repetición de la música trepidante creada por los DJ del escenario central.
Lutero se fue abriendo paso con dificultad. Tropezaba con chicos y chicas sumidos todos en una orgia de movimientos y danzas paganas. Tenía que alcanzar los aledaños de los baños. Unos minutos allí dentro, sentado en el inodoro, con las palmas sobre los oídos para evadirse del guirigay que le rodeaba. Necesitaba ese intervalo de reposo. Si no lo conseguía, pensaba que podría incluso llegar a perder el conocimiento. No le gustaba la sensación de sudor frío que le empapaba la espalda.
Estaba a punto de zafarse de los últimos brazos que lo atosigaban.
De abandonar el círculo vicioso.
Allí estaba la puerta de los servicios. Abandonada a su suerte. Curiosamente no había nadie rondando por su alrededor. Era la zona más tranquila y diferenciada del resto del inmenso local de música dance de la ciudad.
Cuando iba a encaminarse hacia ella, unos brazos le sujetaron por los hombros. Se volvió y vio a dos porteros fornidos impidiéndole dejar el fragor de la fiesta interminable.
– ¿A dónde crees que vas, insensato? – le preguntó uno.
– Me encuentro algo mareado. Tanta música, tanta gente, me está pasando factura – se justificó.
Los dos gorilas se miraron entre ellos divertidos.
– Tú no te vas a ningún lado. Si revientas, la palmas dentro – le dijo el segundo de los forzudos.
Los dos lo introdujeron a empellones de regreso a la cacofonía de la sesión de música trance.
Lutero estaba sintiéndose cada vez peor. La masa lo fue conduciendo hacia el centro de la sala.
Era un monigote moviéndose a impulsos de los demás.
Ya no sentía nada.
Formaba parte de la locura.
De la secta musical.
Del trance.

Un cuarto de hora más tarde un cuerpo inerte era retirado en camilla por los operarios de una ambulancia.
El nombre del difunto: Lutero.

8 comentarios en “Música trance

  1. Hay que tener el espíritu joven, Nela.Puedo mandar a mi ayuda de cámara, el siempre eficiente Dominique, que organice una fiestecita en el salón de invitados. Es más, podría contratar a la banda de Los Mutantes Mujeriegos para que amenizaran la velada con los acordes de sus instrumentos musicales. Eso si, la música sería cañera total.Que no te mojes mucho por ahí, en Cartagena.Aquí hace mucho frío. Si hasta me tiemblan las uñas.Un abrazo.

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  2. Hombre, Obiwan, en la foto de tu avatar sales muy bien, ja ja. No se te ven las canas. Podrías estar bailando hasta las tantas de la madrugada, y sin terminar rendido.Un fuerte saludo desde mi territorio prohibido para los seres tranquilotes.:=)

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  3. Lo malo, Nikkita, es que Lutero no estaba preparado físicamente para el tute. ¡Si ni siquiera llevaba Isostar, jolines!Y claro, llegó un momento que el corazón le dijo, basta.Un fuerte abrazo, Nikkita, y antes, pues bailamos al son de unas Rancheras Diabólicas. Los miembros de la banda son ultra competentes. Ya verás.:)

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