El sueño de Dandy.

Recuperación de un relato que en su momento pasó desapercibido por los comienzos titubeantes de Escritos de Pesadilla. En esta ocasión, retocado y aderezado con una ilustración gráfica.

– No te comas las uñas. Vas a morir de todas formas – siseó la voz cavernosa cerca de la puerta del armario ropero.
Dandy estaba temblando de pies a cabeza. Quería sollozar entre hipidos de tristeza y desesperación. Era un niño de sólo siete años, y aquel extraño que había llamado al timbre de casa acababa de asesinar a su padre y a su madre con un bate de béisbol con la punta rematada por clavos de dos centímetros. Su locura fue irrefrenable, convirtiendo el vestíbulo y parte del salón en una especie de matadero, salpicando las paredes y el mobiliario con la sangre de sus queridos padres.
– Sal, cachorrito. El jodido de Satanás te reclama. Eres su piñata. Y como tal, se te ha de sacudir de lo lindo hasta que revientes…– continuaba la voz, justo ya al otro lado de la puerta.
Dandy notó la humedad deslizándose por los muslos. Se había hecho pis por el miedo que le embargaba.
De repente la puerta quedó abierta del todo.
Una figura oscura escrutó su presencia encogida entre la ropa colgada de la barra del armario ropero. El bate aferrado entre los dedos de ambos manos.
– Te llegó la hora, pequeñajo. Ven con la Muerte – le saludó aquella bestia inhumana.
Cuando Dandy miró fijamente a los ojos del psicópata, perdió el conocimiento.
Todo se volvió negro.
Oscuro.
Sus cinco sentidos fueron anulados.
Dejó de sentir todo.
Le llegó la Nada.


– ¡Despierta! Dandy. El reverendo Morrow viene para tu última confesión – le despertó de su sueño profundo el guarda de prisiones Al Cupino.
Dandy se incorporó lentamente de su catre hasta sentarse.
La puerta de su celda quedó abierta un instante de manera automática, controlada desde el ordenador central de la prisión.
Un sacerdote de avanzada edad entró en su compartimento individual.
Dandy lo miró con infinita devoción.
– Hijo mío. ¿Hay algo de lo que te tengas que arrepentir antes de afrontar tu destino? – fue una de las preguntas del cura.
Dandy miraba las palmas callosas de sus dos manos.
Aquellas que nueve años atrás portaron un bate de béisbol.
– Aún diciéndoselo, padre, no eludiré la muerte – dijo resignado.
– Me temo que no, hijo mío.
Dandy confesó sus pecados. Desde los más veniales, hasta el más grave.
Este último hacía referencia a la fatídica noche en que se le cruzaron los cables, acabando con la vida de sus propios padres.
– Que Dios Todopoderoso te perdone todas tus faltas, hijo mío – culminó el reverendo en un susurro.
Dandy tenía los ojos llorosos.
Le temblaba el labio superior.
En el sueño era simplemente un niño.
Daría cualquier cosa por entrar en aquella ensoñación y decirle a la silueta que portaba el arma mortal que dejara en paz a sus padres, que no les hiciera daño.
Que no deseaba luego ser una persona mayor encerrada en el corredor de los condenados a la pena capital.
Sus lágrimas desbordaron las comisuras de los ojos.
Se dejó consolar apoyándose sobre el hombro del religioso.
Dandy, Dandy.
Era un diminutivo infantil.
De por sí, él ya tenía cuarenta años.
Aquél sueño repetitivo solo sería modificado cuando le fuera aplicada la inyección letal.
Entonces volvería la profunda sensación de oscuridad.
Donde la simpleza de su duermevela se tornaría imperecedera…

“Dandy,
Dandy,
once cuervos negros vienen a tranquilizarte,
dos de ellos se te llevarán los ojos,
otros dos las orejas,
uno la naricilla,
y el resto las entrañas…”
era su canción de cuna.

Canturrearla fue su último deseo antes de dormitar para siempre.


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6 comentarios en “El sueño de Dandy.

  1. ¡Hola, Nerea! Así es. Dandy mató a sus propios padres, y soñaba que quien lo hizo fue otra persona, mientras él en cambio aparecía como un inocente niño. Ya sabes, cargo de conciencia.Un saludete de los gordos. 🙂

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