Malas notas escolares. (Poor school grades).

Mark estaba preocupado. Le acababan de entregar las notas del colegio del segundo trimestre donde los ceros proliferaban al igual que los exquisitos donuts en el expositor de una tienda de dulces. Le acompañaba su amigo del alma Tony. Este era un año mayor y tenía una constitución física bastante avanzada para tener once años. Ambos eran considerados los raros de la clase. Mark por su personalidad acomplejada, y Tony por su aspecto y sus rarezas. Decía cosas extrañas. Frases que muchas veces no tenían ningún sentido. Se reía repentinamente en medio de la clase. Cambiaba la entonación de su voz, confesando a Mark que tenía cuatro personas distintas en su interior. Su tez era muy pálida y se le caía el pelo con extrema facilidad. Comentaba que sus padres eran enterradores. Que vivía con ellos en la propia funeraria. Buf, esas cosas le daban algo de yuyu a Mark, pero aún así agradecía su amistad porque pasaba muy buenos momentos con él jugando, matando ratones y algún que otro gato callejero, destripándolos y luego quemando los restos en un bidón vacío de pintura.

Tony estaba observando los nervios de su amigo. Sabía que su padre era una mala bestia que cada dos por tres le golpeaba con las manos y con el cinturón. La última vez que llevó las notas, que fueron algo mejor que las presentes, Mark regresó a clase con un ojo tumefacto y con dos chichones en la cabeza que permanecían medio disimulados por su abundante mata de pelo ondulado.
– Si te ven los suspensos, compañero, el bastardo de tu padre te mata – le dijo sin tapujos.
Mark llevaba la cartilla de las notas entre dedos temblorosos. Ya estaba cerca de llegar a su casa.
– Ahora no está. Llegará del trabajo en unos minutos.
– Menos mal que tu madre está muerta. Unos golpes que te ahorras – dijo Tony con una fría insensibilidad.
Mark no se indignó por ese comentario. Sólo estaba pendiente de la tremenda paliza física que iba a darle su padre.
– Ahora sólo está la abuela. Pero ella vive en otro mundo. Ni siquiera querrá ver mis notas – musitó, mirando a su amigo tan extraño.
Recorrieron el tramo de acera que les quedaba llegar hasta la casa de Mark. Este introdujo la llave en la cerradura y animó a su amigo a acceder al interior.
– Hazme compañía hasta que venga papá. En cuanto entre, te vas. Así no te hará nada – solicitó a Tony, conforme avanzaban por el vestíbulo.
– Tu viejo no me asusta ni media. Si quiero, puedo matarlo, ja, ja.
Tony puso los ojos en blancos, con la mandíbula inferior floja, regurgitando la saliva en la cavidad bucal, emitiendo un ruido asqueroso. Pero el color de la saliva era rojizo como la sangre…
– ¡Para ya de hacer eso! Sabes que no me gusta que lo hagas. Bastante tengo con la que se me avecina. Y ni se te ocurra querer matar a mi padre.
Tony ofreció su cara más normal, riendo por lo bajo.
Continuaron andando por la casa hasta que oyeron la voz cascada y agriada de una mujer. Procedía del piso superior.
– Es mi abuela. Se debe de acabar de levantar de la cama.
Se aproximaron al pie de la escalera de madera. Desde arriba estaban llegando los pasos de la mujer. Al poco su silueta encorvada y delicada, embutida en un camisón gris oscuro los miraba por el hueco de la escalera.
¡Niñosssss! ¿Eres tú, Mark, verdadddd? ¿Y el otro? ¡El otro es pura maldad! Ja, ja. Menudos amigossss, tienes, hijito.
– Ahora se marcha, abuela.
– Mi hijo tiene que estar aquí. Lo necesitooo yaaaa.
– Si, abuela. Papá vendrá en unos minutos para cambiarte el pañal.
Tony sonreía a la anciana con malicia. Sin advertirle nada a Mark, fue subiendo los escalones con presteza, hasta situarse arriba, al lado de la abuela.
– ¡Niñoooo! ¡Mark! ¡Qué se vaya! ¡Es pura maldad tu amiguitoooo!
Mark estaba petrificado por el terror. No pudo ni decir media palabra. Su amigo Tony se situó detrás de su abuela y sin más, la empujó escaleras abajo. Cuando llegó al suelo, estaba muerta.
– ¡Tony! ¿Qué le has hecho a la abuela? – gritó, aterrado.
Cuando miró hacia arriba, ya no estaba su amigo en el piso superior. Había desaparecido.
La puerta de la entrada fue abierta de golpe. Los pasos fuertes y robustos de su padre se desplazaron por el vestíbulo, acercándose más y más.
Unos pocos segundos más tarde…
– ¡Madre! ¡Mark! ¿Qué ha pasado? ¿Cómo es posible esto?
Mark se giró con decisión.
Le mostró la cartilla de las notas. Su padre se las tiró al suelo de un golpe con la mano.
– ¡Ahora no, Mark! ¡Ahora tus notas me importan un carajo! ¡Hay que llamar a Urgencias! ¡No puede ser posible que la abuela esté muerta! ¡Demonios de escaleras! Tendría que haberle instalado una silla elevadora.
Su padre se agachó frente a la mujer fallecida.
– ¡No! ¡Mamá! ¡Perdona a tu hijo por no haber previsto este tipo de accidente!
Mark recogió la cartilla de notas. Se marchó de allí para al poco volver con un teléfono inalámbrico.
Su padre se volvió, con el rostro bañado en lágrimas. Se lo recogió. Llamó al número de Urgencias, para después atraer a su hijo y consolarse con él.
– Siento mucho que hayas tenido que presenciar esto, Mark.
Mientras Mark era estrujado entre los brazos de su fornido padre, alzó la mirada nuevamente hacia el piso superior. Desde allí le sonreía Tony de nuevo, feliz de haber impedido que su amigo recibiera una paliza de parte de su padre por las bajas notas escolares.


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8 comentarios en “Malas notas escolares. (Poor school grades).

  1. Llevo un tiempo leyendo tus relatos y puedo asegurar que cada día me gustan más. Uno de mis géneros favoritos es el terror y además tienes una forma única de plasmar tus letras; causas suficientes para seguirte eufóricamente ;)Gracias por compartir tu pasión.¡Un beso!

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  2. ¡Hola, Zirta! Como siempre, agradecerte que estés dispuesta a pasar un ligero mal trago con los relatos y las ocurrencias locas de mis súbditos, je je.Sinceramente, comentarios como el tuyo y el resto de seguidores alientan el seguir escribiendo. Ahora espero la semana que viene, si no se me viene el castillo abajo, tirar la casa por la ventana con lo de Halloween. Recibe un fuerte besote sin miedo, que los colmillos me los quito, que son falsos, ja. Saludetes desde Escritos. 😛

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  3. Mira, tampoco hay mal que por bien no venga. Pobre abuela, pero al manos, el chaval no se llevara una paliza. ¡¡Buen relato!! Creo que no salgo esta Halloween, pero tengo ganas de ver que tendras preparado por aqui… ¡¡Nos vemos!!

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  4. ¡Hola, Mónica! Te agradezco tu seguimiento desde Quiero que me leas. Increíblemente, en los foros literarios de entonces, mis escritos, como los del resto, se leían en un día y pasaban al olvido. Ahora en mi blog, al menos perduran en el tiempo y en las estadísticas que manejo veo que los visitantes que repiten, están leyendo relatos de los comienzos de Escritos.Recibe un fuerte abrazo y una bufanda, que aquí ya hace mucho frío en Pamplona la Gélida. 🙂

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  5. Hola, Nerea. Evidentemente, no vamos a ser unos bárbaros. La pobre abuelita no se merecía ese final. Más bien el padre del chaval, por bestiajo. Pero en fin, el amiguito, que tampoco era trigo limpio, le salvó por el momento de recibir de lo lindo por las bajas notas. El problema es que para la próxima, como no se cargue al padre, difícil tendrán impedir que vea sus suspensos, ja ja. Un saludito. 🙂

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