Katia

En uno de los meandros del río había una pequeña isla de arena blanquecina. El caudal solía ser muy escaso, por tanto se podía llegar hasta ella simplemente andando con el uso de unas botas de trekking. Dejó el coche aparcado y realizó el recorrido estimado en veinte minutos hasta llegar al lugar indicado. En la isleta no había nada. Era como una duna pero muy compacta, y como era una zona donde la erosión del viento no causaba grandes estragos y la propia corriente del río era muy suave, los contornos de la isla apenas variaba con el paso de los meses.
Ubicó su figura justo en el centro. Allí era donde se notaba la presencia. Era muy poderosa. Influía en su capacidad de concentración. Cerró con fuerza los párpados de los ojos y dejó caer sendos brazos al lado de los costados. Los relajó. No quería sentirlos.
Estaba allí.
Le estaba examinando.
Pasaron unos segundos hasta que supo que estaba en frente de él. Bastaba abrir los ojos y…
No. Entonces se marcharía.
Se reuniría con sus restos.
A saber cuándo murió.
Hace dos años. Tres.
La última chica secuestrada y nunca encontraba databa de hace tres años y medio.
Su aliento le fue palpando su rostro.
Se animó a contactar con su espíritu.
– Eres Jenas Kuntz, si no me equivoco – musitó en pleno trance.
Aquel aliento le cosquilleó la nariz como si fuera un chiquillo jugando con un adulto.
Al fin se asoció con su propio cuerpo y entró en su mente para corresponder a su pregunta.
“Sí, soy la persona que buscas.”
Tragó saliva. La maldad era infinita. La enfermedad corroía las entrañas de aquella entidad aún no estando ya viva.
– Soy…
“Eres Ivana Stress…”
– Si…
“Si te hubiera conocido hace unos cuantos años, estarías ahora conmigo.”
– De hecho ya estoy contigo.
“Sabes a lo que yo me refiero…”
– Me imagino.
“Eres una mujer preciosa… Como las otras… Preciosas mías…”
– Jenas, sabes que no dispongo de mucho tiempo. Se me van a agotar las fuerzas enseguida. Eres muy absorbente.
“Siempre lo he sido…”
– Si he seguido la estela de tu llamada es por Katia Burdinski. Te acuerdas de ella, ¿verdad?
Su cuerpo se tensó. Luchaba por no abrir los párpados. Algo, como una especie de escalofrío le recorrió toda la espalda hasta la rabadilla. Era una sensación desagradable y casi obscena. Como si aquello quisiera saborear la tersura de su piel.
– Jenas. ¿Qué hiciste con Katia? ¿Dónde la dejaste?
Sintió aquella gelidez deslizándose por el escote de su blusa, situándose entre el inicio de la separación de los pechos. Su cabeza estaba albergando los sentimientos perturbadores de la presencia. En pocos segundos vio los rostros de sus víctimas, uno detrás de otro. Doce chicas jóvenes y atractivas de edades comprendidas entre los quince y los veintiún años. Todas ellas asesinadas por Jenas.
Pero faltaba la cara de Katia.
– Jenas, ¿qué hiciste con Katia? ¿Por qué no me la muestras? – imploró angustiada.
No iba a poder mantener su conexión con Jenas por más tiempo. Estaba a punto de desmoronarse por el agotamiento mental y físico que ello suponía.
Entonces…
Sintió una segunda presencia. Más fuerte y más peligrosa…
“Soy Katia, Jenas.”
La segunda fuerza se enmarañó con la primera y entre las dos fueron recorriendo toda la anatomía de la médium. La fueron palpando con lujuria. Ivanna quiso abrir los ojos para abandonar el trance, pero no pudo. Sus labios exhalaron un gemido…
La segunda presencia le habló con desdén:
“No me has visto con las demás, porque NUNCA fui una de ellas”
“Jenas es todo para mí. Cuando lo conocí, le fui convenciendo de lo que teníamos que hacer para sentirnos más fuertes y poderosos”
“Y eso lo conseguimos dominando a las chicas…”
“A nuestras preciosas…”
“Como ahora te tenemos dominada a ti…”

Ivana luchó para desembarazarse del abrazo pecaminoso de las dos presencias insanas.
Luchó con denuedo.
Pero en vano…

A los pocos días una dotación de la policía local del valle de Gerst en la Renania localizó el cuerpo sin vida de la médium Ivana Stress en la isleta del río, a dos kilómetros de donde había quedado aparcado su coche. Estaba con evidentes signos de haber sufrido una brutal agresión sexual. Ese mismo día, rastreando ambos márgenes del río dieron con los restos de dos cuerpos. Correspondían a Jenas Kuntz y Katia Burdinski. Los resultados del laboratorio forense confirmaron que ambos habían muerto hacía tres años por ingestión de un veneno para las cucarachas mezclado con algún tipo de bebida alcohólica.
Avanzada la investigación, se supo que Katia, a quien sus padres habían contratado los servicios de la médium para averiguar su paradero, supuestamente raptada por el asesino en serie Jenas Kuntz, había sido desde el principio la cómplice y a la vez amante posesiva del conocido por la prensa estatal germana como “El asesino de las chicas preciosas”.
El caso quedó definitivamente archivado.

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