Escritos de Pesadilla

Nuevos dibujos escolares de mi sobrino Gurmesindo

¡Indignante! ¡Esto clama al Cielo! (o dadas las características del sitio, al Infierno).
La señorita Pepa Torralba, la profesora de mi sobrino Gurmesindo, no ha tardado ni dos días en llamarme para un reunión urgente en su despacho acerca de los garabatos talentosos del niño.
Nada más colgar el teléfono con estrépito, me he afeitado la barba de medio mes, cepillado los dientes, tomado una ducha con agua helada y aplicado una colonia egipcia de la época del Faraón PocaKosaSoy III, para así dirigirme con un porte distinguido al encuentro de la bella y despampanante maestra.
Nada más pedirme que me sentara, me sacó nuevos dibujos deliciosamente trazados bajo las ceras de colores de Gurmesindo.
“Señor Maléfico”, me susurra. “En esta ocasión son más perturbadores y retorcidos que la vez anterior.”
“Puede tutearme, querida. Un Robert por aquí, un Robert por allí pronunciado por su voz sugerente me sitúa en pleno trance”, le interrumpo.
“Por favor. Estamos hablando de su sobrino, señor Maléfico”. “Vea este primer dibujo. Sin duda en él está reflejando a una chica endemoniada postrada en la cama.”
“Exagera usted, hermosa Pepa. En realidad mi sobrino ha dibujado aquí a su madre cuando se despierta. Sin maquillaje, ya sabes, las mujeres estáis un poco pachuchas, ja ja.”

“Bueno, bueno, señor Maléfico…”
“Robertito, Pepa.”
“Esto, Robert. Pasaré por alto este dibujo. Pero el segundo que voy a mostrarle no me podrá negar que es terrorífico. Su sobrino ha dibujado la sombra de un vampiro malvado acechando a su futura víctima.”
“Hum. En este caso el muchachete está reflejando la llegada de un visitante a mi castillo. Y el vampiro no es tal, si no mi mayordomo, Dominique, que gusta apagar el alumbrado eléctrico para iluminar sus propios andares cansinos con las velas de los candelabros. Está chapado a la antigua, sabes, guapa.”

“Señor Maléfico, usted tiene respuesta para todo con tal de no querer ver que su sobrino necesita visitar a un psicólogo infantil.”
“Robert, Pepa. Y no, no veo que precise tumbarse en un diván para calentarle la cabeza a un pobre psicólogo. De hecho, le aseguro a pies juntillas que el niño se desfoga siempre que visita a su tío. No gano para aspirinas alemanas.”
“Buf… Ahora le enseño el tercer y último dibujo de Gurmesindo.”
“Mi sobrino ha dibujado mucho en las últimas veinticuatro horas, je, je.”
“Haga el favor de analizarlo a fondo, señor Maléfico. Eh…, Robert. En él se ve el cadáver de una chica en el cementerio bajo la luz de la luna. La pobre es una zombi. ¡Horrible! ¡De lo más inquietante y horrendo que he visto desde que ejerzo de tutora en este colegio.”
“Ah… Este sobrinete. En este caso coincido contigo, Pepita. En Escritos de Pesadilla proliferan los zombis a tutiplen. Y están enfadados por la nueva Reforma Laboral. ¡Ahora puedo despedirlos alegando pérdidas en mi empresa en los últimos seis meses! ¡Un chollo, ja, ja!”

“Me deja anonadada, señor Maléfico.”
“Bueno… Ya he visto la nueva tanda de dibujos infantiles de mi sobrino. Ahora la invito a un mordisquete en el cuello. Soy un vampiro a fin de cuentas. Y tiene usted un cuello de lo más hermoso…”
¡ÑAKA!


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