MIS LEALES SIRVIENTES, Y OTRAS CRIATURAS PERVERSAS.



Breve biografía de mi personal de servicio perteneciente a mi castillo infame.

Dominique: Mi mayordomo. Es el empleado que más cobra (con el último recorte salarial de la semana pasada, ya consigo que no sobrepase los tres euros mensuales). Es la persona en quien más confío. Sumamente fiel a sus principios, y a sus sortilegios, estoy seguro que ansia que me atropelle un elefante fugado del circo Bestias Horripilantes de mi colega Adolphus, el Salvaje. En sus ratos libres, se encierra en su habitación, apaga la luz eléctrica y se ilumina él solito la estancia con velas y lámparas de aceite. De una manera mística, se abstrae mientras las sombras le rodean en la intimidad. Mejor no molestarle cuando se halla en ese estado de meditación profunda. Un invitado confundió en una ocasión el cuarto de Dominque con los aseos, y de él nunca más se supo…

Bogus Bogus: Se trata de mi cocinero predilecto. En realidad es el único que dispongo. Puedo afirmar que es el número uno en la gastronomía más incomestible y dañina que pueda uno encontrarse actualmente en Transilvania. Ponzoñosos guisos, salsas hediondas, postres tan ligeros cual laxante farmaceútico. Una delicia para el paladar. Aparte de esto, tiene malos modales y se enfada con mis comensales del género femenino. Siempre comenta que una mujer atractiva asada a la parrilla es un manjar exquisito, cosa que desapruebo y además siempre se lo recrimino con una bajada correspondiente del sueldo. Por eso su mal genio me favorece como patrono suyo, ja ja.

Harry: Mi cuidador de animales y malas bestias con los que me rodeo. Tiene un punto especial para llevarse bien con mis mascotas. Recibe los mordiscos, arañazos, escupitajos y patadas diversas en sus zonas nobles e íntimas con la entereza de un guarda del palacio de Buckingham. De aire melancólico y deprimido por su reciente separación al intentar simular que quemaba en la hoguera a su adorable mujercita (jamás perdonado por esta), no cesa de darme la tabarra sobre su mala suerte y la añoranza de su ex. A veces para salir de la rutina, me contesta con malas formas y me exige un aumento de sueldo. Yo le replico con una sanción disciplinaria de un año trabajando a piñón fijo sin derecho a percibir ni medio euro. Aunque se por terceros que en el fondo de su corazón me estima en la misma medida que un Ñu adora a los guepardos. Lo cual me complace enormemente.

Pechuga de Pollo Mutante: Mi guardaespaldas. Mide dos metros y pesa ciento ochenta kilos. Se machaca a diario en el gimnasio. Me protege de mis propios empleados cuando se me pegan demasiado de cerca para comentar cuestiones de índole económica. Igualmente se ocupa de echar personalmente a los invitados más pesados y jetas que de vez en cuando visitan mi castillo de Escritos de Pesadilla. Estoy muy orgulloso de tener a la Pechuga entre nosotros. Sin ir más lejos, el otro día echó a Zapatero y a Rajoy por el tema de la Reforma Laboral.

Croqueta Andarina: Ah, la simpar croquetita. Tan redondita, mal amasada, como el resto de sus familiares, entre ellos el difunto Edgar, que en paz descanse (aunque más bien lo hizo dentro de nuestros estómagos, ja ja). Es una chica muy maja, eso si, un poco flojilla de espíritu. Se acostumbra a venirse abajo por el problema más minúsculo que pueda haber. Aparte de eso, es muy deportista. De hecho va a intentar representar a Escritos en la próxima Olimpiada de Monstruos y Seres Tenebrosos a tener lugar en la localidad estadounidense de Salem. Para que consiga tal objetivo, tiene de preparador al polifacético Harry. Croqueta Andarina está apuntada en los preliminares clasificatorios en la prueba de los cien metros lisos. Su mejor marca la tiene en dos minutos justos. Esperemos que lo consiga, pues sería un éxito para nuestro rinconcito del horror

Mi sobrino Gurmesindo: Qué puedo decir de este renacuajo menor de ocho años, que no me tiene ni el menor de los respetos. Me considera un escritor pésimo, que encima no consigue asustar ni a un canario en plena fase de trinos. Gamberrete, desconsiderado, deslenguado, fuma dos paquetes de celtas diarios, si me distraigo, me vacía el mueble bar, y encima de vez en cuando dibuja garabatos en las paredes centenarias de mi ilustre morada. Cada vez que vienen sus padres a recogerlo, mi alma suspira aliviada. Vete en paz, sobrinito, y no vuelvas hasta que las focas caminen erguidas, suelo decir en voz baja conforme me despido de él desde la más grata lejanía.

Yo mismo, Robert el Maléfico, el más Malvado, el Innombrable, el Azote de las Letras, etc…: ¿Qué puedo añadir sobre mi persona, que ya no esté reflejado con anterioridad en cada post de Escritos? Como soy muy modesto, simplemente dejo la foto y me voy a la soledad e intimidad de mis aposentos para pergeñar un nuevo relato que conmoverá a mis lectores, haciéndoles perder el habla para siempre. Ha sido un placer presentarles a mis vasallos. Hasta prontito.

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