Recuperación de un clásico de Escritos de Pesadilla: El Enanito de Jardín.

Vincent acudió a la caseta del vigilante del vertedero. Cargaba con un bulto considerable introducido en un saco de arpillera.
– ¿Qué demonios has encontrado que sea de tu interés esta vez? – se interesó Cassius, enfocándole con la linterna.
– Es una figura de jardín. Y está entera.
Lo depositó en el suelo y le quitó de encima la tela del saco.
– Joder, qué feo – exclamó el vigilante.
Era un enano deforme. Su rostro era terrible. Como si hubiera sido de cera y por la cercanía a una fuente de calor estuvieran fuera de sitio los rasgos faciales. Un ojo caía un centímetro del otro en la imperfección de la simetría más lógica. La nariz estaba retorcida y aplanada. La boca colgaba de medio lado. Y de las dos orejas, le faltaba una.
– No es un actor de cine. Es una figura decorativa para el jardín. Me viene de perlas. Con esta pinta, asustará a los críos del vecindario y ya no se me colarán para hacer gamberradas con las flores – declaró Vincent.
– Bueno, allá tú. Me están entrando escalofríos a mí de solo verlo – Cassius apartó el haz de luz de la linterna.
La escultura era horrenda de récord guiness.



Vincent situó el enanito justo entre las flores. Los crisantemos, los tulipanes y las rosas se lo iban a agradecer. De hecho pasaba el hijo del vecino, de siete años y al ver la figura, echó a correr por la acera hasta refugiarse en su casa.
– Así da gusto ver tu efectividad, je, je. Te voy a llamar Mr. Scary. Sigue espantándomelos. No quiero que ninguno pise ni una brizna de la hierba de mi jardín – dijo Vincent, pasándole la mano por encima de la cabeza.
Esa misma noche durmió de manera muy relajada.
En los días venideros sus flores continuaban ofreciendo el aspecto agradable del día anterior. No se apreciaban pisadas de los niños sinvergüenzas que solían entrar para jugar al fútbol cuando el no estaba presente en casa.
Entonces fue cuando desapareció el hijo de los Garrinsons. Tenía ocho años. Vincent estaba espantado al igual que el resto del vecindario. Una cosa es que no le cayeran los pequeños en gracia, y otra que pudiera haber un secuestrador merodeando por la zona residencial de Greenleaves.
La policía del condado hizo preguntas a todos los residentes y poco pudo sacar en claro.
Lo peor vino a los pocos días.
El hijo pequeño de los Huggins, Teddy, de seis años, había desaparecido del mismo modo que el primero.
Vincent empezaba a mostrarse muy nervioso.
Eso llamó la atención de la policía.
Cuando menos se lo esperaba, acudieron a su casa con una orden de registro.
No encontraron nada que pudiera incriminarle, hasta que un agente se fijó en la figura ubicada entre las flores.
– ¿Qué coño es eso? – preguntó el agente Jones.
– Un enanito de jardín. Se llama Scary. Lo puse para que los críos del vecindario dejasen de tocar las plantas – le aclaró Vincent.
El aspecto de Vincent era deprimente. Llevaba una semana y media sin haberse lavado, sus ojeras eran muy pronunciadas y estaba vestido con una simple bata. También llevaba cierto tiempo sin haber acudido al trabajo y estaba al borde del despido.
El agente revisó la figura más de cerca. Pudo percatarse que estaba situada sobre un montón de tierra recién removida y aplanada.
– Joder. Hay que cavar aquí – ordenó a sus hombres.
Media hora más tarde, el jardín bien cuidado de Vincent quedó convertido en la escena del crimen. Fue precintado. Acudió el médico forense de la policía para identificar los restos depositados debajo de la figura del enanito de jardín.
Vincent estaba aterrorizado.
¡Él no los había asesinado!
Había sido Scary.
El enanito que impedía que los niños le destrozaran las flores con sus gamberradas.
Los agentes tuvieron que esposarle y alejarle del lugar en un coche patrulla por motivos de seguridad del propio inculpado.
Era una localidad pequeña. La voz había corrido de casa en casa y los vecinos estaban indignados. Si no se lo llevaban, tendrían que protegerlo allí mismo de un intento de linchamiento popular.

Un año más tarde Vincent Stew fue condenado a la pena capital por el secuestro y posterior asesinato de dos niños de Greenleaves.

Mientras, el enanito de jardín estaba depositado de nuevo en alguna parte del vertedero cercano.
La mueca de su boca sonreía con malicia.
Él siempre había sido así.


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15 comentarios en “Recuperación de un clásico de Escritos de Pesadilla: El Enanito de Jardín.

  1. Es excelente Robert, uno de los más fáciles de leer que te he visto, la escritura es muy fluida y nos entregamos al relato en pocos segundos, tienes esa facultad innata para que “veamos” en nuestros cerebros tu historia, eso te hace un escritor de terror diferente y muy interesante.Con esta historia dan ganas de llamar a esa patrulla que secuestraba enanitos de jardín que estuvo de moda en Francia hace unos años.Por cierto eres un excelente dibujante amigo mío.Te deseo de todo corazón una semana muy feliz.

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  2. ¡Hola, Flamingo! Nuevamente gracias por el aprecio que sientes hacia este rincón terrorífico. Aquellos secuestradores estarán con razón en el cielo. Eran unos tíos tope razonables con el futuro de los enanitos de marras, ja ja.Recibe un fuerte abrazo de planta carnívora, je. 🙂

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  3. ¡Hola, Nerea! Bueno, Vincent algo de culpa tenía. Iba desaseado, ja ja.Un saludete. Por cierto, este era el comentario tropecientos millones, y te ha correspondido un enanito de jardín con la figura de ZP, ja ja.A disfrutarlo. Seguro que también espanta a los críos de tu vecindario… 🙂

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  4. ¡Hola, atractiva1982! Darte la bienvenida a la comunidad sacrílega de Escritos de Pesadilla. Espero que los sustos te lleguen a tutiplen de ahora en adelante con cada visita que hagas, ja ja.Lo dicho, lo mejor es emplear un buen mazo con los enanitos de jardín. Al menos quitarás estrés…Un saludo gordo. Y la sonrisa vampírica de Escritos. 🙂

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